Opinión | CON SENTIDO / SIN SENTIDO

El timo libertariano

Tiene esta columna, entre otros, propósito de «desfazer entuertos» semánticos que intoxican nuestra mediosfera. Uno de los más habituales y tóxicos es la tergiversación del término libertario que está protagonizando la internacional ultraliberal reaccionaria. Durante el siglo XX esa palabra se asoció al comunismo libertario de los anarquistas, un ideal que solo pudo ponerse en práctica en la España en guerra, donde las comunas cenetistas tuvieron, por cierto, buenos resultados económicos. La acracia tradicional desconfiaba del estado burgués y de los mecanismos de la democracia liberal con el horizonte de una revolución de fraternidad colectiva. Hoy día, desde Estados Unidos sobre todo, han cobrado fuerza los libertarian, que también desacreditan el Estado (y la democracia liberal aunque no lo manifiesten). Y hasta aquí las coincidencias con el anarquismo, porque los libertarianos llevan hasta sus últimas consecuencias el individualismo liberal frente a la solidaridad ácrata y, por tanto, refrendan el darwinismo social de Spengler. En esa lógica del sálvese quien pueda sobran impuestos, coberturas sociales, justicia distributiva, etc. Priman en esa jungla los especímenes más ricos y con más poder y los que no sobrevivan a su inexorable ley están condenados al infierno de la exclusión y la pobreza. Ese es el paraíso que predica el gran profeta Javier Milei y al que se suma Ayuso. Es una doctrina en las antípodas del cristianismo y del genuino espíritu liberal que informa nuestras democracias y nuestras constituciones, incluida la española tan advocada por la presidenta madrileña. En medio de la actual desesperación y desconcierto el libertarianismo se disfraza de populismo, pero solo hay que preguntarse Qui prodest para desenmascararlo. La libertad es el señuelo, en realidad busca un autoritarismo al servicio de los privilegiados.

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