Opinión | el triángulo

¿Quién decide lo que es política?

El fútbol ha sido y es la niña bonita de los deportes. El mejor pagado, el más reconocido, el más poderoso. Goza de bula papal. Ostenta el título de deporte rey. Los derechos de retransmisión de las distintas competiciones tienen tantos ceros como los de los aficionados, dispuestos a pagar cantidades indecentes por ver a los equipos de sus amores. Los clubes europeos se disputan a los mejores a golpe de talonario y ya nadie se echa las manos a la cabeza por que alguien pague 200 millones de euros por fichar a un jugador.

En los palcos, políticos, empresarios, periodistas y personas influyentes de cualquier sector vinculado a los negocios comparten tiempo y espacio. Se encuentran puntual y casualmente en un foro inocuo e inocente para cruzar conversaciones, cerrar acuerdos y pactar reuniones. En los vestuarios parecen no terminar de entrar las estadísticas sociales, políticas o sexuales. Todos, al concluir el partido, abandonan el campo en sus coches de alta gama en dirección a sus chalés ubicados en algún barrio residencial ajeno a la subida del IPC o la sanidad y la educación públicas.

Consecuencia de esa burbuja en la que viven aislados de los problemas mundanos, cuesta escuchar a estrellas deportivas mojarse sobre cuestiones que no sea el partido de turno. Las declaraciones de Mbappé, Thuram o Henry pidiendo a sus conciudadanos franceses que vayan a votar en las próximas legislativas para frenar a la ultraderecha han sido criticadas, cuestionadas e, incluso, afeadas. Sin ir más lejos, el portero de la selección española, Unai Simón, tras ser preguntado por ello, prefirió no opinar y señaló que a veces los futbolistas hablan demasiado. El guardameta consideró verborrea excesiva que los deportistas de la nación de la libertad, la igualdad y la fraternidad dijeran que esperaban seguir defendiendo valores como la diversidad, la tolerancia y el respeto después del 7 de julio, fecha de las elecciones.

Una vez más la vida nos demuestra que hasta las obviedades más simples hay que explicarlas tantas veces como sea necesario. Llevar una camiseta, una bata o un uniforme no deberían servir de excusa para inhibirse del compromiso y la responsabilidad social. ¿Qué es política y quién lo decide? ¿Posicionarse contra el abuso, el racismo, la xenofobia y la vulneración de derechos humanos lo es? ¿Es menos polémico un equidistante que quien dice en público lo que piensa en privado? ¿Por qué a pesar de los tiempos tan duros que vivimos seguimos siendo indulgente con los tibios? La sinceridad, el deber y la honestidad son cualidades deseables hasta que tocan el status quo. Los principios ya no son tan buenos cuando hablamos de fútbol.

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