Real Zaragoza

El perfil de Raúl Sanllehí. La figura rota

Enemigo declarado de la rendición, abandona sin que La Romareda se lo haya exigido, apelando al «desgaste» y con la sensación de tener algo ya atado

Elegido por la propiedad para liderar el manido «proyecto de ascenso» se va dejando un club mejor en el plano estructural y económico pero tras un fracaso deportivo mayúsculo

Raúl Sanllehí, durante una entrevista concedida a este diario.

Raúl Sanllehí, durante una entrevista concedida a este diario. / JAIME GALINDO

Jorge Oto

Jorge Oto

Hace nada, Raúl Sanllehí se declaraba enemigo acérrimo de la rendición. «Me crezco ante las situaciones difíciles», manifestó en público para sortear la enésima crisis deportiva de un Real Zaragoza envuelto en un proyecto «de ascenso» fracasado. Dos años ha durado el catalán en un cargo al que, a pesar de su proclama, ha acabado renunciando sin que nadie le haya exigido que lo haga. Se rinde Sanllehí, «desgastado» y «vaciado» por el triste devenir de un equipo al que ha sido incapaz de situar entre los mejores. Ni siquiera ha podido, de hecho, sacarlo de una mediocridad que le mantiene anclado en la intrascendencia, en el mejor de los casos. El Real Zaragoza que deja Sanllehí no es mucho mejor que el que recibió. En el aspecto meramente deportivo, claro está. Porque en el económico y el estructural, la progresión es evidente.

La marcha de Sanllehí, posiblemente asociada también al hallazgo de un nuevo destino que no tardaría en conocerse, es el fracaso del primer proyecto de una propiedad que recurrió a la relevante figura del catalán para aportar enjundia y prestigio a su empresa. Sanllehí, tras su paso por el Barcelona o Arsenal y tras haber trabajado para UEFA y ECA, era el indicado para asumir la dirección general pero, sobre todo, para ser la cabeza visible y el nexo de unión con una propiedad a miles de kilómetros de distancia. Sanllehí era orden y mando. Líder.

Defensor a ultranza de la honestidad, el trabajo y la paciencia, Sanllehí se va sin que nadie se lo haya pedido -al menos todavía- y horas después de haber presidido desde el palco la despedida a la temporada y al Gol Sur. Se marcha de forma tan sorprendente como inesperada para quedar irremediablemente erigido como la primera víctima de la peor temporada del Real Zaragoza en Segunda. Semejante fiasco estaba llamado a acarrear consecuencias. 

Se va el director general que eligió a Carcedo, Escribá y a Cordero «entre más de 30 ofrecimientos». Y el que accedió al regreso de Víctor Fernández, «el único nombre que Cordero ha puesto sobre la mesa», dijo en marzo, cuando fue presentado el técnico aragonés. Abandona el directivo al que se encomendó el diseño de ese «proyecto de ascenso» que tanto repetía en cada intervención pública en las que, en todo caso, jamás accedió a fijar una fecha para lograr el objetivo. Se va un experto en números y un brillante negociador al que, dicen, no resulta fácil engatusar o pillar en un renuncio con la calculadora en la mano. Se va un director general que también ha ejercido en ocasiones de director deportivo, lo que le llevó a demorar en exceso decisiones incuestionables que precisaban de una mayor celeridad, entre ellas, la destitución de algún entrenador en cuya elección fue parte esencial.

Experto negociador

Se va Sanllehí como se fue del Barcelona en 2017. Entonces, una oferta del Arsenal, que lo despediría tres años después, fue la causa. Ahora, el catalán confiesa sentirse «vaciado y desgastado» tras apenas dos años y deja entrever que, también en esta ocasión, cuenta con una propuesta laboral que habría sido clave en su decisión de hincar la rodilla, más allá de ese deterioro anímico que resulta especialmente llamativo en una figura acostumbrada a lidiar con el poder y el dinero, que sobrevivió a Laporta, Rosell y Bartomeu y que participó en los fichajes de Neymar Ibrahimovic, Villa, Mascherano, Cesc, Jordi Alba, Umtiti, André Gomes, Dembélé o Coutinho, en el Barcelona, y apostó por Unai Emery primero y Mikel Arteta después en el Arsenal. Pero ahora, sostiene, el desgaste ha sido demasiado grande. 

Abandona Sanllehí convencido de que no es el problema pero sin haber sido la solución. Y eso, habida cuenta de que vino para ello, le ha acabado por costar el cargo. Renuncia a los dos años que le restaban de contrato para embarcarse, seguro, en otro proyecto con otros objetivos tras haber fracasado en el de acercar al Zaragoza al suyo. Se va Sanllehí tras haberse empeñado en transmitir la sensación de que nunca iba a hacerlo. Se marcha el director general que sucedió a Cuartero y que renovó a Torrecilla para echarlo meses después. Se va el ejecutivo que representó al club en cada acto de la operación Romareda y que presidió la despedida de parte del viejo estadio. «No me rindo fácilmente», decía. El Zaragoza lo cambia todo.