Opinión | TERCERA PÁGINA

Los ecos y los hechos

Para la derecha reaccionaria, la democracia es un asunto instrumental, no tiene carácter substancial: la utilizo, no la defiendo

Las proclamas genéricas sobre los peligros ocultos de las opciones políticas de extrema derecha y de la derecha extrema tienen el grave inconveniente de que oídas muchas veces dejan de impresionar y se perciben como ecos lejanos. Sin embargo, los peligros de los hechos que las soportan, son reales, graves y contundentes. La actitud de la ultraderecha en Europa tiene referencias acreditadas de comportamientos autoritarios una vez alcanzado el poder. Se aprovechan de las oportunidades que ofrece el sistema democrático y luego se van cercenando las instituciones netamente democráticas, las que le dan sustancia y valor y la posibilidad de funcionamiento del sistema. Ocurrió en Polonia y ocurre en Hungría. No es una mera opinión. Ambos países han sido sancionados por las instituciones europeas y se les congelaron los fondos comunitarios por su intento de anular un sistema judicial independiente y autónomo y anular las posibilidades de una prensa libre.

Peor aún es el caso de Trump y Bolsonaro de intentar revertir resultados electorales incluso con violencia y de falsear la democracia. O el propio Miley que al mes escaso de estar en el gobierno amenazó a los manifestantes con llevarlos a la cárcel. Utilizan las diversas instituciones de la democracia para crear regímenes autoritarios. ¿Y Meloni? Parece que lava más blanco, como señalaba un periodista, pero estropea la ropa. Denle tiempo.

De la derecha extrema recordamos, hay que hacerlo, cómo Aznar y Álvarez-Cascos intentaron liquidar el grupo Prisa como un grupo de información independiente que no controlaban, con la guerra de las plataformas televisivas. Una vez más contaron con apoyo judicial, el del juez Gómez de Liaño, posteriormente condenado y expulsado de la carrera judicial por prevaricador en este asunto. Y más recientemente asistimos al uso de los poderes del estado por el PP con la policía patriótica para ocultar pruebas de la Gürtel o para atacar a sus adversarios políticos. En resumen, utilizan las instituciones democráticas para sus fines políticos y particulares y por supuesto corruptos. Para la derecha reaccionaria, la democracia es un asunto instrumental, no tiene carácter substancial: la utilizo, no la defiendo. Hechos son amores.

Pero hay más. Las incongruencias en las propuestas de política económica, lo de las cosas del comer, es tanto o más peligroso que sus escasas convicciones democráticas. No les importa rematar el Mar Menor por favorecer unos intereses estrechos y mezquinos con una agricultura tóxica. Su cuestionamiento de las vacunas contra el covid y sus demandas judiciales para anular los confinamientos, constituyeron un riesgo vital para la ciudadanía que hubiera supuesto un retraso considerable en la recuperación económica posterior de haberlas seguido, amén de las muertes que evitaron. Su comportamiento con las residencias de Madrid es clamoroso: 7.291 muertos. Menos mal que no gobernaban en el Estado. Proponían en Castilla León relajar los controles sanitarios de la tuberculosis del ganado bovino, un sector en el que la seguridad y las garantías sanitarias son cruciales. Si no lo paran el gobierno central y el europeo nuestro sector ganadero se habría arruinado durante una temporada larga. Rebajar como querían PP y Vox los controles sanitarios era pan para hoy y hambre para mañana. El cuestionamiento de Europa y pedir la rebaja de impuestos y promover movilizaciones en el campo contra Europa es otra contradicción flagrante. Muy bien: se dejan de pagar impuestos y se anula la PAC, una típica opción ultraliberal. A ver cuántos agricultores sensatos la compran. Las recetas facilonas de Friedman y Hayek que pregonan los Miley de turno ya tuvieron una demostración reciente con la primera ministra británica Liz Truss hace poco más de un año: hundimiento de la libra y pérdidas enormes en los fondos de pensiones británicos. Duró apenas un mes en el cargo.

Si su ética política, cuando simplemente no aceptan los resultados de unas elecciones, es muy dudosa, su ética personal ofrece ejemplos preocupantes. Podíamos ver al cabeza de lista de Vox en Sevilla, juez en excedencia, que cobraba unas subvenciones para montar una fabrica que nunca hizo, o esa dirigente de Vox en Madrid, Monasterio, que sin tener el título hacia proyectos de obra y en una actuación más reciente vota dos veces en el Parlamento. Todo ello sin llegar a tocar poder de verdad. O el comportamiento del cabeza de la formación, Abascal, que reconociendo que estuvo unos años cobrando de las mamandurrias que le proporcionaba Esperanza Aguirre no ha devuelto el dinero que se llevó, más de 70.000 euros anuales. No abundaremos en hechos más recientes como lo relacionado con la Memoria democrática y su cuestionamiento hasta de la ONU. Lo de que viene el lobo, es real y debemos estar atentos y denunciarlo. Ahora bien, también debemos reflexionar sobre las causas que dan alas a estas formaciones tan irracionales. Decía Sarkozy, dirigente francés de derechas, de la derecha civilizada, de esa que se encuentra poco por estos lares, que cuando la gente se quejaba de que estaba mal, es que realmente estaba mal. Pues bien, sería muy oportuno que reflexionáramos sobre algunas de las circunstancias que encuentran aparentemente respuesta en estas opciones tan peligrosas. Reflexiones sin apriorismos, sin vendas ideológicas, sin pereza intelectual e ideas preconcebidas, algunas más viejas que los caramelos almendrados. El mundo del siglo XXI no es el del XIX.