Opinión | editorial

¿Cuidar de quien te maltrató?

En los distintos ordenamientos jurídicos españoles, como en el Código Civil, el legislador pretende convertir el deber moral de atención a los mayores, base tradicional del tipo de familia que ha sido fundamento de nuestra sociedad, en una obligación legal reglamentada, con consecuencias incluso penales en el caso de no llevarse a cabo. Son los preceptos previstos, por ejemplo, en el Código Civil en relación a la «prestación de alimentos» (que incluye no solo manutención sino cuidados en general) y a la «provisión a sus necesidades» que, en el caso de no cumplirse, pueden derivar incluso, según sentencias del Tribunal Supremo, en delito de «homicidio por omisión». La legislación, pues, es garantista en relación a los cuidados para con la ancianidad, especialmente en las situaciones de desamparo.

Pero la sociedad está cambiando. El nivel de concienciación en relación a la violencia de género y al maltrato infantil ha aumentado notablemente, no solo con leyes que sancionan este tipo de conductas, sino, de manera especial, en la percepción global de la problemática. Y se da el caso de los hijos ya maduros que se encuentran de nuevo con padres ahora ancianos que necesitan de su apoyo, pero que, en el pasado, o bien se desentendieron de sus obligaciones o bien actuaron con una violencia, física o mental, contra su pareja y contra los hijos, que les desacredita éticamente. El vínculo afectivo que se rompió en su momento es difícil que renazca por el hecho de verse en una situación de dependencia que, por otra parte, puede reconducirse a través de servicios sociales y no de las tradicionales obligaciones paterno-filiales.

¿Hasta qué punto puede exigirse a unos hijos que vieron cómo su progenitor maltrataba a la madre o rehuía los deberes de la potestad paternal la responsabilidad de hacerse cargo del padre en su ancianidad? La exención de la obligación legal (a través de una sentencia en firme o con la aportación de pruebas que corroboren la pasada circunstancia de abandono) se instala en nuestro entorno como una posibilidad que refleja el reportaje de EL PERIÓDICO a partir del libro de la trabajadora social y terapeuta Maria José Lozano (Yo no te cuido). La sociedad ha cambiado y también el rol de las mujeres en una estructura que ya no responde a unas anticuadas convenciones de origen rural, sino que se adapta a nuevas maneras de entender las relaciones y la familia.

Es cierto, no obstante, que nos movemos en una escala de grises. Los ejemplos aportados por expertos y por entidades que trabajan en este campo nos informan de los cambios, pero también de la permanencia de un cierto sentido del deber, incluso a pesar de las cicatrices emocionales. Si a ello añadimos el aumento de la esperanza de vida, el envejecimiento de la población y, asimismo, las dificultades de conciliación entre las obligaciones laborales y la atención a los mayores, nos hallamos ante un panorama de numerosos conflictos familiares que merecen no solo una respuesta jurídica, sino, especialmente, vías de entendimiento y mediación más allá de los tribunales.

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