Opinión | fuera de campo

Los raperos, esos filósofos con ‘flow’

Siempre me tengo que quitar el sombrero con Fatih Akin, el cineasta turco y alemán que profundiza en la belleza y la barbarie de nuestro tiempo. Mi cinta favorita suya es En la sombra, con una superlativa Diane Kruger con la que pronto volverá a trabajar para hacer Amrum. Pero hoy quería poner la atención en su selección sonora, la que hace en Soul Kitchen con Jan Delay y su Disko de la brillante Wir Kinder vom Bahnhof Soul, a veces hasta dylaniano, y en su último film Oro puro, ya en plataformas, una maravillosa oda que narra la dura desventura del rapero Xatar desde el gueto a la cima de las listas de éxitos, un volantazo con las mismas dosis de redención que de ambición, en la que con elegancia late su Mama war der Mann im Haus como leitmotiv.

La palabra leitmotiv también proviene del alemán: leiten, que significa guiar. El término se utilizó por primera vez en 1871 con las piezas del compositor romántico de Eutin Carl Maria von Weber, autor que no llegó a cumplir ni los 40 años siquiera. Fragilidad. Y Wagner, temperamento, lo calzó para sus dramas como un tema musical tan repetido como recurrente. La cosa era y es conducir. Ni poetas ni Poe, los buenos raperos son los ensayistas del siglo XXI, y son unos filósofos de pro que, principalmente, «se guían» tanto por su instinto como por sus tripas y voz interior, esa que muchos llamamos conciencia.

Pepitos Grillo aparte, los raperos y raperas (pocas), son también el pulsómetro sentimental de nuestra sociedad, muchas de las veces con la declinación gozosa en plural de una generación que, cual Sísifo, se enfrenta una y otra vez a la semilla de la maldad que proclama el individualismo más atroz. Uno de sus hijos más tenaces se llama Mario Maher. Rap, soul, mucho funk y sus variantes (como Delay), es un orgullo para la Zaragoza Inmortal tener entre sus vecinos y artistas a El Momo, ese «Antihéroe» que seguro sería amigo del alma de un tal Miles Morales.

Hoy sábado, en el Café La Palma de Madrid, Mario cierra la minigira presentación de su último disco Artesanía. Tras el concierto de hace una semana en Las Armas, el subidón de fiesta, adrenalina y talento quedó flotando en la atmósfera. Con Kase.O en cámara y recámara, ambos quijotes asfaltan las furiosas carreteras de nuestro rap. Con Bombony Montana en los tejemanejes y mandos, El Momo tiene tanto flow cómplice como lo guarda el otro Montana, el Tony. Tener rollo o estilo es suerte de nacimiento, vale, pero también, fruto de un trabajo continuo, meticuloso y de detalle, que hace del rap un gran taller de orfebrería. Y en Artesanía, sus pequeñas joyas ya están marcadas a fuego.

Así mismo, el flow también es consciencia, ser libre y poder fluir, y de eso sabe mucho este artista: atender y crecer, crear y reinventarse con cada álbum, con cada tema, sonido o quimera. El buen rap guarda y reparte autoestima y carga positiva. Nuestra ciudad y Estado las necesita. ¿Qué pasaría si tuviéramos un presidente rapero, filósofo y con flow? Estaría bien probar. Que sepa liderar y nos haga un leiten. Cambiaría nuestras normas de vida, y nos cantaría una bella balada Como nadie lo ha hecho nunca. Apunten mientras en sus agendas, co: próximo concierto maño de El Momo, el sábado 19 de octubre en la Sala Oasis, acompañado de El Doblezero y DJ Fleki Flex. Ahí es nada, aquí está todo.