Opinión | EL ARTÍCULO DEL DÍA

Emprendedores del asco

Hitler comparó a los judíos con «un gusano dentro de un cuerpo putrefacto». Esta metáfora es la que tratan de trasmitir desde determinados ámbitos políticos, religiosos, militares y culturales del Estado de Israel hacia los palestinos. Como emoción, el asco se caracteriza en particular por el hecho de que la visión de cosas asquerosas, como desechos, heces o cosas en descomposición, se acompaña de reacciones fisiológicas inmediatas e impulsa a alejarse del objeto o eliminarlo del campo de percepción sensorial.

En las dos últimas décadas, Israel ha sido testigo de la proliferación de nuevos emprendedores normativos, cuya vocación ha sido afirmar y fomentar valores de supremacía judía y religiosa, que son antitéticos a los valores liberales. La moral liberal es universalista, considera a todos los seres humanos como iguales, pretende alentar relaciones justas entre la mayoría y las minorías y cree en la separación de la religión y del Estado. Los nuevos emprendedores morales han decidido cambiar el contenido de la esfera pública promoviendo nuevas formas de asco hacia grupos sociales específicos. Son los «emprendedores del asco»: políticos rabinos, medios y nuevas oenegés que tienen como función crear, diseñar y reforzar el asco de unos grupos hacia otros. Representan a diversas facciones religiosas y nacionalismos religiosos. El asco sembrado hacia los palestinos lo muestra Eva Illouz en su libro La vida emocional del populismo en una entrevista a Nadav Weiman, vicepresidente de la oenegé Rompiendo el Silencio, que hizo el servicio militar en una unidad de francotiradores de élite.

Entre sus respuestas destacan las siguientes palabras. «Cuando ves árabes armados, los llamas ‘sucios’ por el radioteléfono. Esa es la palabra oficial, ‘Dos sucios’ identificados a 400 metros. La infraestructura en Cisjordania y la Franja de Gaza es terrible, hay muchas casas con pozos de agua residuales, así que hay mal olor. No hay drenaje y la infraestructura de las casas no es buena. Por ello, hay olor a cloaca, basura y cosas así. También está la suciedad en la calle, el olor. Muchas veces ves niños descalzos; están un poco sucios. Cuando arrestas a alguien, muchas veces lo tiras al suelo del jeep o del vehículo blindado, o lo colocas en la entrada de la base y quedan cubiertos de tierra. Cuando lo devuelves y lo llevas a la policía militar, lo lavas con una manguera.... Todo esto es de sucios. En muchas casas palestinas no hay un baño, un agujero en el suelo como en la India. En el entrenamiento nos explicaron que los palestinos no tienen papel higiénico y se limpian el trasero con las manos y luego se lavan con agua. Hay historias de francotiradores u observadores de las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel) que ven a un palestino teniendo relaciones sexuales con una oveja o una cabra. Dicen que hay un vídeo de eso. Nunca lo he visto... Había dos extranjeros en el destacamento. Un judío de Brooklyn y otro de Londres. El primero los llamaba ‘folladores de camellos’ y ‘cabezas de toalla’. Esa percepción la trajo de Estados Unidos. Pero estas frases las escucho en las academias premilitares».

Como sugiere Nadav, los soldados tienen una imagen preestablecida de los palestinos a los que se supone que deben controlar, vigilar, golpear, encarcelar e incluso matar. Esta imagen mezcla emociones clave como el miedo y el desprecio, que a su vez generan asco. Podríamos decir, entonces, que la dominación constante de una población empobrecida y privada de condiciones sanitarias básicas genera un asco que se integra en la ideología, que justifica la violencia constante sobre la base, a su vez, de ese asco. Estas opiniones no son solo de los soldados.

Un rabino profirió un abominable discurso ante los estudiantes militares: «los árabes querrán vivir bajo la ocupación., tienen un problema genético, no saben cómo manejar un Estado». «Ayudémoslos».

Cuenta Eva Illouz que en cierta ocasión habló con una mujer judía de 18 años, religiosa, de derechas, que cree en el Gran Israel, participante en un grupo de discusión compuesto por palestinos y judíos, para la cual su mayor sorpresa fue ver que uno de los chicos palestinos «leía libros y pintaba» en su tiempo libre. Ella veía a los palestinos como algo aterrador y primitivo, lo que sugiere que el asco está sutilmente entrelazado con el desprecio.

Observamos el uso espurio de la emoción del asco por parte de la clase política israelí, representada por Netanyahu. Supone una auténtica deshumanización de la persona sobre la que recae. Por ende, a una parte importante de la sociedad israelí, que sean masacrados los palestinos no le plantea ningún problema moral. Está más que justificado. No son personas.

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