La 6ª jornada de Segunda

Empate y gracias. La crónica del Real Zaragoza-Racing (1-1)

La fuerza de La Romareda no evita que un pobre Zaragoza firme tablas ante un buen Racing 

Valera recoge el balón tras marcar el tanto del empate.

Valera recoge el balón tras marcar el tanto del empate. / JAIME GALINDO

Jorge Oto

Jorge Oto

No mereció más que un empate un Real Zaragoza reducido en las últimas jornadas, castigado por el infortunio esta semana y al que, en esta ocasión, la fortuna no le dedicó esa sonrisa de oreja a oreja que sí le tributó en Cartagena. O sí. Porque da la impresión de que cualquier otro Zaragoza de los últimos cursos habría perdido un partido que este, al menos, supo empatar con otro golpe de suerte al aprovechar un regalo defensivo del Racing justo antes del descanso y tras haber encajado poco antes. Bien pudo perder el equipo aragonés, que frena su racha de victorias seguidas pero no en seco. Sigue sumando y sigue arriba. Y no es moco de pavo la cosa.

El Racing fue muy superior en una primera parte en la que ejecutó a la perfección el plan establecido. Con Aldasoro incrustado en la mediapunta y sacando de quicio a la zaga y, sobre todo, a la medular zaragocista, el equipo cántabro mereció marcharse al descanso con la ventaja que le había otorgado el tanto de Grenier a falta de cinco minutos para el intermedio, pero este Zaragoza tiene muchas cosas. Entre ellas, flor. Y eso, en este campeonato, es gloria bendita. 

Con Gámez en el lateral izquierdo y Mesa de nuevo como acompañante más cercano de Bakis, el Zaragoza encaró el duelo con la intensidad transmitida desde una grada encendida desde antes del pitido inicial. Germán Mansilla, mal durante toda la noche, ignoró una entrada en el área de Saúl sobre Valera que bien pudo ser castigado como penalti, pero el Racing tardaría poco en quitarse las legañas y mirar al líder a los ojos, aunque un despiste en un saque de falta dejó a Manu Vallejo solo ante Ezkieta. El andaluz, sin embargo, no encontró un amigo.

Un disparo de Bakis que se marchó alto por poco tras un saque de esquina dio paso a los mejores minutos de un Racing que, liderado por Aldasoro y la calidad de Iñigo Vicente, rozó el gol en un par de ocasiones. La primera fue la más clara. Andrés retó a Cristian tras recibir de Aldasoro pero el meta salió airoso de un desafío que puso a prueba sus excelentes reflejos. El primer aviso, cuando apenas se había recorrido un cuarto de hora de contienda, advertía al Zaragoza de lo que estaba por llegar.

Y lo que llegó fue más dominio y ocasiones de un Racing que volvió a rozar el tanto con un disparo desviado de Ekain tras un despeje frágil de Mouriño. Andrés tendría otra al recibir, completamente solo en el punto de penalti, un gran servicio de Iñigo Vicente pero el disparo del delantero se marchó a las nubes. El Zaragoza, errático y estático, estaba tan incómodo como superado.

Otro error defensivo provocó el gol del Racing. Una entrega errónea de Marc y un mal control de Mouriño dejaron el balón en las botas de Iñigo Vicente, que habilitó a Grenier para que este aprovechara el resbalón de Cristian para batirle por bajo. Era la primera vez en la temporada que el cuadro de Escribá tiraba de un remolque lleno de polvo del desuso y había que comprobar cómo tiraba. 

Y no fue mal. Sobre todo, porque Valera, el mejor local, se puso al volante. El murciano, el único capaz de dotar de profundidad a un equipo plano que recordó en muchas ocasiones al de antaño, aprovechó un despeje involuntario de Mantilla para tirar de clase y marcar el empate en el segundo minuto de descuento decretado por el árbitro. Seguramente, el premio era inmerecido, pero este afortunado Zaragoza sabe buscarse los golpes de suerte.

Empezaba un nuevo partido. Escribá intercambió a Vallejo y Mesa en busca de algo más de velocidad arriba y de ayuda defensiva a un Gámez perdido. Pero el Racing, a lo suyo, insistía en su descaro y a punto estuvo de volver a adelantarse en el marcador con un cabezazo a placer de Mantilla que tocó en el palo izquierdo de Cristian. Otra vez, el Zaragoza tocaba madera.

José Alberto apostó por la velocidad y el incordio de Peque y Arana y retrasó a Aldasoro para no perder el control de un encuentro que el Zaragoza encaraba a ratos en forma de rombo en labores ofensivas y siempre con el 4-4-2 en línea en defensa. Vallejo y Marc dejaron hueco a Azón y Grau poco antes de que Enrich y Mollejo dieran descanso a Bakis y Mesa en pleno diluvio universal.

Y el partido fue muriendo poco a poco. Un par de cambios por aquí, una tangana por allá y un puñado de saques de esquina sin consecuencias. La Romareda, como siempre, se percató de la petición de ayuda de los suyos y se puso a cantar bajo la lluvia en busca de esa dosis extra de oxígeno que pedía a gritos un Zaragoza que, sin embargo, ya no daba más de sí. Empate y gracias, afición.