Opinión | EL ARTÍCULO DEL DÍA

Mi cerebro y yo

Creo que la divulgación, la difusión y la aplicación, a todos los niveles, de las neurociencias puede ser un avance significativo para la mejora personal y social

Desde hace mucho tiempo me ha fascinado todo lo que tiene que ver con nuestro cerebro. Aún conservo, muy subrayado, el libro titulado La mente humana de José Luis Pinillos, el número 41 de la colección RTV, Biblioteca Básica Salvat, de 1969. Desde entonces hasta ahora, las ciencias cognitivas, la neurociencia y todos sus derivados han tenido una profundísima evolución. Solamente adentrarnos en Internet y buscar información al respecto ya nos puede dar idea de los avances que se han conseguido y la cantidad ingente de investigaciones que se están realizando. Se sabe que los equipos de investigación para que sean fecundos es necesario que sean multidisciplinares, pues en el estudio del cerebro humano no se puede prescindir de ámbitos del saber tan importantes como la neurología, la psicología y psiquiatría, las ciencias fisicoquímicas, la biología, las ciencias humanas y sociales –pedagogía, antropología, sociología, filosofía– etcétera. Cada una de estas ciencias de manera particular y conexionadas entre sí, pueden ofrecer bases estructurales de gran provecho para la comprensión de nuestro cerebro, sin embargo, en todo este entramado que se teje para llegar al conocimiento profundo del cerebro humano me hago varias preguntas: ¿Mi cerebro y yo cómo nos relacionamos?, ¿por qué mi cerebro y yo nos relacionamos? En definitiva, cómo y por qué hay una íntima relación entre cerebro y mente. En mi caso, percibo que yo y mi cerebro somos distintos. ¿Quién piensa, mi cerebro o yo? Por otra parte, es evidente que hablar nos facilita pensar, y pensar nos facilita hablar; y también está claro que pensar y hablar nos permite comunicarnos, por lo que podemos decir que hablar y pensar son acciones socioculturales, las realizamos porque vivimos en comunidad, en una cultura y en una sociedad. Los expertos ya nos dicen que el cerebro humano, producto de una evolución de millones de años, es un órgano no solo biológico sino, esencialmente, social. Por eso, la antropología asigna al homo sapiens una condición plural y compleja: como un ser bio/psico/socio/cultural.

El interés por la neurociencia está en pleno auge. Todas las ramas del saber se arriman al calor de las investigaciones y progresos que conlleva el estudio del cerebro, tanto es así, que surgen muchas disciplinas a las que se les designa con el prefijo «neuro»: neuroeducación, neurolenguaje, neuromárquetin, neuroantropología, neurofísica, neuropsicología, neuromatemáticas, etcétera. Ante esta proliferación de ciencias «neuro» es posible que las ciencias humanas y sociales consigan avances muy acelerados y que nuestro progreso humano y social sea meteórico. Ahora bien, esta carrera del progreso humano desde las neurociencias puede llevarnos, sin darnos cuenta, a poner gran énfasis en todo lo que concierne al cerebro como órgano fisicocorporal en detrimento del yo como entidad psíquica, mental, espiritual.

Ante estas cuestiones está claro que es muy recomendable acercarse al mundo de la neurociencia y de los mecanismos psíquicos, no sólo para conocer nuestro cerebro, sino para comprenderlo desde la perspectiva antropológica y filosófica, que nos ayude a seguir la senda de la humanización y el progreso de manera ética. Creo que la divulgación, la difusión y la aplicación, a todos los niveles, de las neurociencias puede ser un avance significativo para la mejora personal y social. En este sentido, todos tenemos acceso a muchísima información tanto de bibliografía especializada como de acciones formativas. Aprovecho para aplaudir la labor que están realizando tantas entidades y personas que investigan y divulgan este campo; en nuestra comunidad autónoma, tenemos personas y entidades que trabajan en el ámbito de las neurociencias, especialmente aplaudo a la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía que está haciendo un gran bien a la sociedad aragonesa con sus cursos relacionados con la neuroeducación y con los congresos internacionales de Inteligencia Emocional que viene realizando desde hace unos años, donde se dan cita los mejores expertos e investigadores en estas materias.

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