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Fersa, la multinacional aragonesa que renació dos veces para hacer rodar al mundo

Los rodamientos de Fersa son un motor industrial de Aragón desde la fundación de los dos talleres familiares que crearon la marca, hoy reconvertida en un potente grupo empresarial que trabaja en los cinco continentes después de sobrevivir como una cooperativa gracias al tesón de sus empleados

Tras abrir fábricas en China e India, planean ahora la expansión fabril hacia las Américas

El nuevo CEO de la compañía, Rafael Paniagua, junto a un rodamiento en el Fersa Lab.

El nuevo CEO de la compañía, Rafael Paniagua, junto a un rodamiento en el Fersa Lab. / Laura Trives

Poco tiene que ver el primitivo rodamiento que ideó Leonardo da Vinci hace 500 años con los complejísimos transmisores de movimiento que sirven a la industria automotriz y eólica en el siglo XXI. Hoy, estas piezas que permiten la rotación de la rueda de un camión durante más de un millón de kilómetros o el giro de la turbina de un aerogenerador de 200 metros de altura se fabrican con una tolerancia al error más pequeña que un cabello que garantiza precisión y fiabilidad. No es una exageración, sino la seña de identidad de la multinacional aragonesa Fersa, referente mundial en el ensamblaje de estos componentes que pese a registrar un crecimiento exponencial mantiene su cuartel general en la Plataforma Logística de Zaragoza (Plaza). Allí cultiva con mimo el jarrón de sus esencias: calidad productiva hasta el máximo detalle, innovación, garantías para el cliente y un equipo humano al que debe la supervivencia una compañía que nació como empresa familiar, sobrevivió como cooperativa laboral y renació a principios de siglo para convertirse en una multinacional que factura más de 200 millones de euros, vende en los cinco continente y se expande con fábricas en China e India.

Fersa ha pulido las mil y una formas de sus rodamientos, pieza clave en la industria de hoy. Solo en sus instalaciones de Zaragoza, la compañía fabrica 1,6 millones de rodamientos para vehículos medianos y pesados, a los que se unen sus fábricas de Austria, China e India como parte de un plan de expansión que la sitúa al pie del cañón en los cinco continentes. Con orgullo llevan la seña de ser proveedores de marcas premium como Mercedes (a través de Daimler), MAN, el grupo ZF o el gigante chino SAIC, entre otras, tanto en el mercado de equipos originales como de piezas para recambios. Fuera de la automoción, las fábricas del continente asiático tienen capacidad de ensamblar engranajes de casi dos metros para los aerogeneradores que abastecen de energía verde al mundo, con clientes como Siemens o ABB.

Ensamblaje de rodamientos en la fábrica de Fersa, en Plaza.

Ensamblaje de rodamientos en la fábrica de Fersa, en Plaza. / Laura Trives

Sin embargo, la propia compañía se las ha tenido que apañar para engranar su historia y sobrevirvir a las reiteradas crisis industriales, lo que ha hecho de Fersa una sucesión de formas empresariales de las que se desprende la esencia de la multinacional. Los orígenes de esta empresa con pedigrí se remontan a los años 40 del siglo pasado, cuando nacieron al albur de la posguerra dos talleres familiares en Zaragoza (Talleres Abad y Sánchez y AJR Rodamientos) que terminaron por fusionarse en 1968 para dar lugar a Fabricantes Especiales de Rodamientos SA, Ferdsa. Tras años de crecimiento a lomos de la industrialización del país que llevaron a distintas expansiones por la periferia de Zaragoza, las sucesivas crisis comenzaron a acechar a la empresa hasta ponerla al borde del precipicio en la década de los 80.

Fue en aquel momento en el que 44 de sus trabajadores, con Isaac Tomás al frente, dieron un paso adelante para echar a rodar una sociedad anónima laboral (una suerte de cooperativa) que, pese a la injerencia externa de un inversor vasco que les jugó una mala pasada, y con el apoyo de la Administración, logró dar viabilidad a la empresa hasta que un fondo de capital aragonés (Going Investment) tomó las riendas de la empresa en el año 2002.

El cuartel general de Fersa está en la Plataforma Logística de Zaragoza.

El cuartel general de Fersa está en la Plataforma Logística de Zaragoza. / Laura Trives

De la mano de Carlos Oehling y Ángel Goyanes, dos socios industriales con experiencia en el sector, comenzó una expansión fulgurante que ha llevado a Fersa a un horizonte ni siquiera soñado. En 2011, la dirección de Fersa decidió emprender la aventura internacional. La primera apuesta fue China con la apertura de una fábrica en Jiaxing, que suma hoy 250 trabajadores, seis líneas de fabricación, oficinas, almacenes y laboratorios con tecnología avanzada. «Fuimos a China no a deslocalizar la industria, sino a competir con los fabricantes chinos y aprender todo lo que pudiéramos», señala el CEO de Fersa,_Rafael Paniagua, que acaba de tomar las riendas de la compañía en plena expansión de la multinacional.

El experimentado directivo cordobés fue nombrado CEO de la compañía para dar relevo a Oehling (que pasa a ocupar la presidencia del consejo de Administración) y a Francisco García Sanz (ahora vicepresidente) después de que hayan multiplicado por 40 el volumen de negocio de la compañía en los últimos 20 años. Sin embargo, el nuevo capitán del barco no entiende el proceso como una profesionalización. «Este es un barco suficientemente estable que quiere crecer de forma importante y es bueno que haya personas que hayan estado en organizaciones más grandes, aunque las empresas familiares son muy profesionales y esta es prueba de ello», explica el directivo.

La expansión internacional

Asia fue solo el primer paso de un crecimiento que no ha encontrado freno desde el año 2016. Ni la incertidumbre atemoriza a la compañía aragonesa, que ve «más oportunidades» que riesgos en diversificar su producción. Fue hace ocho años cuando Fersa adquirió la marca austríaca NKE, especializada en rodamientos fuera del sector de la automoción, lo que hizo crecer al grupo en el corazón de Europa y supuso el primer golpe sobre la mesa en materia de crecimiento inorgánico. El año pasado, la aragonesa formalizó la adquisición del 70% del accionariado del grupo indio Delux Bearings, que suma dos fábricas y una fuerte presencia en la nación.

En 2022 dieron el gran salto a América, aunque solo en el apartado comercial, con la compra de la estadounidense PFI, que sumaba varios almacenes logísticos con las filiales de EEUU, Chile, Brasil, México, Colombia, Chile, Bolivia o Argentina. «Estamos estudiando una localización para iniciar la actividad fabril. Tenemos una descompensación entre la presencia comercial y la industrial y es algo que vamos a estudiar para el plan estratégico hasta 2030», explica Rafael Paniagua.

Ensamblaje de un rodamiento en la fábrica de Plaza.

Ensamblaje de un rodamiento en la fábrica de Plaza. / Laura Trives

Sin embargo, Zaragoza es el corazón de la compañía. No se contempla la posibilidad de una deslocalización, pese a que no les cuesta reconocer que existe una competencia «feroz» con los países asiáticos, donde es mucho más barato fabricar. Así que una industria localizada en España tiene que competir con otras herramientas: automatización y calidad en el producto, lo que se traduce en abaratamiento de costes. En la fábrica de Zaragoza, donde se han ejecutado inversiones millonarias, trabajan con rectificadoras que utilizan el internet de las cosas para apreciar irregularidades en el proceso y corregirlas ipso facto sin necesidad de que medie la mano humana. «Es clave para abaratar los procesos y dar garantías al cliente, es la mejor forma que tenemos de competir en un mundo como este», explica Fernando Cebrián, mánager de Operaciones de Fersa en todo el mundo.

De hecho, la compañía acaba de inaugurar Fersa Lab, un centro de innovación y desarrollo de materiales para estudiar el comportamiento de sus rodamientos en condiciones extremas, entre otras cuestiones. A ese nuevo edificio han mudado sus oficinas centrales, ubicadas junto a la fábrica y el almacén logístico de Zaragoza.