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El Papa Luna en el Compromiso de Caspe

Benedicto XIII tuvo una gran influencia en la elección de Fernando de Trastámara como rey de Aragón

El Compromiso de Caspe, por Salvador Viniegra, 1891.

El Compromiso de Caspe, por Salvador Viniegra, 1891.

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

El aragonés Pedro Martínez de Luna es de esas figuras históricas que no necesita mucha presentación, ya que es de sobra conocido por ser uno de los grandes protagonistas del gran Cisma que dividió durante décadas a la Iglesia Católica y también por el gran y espectacular castillo de Peñíscola que utilizó como sede de su pontificado en sus últimos años. Pero en lo que no se suele reparar tanto fue en el papel clave que jugó en el interregno que vivió la Corona de Aragón durante algo más de dos años y en la misma elección de Fernando de Trastámara como nuevo rey.

Pero primero empecemos por su sorprendente y no tan conocida ascendencia. Nacido en la localidad zaragozana de Illueca en el año 1328, era hijo segundón de una rama menor de los Luna, una de las familias nobles más poderosas de la nobleza aragonesa durante la Edad Media. Hasta aquí ninguna sorpresa, pero es que por parte de madre tenía una ya por entonces algo lejana conexión con el último rey musulmán de Mallorca. Este último monarca se llamaba Abu- Yahya, y aunque realmente no tenía el título de rey sino de walí (gobernador) de la isla en nombre del Imperio almohade, las fuentes cristianas hablan de él como el «rey moro de Mallorca».

Jaime I el Conquistador fue quien impulsó la conquista de las islas Baleares y especialmente de Mallorca a partir del año 1229, logrando derrotar a las fuerzas de este reyezuelo mallorquín. Durante el desarrollo de aquella guerra de conquista, las tropas de Jaime capturaron a uno de los hijos de Abu-Yahya, siendo llevado a territorio aragonés bajo la tutela del mismo monarca, quien se convirtió en el padrino del joven cuando este fue bautizado al cristianismo en la Seo de Zaragoza ya en el año 1234. Por ello, el hijo del último rey de Mallorca, y una vez convertido al cristianismo, tomó el nombre de su padrino, siendo conocido desde entonces como Jaime. Según lo que nos relata siglos más tarde el cronista Jerónimo Zurita, este Jaime acabaría siendo el primer barón de Gotor y de Illueca, siendo conocido desde entonces como Jaime de Gotor, y de quien descendía por parte de madre un siglo más tarde el propio Papa Luna.

Castillo de Peñíscola, última sede papal de Benedicto XIII.

Castillo de Peñíscola, última sede papal de Benedicto XIII. / EL PERIÓDICO

Gracias a las conexiones y enlaces matrimoniales de su familia con la monarquía, Pedro Martínez de Luna fue ascendiendo en la jerarquía eclesiástica hasta ser nombrado cardenal por el papa Gregorio XI. Pero fue a la muerte de este cuando la Iglesia se dividió llegando a crearse dos sedes papales, una en Roma y otra en Aviñón, cada una con su propio pontífice. Fue en esta última sede en la que Pedro de Luna acabó convirtiéndose en papa adoptando el nombre de Benedicto XIII, viviendo una etapa en la que los diferentes Estados de la cristiandad europea estaban divididos en su obediencia a uno u otro pontífice. En los años siguientes, las luchas de poder y de la política obligaron al Papa Luna a abandonar Aviñón regresando a la Corona de Aragón, donde siempre buscó tener un papel preponderante para tratar de mantener la obediencia que le seguía dando la Corona a su pontificado. Por ello, cuando en el año 1409 falleció el único hijo y heredero legítimo del rey Martín el Humano, el Papa Luna se volcó en ayudar al monarca para dar la legitimidad a un nieto bastardo que tenía llamado Fadrique. Pero cuando toda esta operación estaba a punto de completarse, Martín el Humano falleció en mayo de 1410 sin haber dispuesto finalmente quién debía ser su heredero.

En estas situaciones, la guerra civil solía ser la respuesta a la disputa entre los diferentes candidatos que deseaban el trono, pero la Corona de Aragón fue diferente. En los más de dos años en los que no hubo rey se preparó el terreno para buscar una solución pactada y pacífica, donde el Papa Luna tomó una vez más un papel protagonista. Se olvidó del apoyo que había dado en su momento a Fadrique y comenzó a ayudar abiertamente a otro de los candidatos al trono: el castellano Fernando de Trastámara. El papa aragonés vio seguramente como una oportunidad perfecta el dar su apoyo al hasta entonces regente de Castilla para que se convirtiera en el nuevo rey de Aragón, pues de ese modo no solo tendría garantizado el apoyo de la Corona de Aragón a su pontificado, sino también el de Castilla.

Finalmente, en la Concordia de Alcañiz se pusieron las reglas de cómo debía ser la elección y que esta se debía realizar en Caspe. Allí se reunieron durante semanas los nueve electores designados, y el 28 de junio de 1412 Vicente Ferrer anunció desde la Colegiata de Santa María de Caspe que el elegido era Fernando. Sin embargo, tanto a Fernando como a su hijo y sucesor Alfonso V se les acabaría olvidando pronto el importante apoyo que les había dado Pedro Martínez de Luna, pues acabarían quitándole su respaldo y quedando prácticamente abandonado, aunque manteniéndose en sus trece, en su sede pontifica de Peñíscola.

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