CASA REAL

La princesa Leonor deja como alférez una tierra "que la va a echar de menos"

La heredera al trono pone fin a su formación en la Academia General Militar después de once meses que culminan con la entrega de la Gran Cruz al Mérito Militar de manos de su padre, el rey Felipe VI

Leonor de Borbón: Princesa y Cadete

Leonor jura bandera y se entrega al "cariño" de la tierra aragonesa

La princesa Leonor, nombrada dama alférez cadete

Miguel Ángel Gracia

La Academia General Militar de Zaragoza vivió este miércoles uno de esos días que a buen seguro quedó para la posteridad al despedir a Leonor de Borbón y Ortiz del que ha sido su centro académico y militar, su hogar, a lo largo del presente curso. La heredera al trono del Reino de España, que llegó con vaqueros y en mangas de camisa a las tierras aragonesas como Princesa y marcha ahora con el uniforme de gala ya como dama alférez cadete, emuló la escena que protagonizaron el pasado siglo los dos últimos predecesores en la línea sucesoria de los Borbones, su abuelo, el rey emérito Juan Carlos I, y su padre, el rey Felipe VI. Y lo hizo por la puerta grande en una jornada de marcado carácter castrense en la que fue alabado su «esfuerzo» y «sacrificio» después de iniciar «con muchas ganas» el camino hacia el trono allá por agosto. Este miércoles, casi un año después de aquella bienvenida, se despidió como dama –ya alférez– cadete y con la recepción de una insignia, la Gran Cruz al Mérito Militar, que premia su «encomiable dedicación» en las filas del Ejército de Tierra.

De tales honores se encargó el Rey tras el paso adelante que dio la primogénita en el Patio de Armas, el cuadrilátero empedrado que fue colmado por los familiares y los allegados de los 456 oficiales que este miércoles recibieron los despachos reales. A Leonor la recibió Su Majestad El Rey con la cercanía que siempre acompaña a padre e hija, le entregó Felipe el diploma distintivo de su nombramiento como alférez y, apenas unos segundos después, la abrazó una vez ya le había entregado la Gran Cruz al Mérito Militar. El gesto del monarca, sincero y espontáneo, levantó los primeros aplausos entre el público hasta que las palmas elevaron los decibelios a la categoría de ovación antes de que la Princesa ocupara su sitio en el palco presidencial.

Quedó entonces flanqueada por la ministra de Defensa, Margarita Robles, y por su padre, acompañado el monarca de la reina Letizia y de la infanta Sofía. Desde allí escuchó atenta las palabras con las que el general director de la Academia General Militar, Manuel Pérez López, se dirigió hacia ella y hacia sus compañeros durante el turno de la alocución. Empezó, con permiso del respetable, por Leonor, a quien se dirigió con un breve repaso de su estancia en las instalaciones militares, las mismas que, aventuró, van a «echar de menos» a la dama cadete Borbón Ortiz. «Sé que os lleváis una gran mochila llena de experiencias, valores, conocimiento, amistad y compañerismo», pronunció Pérez López. «Esa mochila también va cargada de excelentes compañeros y amigos con los que habéis compartido momentos muy duros y vivido magníficas experiencias, lo que os ha permitido crear con ellos un vínculo inquebrantable dentro de nuestro espíritu de la general», prosiguió el general director.

Fue el momento cumbre de la ceremonia que dio inicio a las 11.10 horas con la formación del batallón entre los que se entremezclaban rostros jóvenes y otros más arrugados, aquella diferencia generacional entre los oficiales de acceso directo (294) y los de promoción interna (162) que vieron recompensados los primeros años de carrera militar o, en su caso, una dilatada trayectoria en las Fuerzas Armadas o en la Guardia Civil.

Todos ellos recibieron los reales despachos de empleo en la Academia General Militar por parte de una pequeña representación de la sociedad civil aragonesa, entre ellos, varios rostros conocidos de la política regional y municipal e incluso miembros del mundo de la Justicia y de la Universidad. Los oficiales desfilaron en bloques de 27 miembros, cuyo primer integrante fue el ya oficial Raúl Sánchez Mir, al que siguieron sus compañeros, envalentonados mientras los asistentes se levantaban de las butacas de los palcos para jalearlos y vitorearlos.

Minutos antes, el monarca había condecorado a los cinco primeros oficiales de la LXXIX Promoción del Cuerpo General del Ejército de Tierra –Luis Óvilo, Enrique Elicegui, Juan Villanueva, David Álvares y Jorge Fuentes– y a los números uno del Cuerpo de Intendencia del Ejército de Tierra y de la Escala de Oficiales de la Guardia Civil. Con ellos intercambió unas breves palabras el rey Felipe VI antes de que regresaran a filas.

Fue el preludio al paso por los actos protocolarios –entre ellos, el homenaje a los caídos, la interpretación del himno de la Academia o el recitado del artículo primero del decálogo del cadete– que rodean a una ceremonia de esta naturaleza antes de que los oficiales desfilaran a lo largo de la Avenida del Ejército bajo la atenta mirada de la Familia Real. Solo esperaban la irrupción del Rey en la confluencia de la misma vía con la calle Alhucemas. Llamó a romper filas por última vez y salieron despedidas un montón de boinas hacia el cielo. A su lado estaba Leonor para vivir el momento como punto y final a su paso formativo por las tierras aragonesas. Al menos, un hasta luego.