LA EVOLUCIÓN DE LOS VOTOS EN LA COMUNIDAD

El bipartidismo recupera a ritmo lento el terreno perdido en Aragón

PP y PSOE vuelven a ser la elección de más de dos tercios de los electores

Aragón Existe y Vox recogen los espacios dejados por Podemos y Ciudadanos

Evolución del voto en aragón en la última década.

Evolución del voto en aragón en la última década. / EL PERIÓDICO

Sergio H. Valgañón

Sergio H. Valgañón

Seguro que no se acuerda de aquel tiempo en el que España solo se dividía en rojo y azul, con la excepción de aquellos partidos políticos que recogían el sentir de los nacionalismos periféricos. En Aragón, el tablero de juego era más interesante por la presencia de dos partidos aragonesistas, con mayor o menor fuerza. Las tendencias y la polarización vuelven a llevar la partida hacia posiciones que recuerdan al siglo pasado.

Esa es la principal evidencia que se puede sacar de la última década de elecciones en Aragón. La aparición de los indignados, traducidos en Podemos y Ciudadanos, cambió el dibujo de una partida política que hoy, al menos en la comunidad, tiene más actores que nunca. Con los naranjas desaparecidos y con los morados en un descenso irrefrenable, Vox y Teruel Existe, que estrena grupo en La Aljafería, toman el hueco de los herederos de las tiendas de campaña en las plazas.

Fue en las generales de 2011 cuando el bipartidismo tocó techo en el presente siglo. Aragón se sumó a la tendencia nacional y casi ocho de cada diez electores confiaron su voto a Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba. Un 79,2% de los aragoneses con derecho a voto cogieron la papeleta del PP o del PSOE, siendo los conservadores la formación mayoritaria con un 47,7%. Una masiva respuesta al mal final del gobierno de Zapatero y con la urgencia de frenar el declive económico nacional. El resto de los colores en el Congreso de los Diputados, los ya conocidos: nacionalismo vasco, independentismo catalán y la resistencia de Izquierda Unida.

Para 2015, cuatro años después, el número de partidos con opciones de representación se había multiplicado y muchos electores sentían que sus necesidades volvían a formalizarse en una papeleta. Efecto contrario: los dos gigantes políticos del país alcanzaban su suelo en las autonómicas (44,1% de los votos) y lo rozaban en las municipales (48,2%). Podemos y sus marcas arrasaban y llegaban los llamados «ayuntamientos del cambio», con Pedro Santisteve marcando ejemplo en Zaragoza. En las generales, una ligera recuperación del PP y PSOE hasta el 54,4%, siendo los populares de nuevo la formación más votada. Sin embargo, por aquel entonces, los nombres más repetidos en la política nacional eran los de Pablo Iglesias y Albert Rivera.

Unos meses después, el bloqueo político exigía una repetición de elecciones, ya entrados en el 2016. Apoyados en el miedo, ese arma que tanto se usa en política, los partidos tradicionales volvieron a vender la idea de que la estabilidad en España se dibuja con gaviotas o con rosas. Los aragoneses confiaron y algunos de los que unos meses antes habían elegido el morado y el naranja volvieron a los colores primarios. Un 60,7% de los electores de Aragón depositaron su confianza democrática en Mariano Rajoy, a la postre presidente del Gobierno, y en un Pedro Sánchez que transformó, en ese mismo año, su carrera política y el destino a corto plazo de España. Reflejo de la sociedad nacional, un 35,89% de los aragoneses confiaron en el PP, mientras que un 24,85% siguió pensando que el cambio lo daría el PSOE.

El 2019 ya es recordado como el año en el que muchos españoles votaron más veces de las que salieron de fiesta o celebraron un gran evento. Hasta en cuatro ocasiones reclamaron las urnas a los electores. Como demuestran los datos, el hartazgo con la corrupción del PP llegó a su punto máximo y el momento de dar el vuelco favoreció a un PSOE que volvió a liderar en Aragón y en todo el país.

Pese a todo, la noticia no estaba en la llegada de Pedro Sánchez a La Moncloa o en la reválida de Lambán en el Pignatelli, sino en la forma de hacerlo. El primero llevó al país a unas segundas generales, tras la fallida intentona con un Albert Rivera que encargó entonces el ataud de Ciudadanos; y Sánchez se vio obligado a pactar con Podemos, que ya había comenzado a perder fuerza, para evitar el crecimiento de Vox. En esos comicios nacionales, los partidos tradicionales se quedaron con un 51,6% de los votos, llegando en la repetición electoral hasta el 54,7%. Lambán, sin embargo, se quedó en un 30,82% (20,89% para el PP) y tuvo que darse la mano con Podemos, CHA y PAR. En las municipales, dominio socialista pero registros aún más bajos: 27,62% para los progresistas por un 21,67% de los populares.

Y hace solo unas semanas, el vuelco definitivo a la nueva política y la tendencia cada vez más real de que el bipartidismo vuelve a imperar en España. El PP arrasó en las autonómicas y en las municipales, con un 35,55% y un 37,88% respectivamente, subido en la ola del antisanchismo que reclamaba el fin del dominio socialista. En el PSOE, como dicen desde finales del mes de mayo, los que fallaron fueron sus aliados, ya que apenas perdieron un par de puntos porcentuales respecto a los registros de los comicios autonómicos y municipales del 2019.

Tan solo dos meses después, en las generales, el PSOE se aupó hasta el 31,08% y el PP se estancó en el 36,33%, manteniéndose como partido dominador en la comunidad. Una nueva tendencia que deja a Azcón cerca del Pignatelli y a sus potenciales socios, Vox y Teruel Existe, como los herederos de los sillones que durante casi una década han pertenecido a Ciudadanos y Podemos.

El bipartidismo quizá no está de vuelta porque nunca se ha ido del todo. Las cifras de hoy, el 67,4% entre el PP y PSOE, se acercan lentamente al 79,2% con el que reinaron en Aragón. Dentro de cuatro años, quién sabe si antes, se verá si el camino no tiene freno o un nuevo golpe en la mesa agita el tablero de juego.