Opinión | con la venia

La isla catalana y Chesterton

La ciudadanía catalana empieza a estar hastiada de tanta simpleza

y monotonía en las propuestas de los grupos independentistas

Un tal señor Isla (Illa, en catalán) ha ganado las elecciones autonómicas en Cataluña con amplia mayoría. Hay quienes sostienen que su éxito electoral debe atribuirse a la política catalana del presidente Pedro Sánchez. Otros, quizás con más acierto ponen el acento en la forma y contenido de las políticas llevadas a cabo por el Partido de los Socialistas de Cataluña, al colocarse en el centro moderado de la vida política y social de Cataluña. Decir PSC en Cataluña viene significando tradicionalmente tolerancia, diálogo y búsqueda del consenso .

Y es que en Cataluña, la ciudadanía empieza a estar hastiada de tanta simpleza y monotonía en las propuestas de los grupos independentistas sin que éstos se hayan molestado siquiera, en dar a conocer nuevas sugerencias electorales. Por el contrario, el PSC se ha centrado en la elaboración de respuestas concretas sobre los temas que realmente interesan al electorado, sin dejar por ello de elaborar propuestas sobre la cuestión territorial y la posición institucional de Cataluña dentro de España.

No es fácil analizar si los resultados electorales de Cataluña permiten una traslación mimética de los votos de una a otra opción política. En los tiempos de Felipe y Pujol, buenos aliados, se producía una cierta anomalía en el resultado de las respectivas elecciones. De tal modo que el PSC ganaba en las elecciones generales y la entonces CiU, las autonómicas. Hay causas muy profundas que explican esa aparente contradicción. En concreto, tales resultados respondían a una verdad sociológica indiscutible conforme a la cual el electorado próximo a los socialistas, mostraba un desigual interés en uno y otro proceso electoral; mientras que los «convergentes» y su electorado natural, mostraban mayor interés por la realidad autonómica que por la realidad estatal. En definitiva, la prioridad para unos era España y para otros, Cataluña. El compromiso entre Felipe y Pujol funcionó, mientras ellos fueron los responsables de mantener el equilibrio. Pero se me ocurre que para ello es preciso contar con políticos de raza como lo era buena parte del socialismo de entonces, hombres y mujeres de Estado. Pareciera que desde entonces a hoy no hemos tenido excesiva suerte con los sucesores de uno y otro. No quieren o no acaban de asumir que la modificación del texto constitucional requiere, al menos, el consenso de los dos principales partidos políticos de ámbito estatal, un acuerdo definitivo con los independentistas y el respeto democrático a otras fuerzas políticas con representación parlamentaria.

En definitiva, razones políticas y constitucionales de peso aconsejan abordar las grandes reformas que necesita nuestro ordenamiento jurídico, si queremos evitar que colapse el sistema, víctima de los crecientes progresos del pensamiento autoritario y de la permanente crisis del pensamiento democrático. La gente, y es mucha, se está cansando de la inoperancia de nuestro modelo de convivencia : El incremento de la delincuencia especialmente en materia de delitos sexuales; el incremento de la inmigración ilegal; el perturbador fenómeno de los okupas, el auge en términos generales de la violencia y, en particular, la ejercida contra los cargos públicos estimulada por el clima irrespirable que entre todos estamos creando. Hay que abordarlo con carácter urgente pues es necesario y perfectamente posible adoptar medidas concluyentes que pongan fin al daño físico y moral que sufren muchos ciudadanos.

Para ello aunque imprescindibles, no son suficientes las reformas legales. Es preciso que los jueces cumplan con eficacia su función jurisdiccional. Y además, que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, debidamente dotados, asuman su papel decisivo en la lucha contra el delito y la defensa de los ciudadanos y sus derechos. Pero quizá, lo más importante es que los gobiernos actuales de distinto nivel se esmeren en formar y facilitar la creación de verdaderos líderes, no sólo en los ámbitos represivos sino también en los comunitarios y laborales. No es un tema menor recuperar las viejas normas de educación y respeto pues los ciudadanos bien formados pueden ser más útiles a la comunidad. Parece que de nuevo podrían volver a actualizarse estos valores. Chesterton, el novelista y filósofo apodado el príncipe de las paradojas, escribió algo así como «se empieza asesinando a una persona y en su progresiva criminal termina metiéndose un palillo entre los dientes».

El ganador de las elecciones autonómicas catalanas, el señor Illa parece de los de antes: no grita, no insulta, no descalifica, no difama, y no miente ni calumnia. Es una persona sosegada. No me imagino al señor Illa con un palillo entre los dientes.

Suscríbete para seguir leyendo