NOVELA

Crítica de 'El telegrafista', de Luis Salvago: Odio entre hermanos

El creador ha conseguido ser minucioso con cada detalle y entrar en materia sin preámbulos, dotar a cada capítulo de la emoción requerida

El escritor Luis Salvago, autor de 'El telegrafista'.

El escritor Luis Salvago, autor de 'El telegrafista'.

Javier Lahoz

No es una novela sobre la guerra, aunque la crueldad se palpa. No se trata de una intriga, aunque el enemigo acecha. No es una novela romántica, aunque respira amor por los cuatro costados. No es una novela costumbrista, aunque la vida cotidiana lucha por continuar. Lo tiene todo, pero en las dosis adecuadas. Y por encima de cualquier otra cosa, se ve que el autor, Luis Salvago, valenciano afincado en Zaragoza, posee oficio. Reconozco que lo tenía pendiente desde hace tiempo, pues ya cuenta con alguna que otra novela en su haber que tengo ojeada pero no hojeada, hecho que va a cambiar de inmediato. Supongo que es bueno hacerse esperar y disfrutar del momento. Me ocurre a mí y, quiero creer, le ocurre a él, pues hoy por hoy los premios se le acumulan y uno de los más recientes, el de Novela Ateneo-Ciudad de Valladolid, en su edición número 71, le ha sido entregado por esta obra, 'El telegrafista', publicada recientemente por Menoscuarto Ediciones y cuya lectura acabo de terminar ahora mismo.

Uno de los puntos más destacables, y me apresuro a recalcarlo, es lo bien escrita que está. Se echa de menos un léxico tan abundante en muchas otras novelas que pasan a menudo por mi mano. Aquí he hallado, porque de un auténtico hallazgo se trata, términos que suponen un descubrimiento y que merecen una búsqueda en el diccionario, lo que no deja de ser una riqueza que hay que saber atesorar. A veces estos términos se refieren a acciones u objetos que parecen pertenecer a otra época, y queda medianamente justificado el desconocimiento. Pero a veces el secreto está en la precisión, en entender que hay palabras que se ciñen a lo que se cuenta, tanto las que perduran intactas a través del tiempo, como las que han evolucionado adquiriendo nuevos significados. La tendencia a reducir el vocabulario hace que pocas veces sean unas u otras las elegidas. En este caso, la exactitud prima. En este caso, la crudeza de los hechos se alía con la de las palabras y ahí radica el impacto que dicha unión provoca en el lector: es la habilidad de llamar a las cosas por su nombre. La desolación puesta en imágenes.

Minucioso sin preámbulos

El creador de esta ficción ha conseguido ser minucioso con cada detalle y entrar en materia sin preámbulos. Ha sabido dotar a cada capítulo de la emoción requerida, a sabiendas de que la estructura de cada uno de ellos es similar. Un protagonista, Luis, sumido en el deterioro físico, le hace a otro hombre partícipe del pasado que lleva a sus espaldas y que está lleno de guerra, de soledad, de miedo y de un ajuste de cuentas irresoluble con el otro protagonista, Ezequiel. No importa el contexto para que ese odio aflore. La guerra está ahí, delaciones y torturas que imprimen horror, pero es únicamente el telón de fondo, porque el temor y la incertidumbre flotan en el ambiente cada vez que ellos se encuentran frente a frente aun sin estar en el frente. Como si de un duelo se tratara. En realidad, resulta más inquietante su relación que los estallidos que resuenan día y noche y que obligan a multitud de personajes a cambiar de escenario y a justificar sus actos.

Hay historias secundarias que saben a principales, en especial la del brigadista chino, que sabe ganarse página tras página el sitio que se reserva a los grandes personajes. Ocurre con Nieves y con Marta, ocurre con Jacinto, que incluso en silencio, lejos de otorgar, defienden su posición. Sé que me precipito. Me gusta que empiecen a resonar estos nombres que para mí ya significan mucho, no importa que carezcan de significado para quienes todavía no han entrado en este mundo en el que incluso los signos encierran su propio lenguaje. El telégrafo, oficio repleto de significados, es un sistema de comunicación que hoy será recibido por muchos como algo anacrónico. Y sin embargo, el poder de darle difusión a lo que necesitamos expresar no deja de ser una manera de escapar. Qué lejanos y qué cercanos pueden llegar a parecer determinados artilugios que fueron concebidos como futuro y son firmes testigos del pasado.

Situaciones atroces y despiadadas

He hecho bien en hacer caso a quienes me proporcionaron buenas referencias de esta novela que se lee con interés, obliga a abstraerse y no oculta situaciones atroces y despiadadas. Justamente por eso quizás convenga ir despacio, escuchando, observando y teniendo cuidado de no pisar en falso. Los vínculos emocionales que se crean son tan poderosos, odios y amores buscando imponerse, que permiten encontrar varias novelas en una. Diálogos cuidados, respuestas medidas, miradas aviesas y bombas que ensordecen. El mundo se tambalea por dentro y por fuera, mil puertas abiertas llenas de encerronas que hay que sortear. Sabido es que en adelante, cuando por fin se haya restablecido un nuevo orden, nadie volverá a ser el mismo. Quizás los lectores tampoco. 

'EL TELEGRAFISTA'

Luis Salvago

Menoscuarto Ediciones

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