Opinión | EL TRIÁNGULO
Feijóo se reivindica
El fondo del acuerdo es casi lo de menos. Que PSOE y PP hayan alcanzado un pacto sobre la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) importa más en esta ocasión por la forma que por el contenido. Entiéndanme. No significa que sea intrascendente o insustancial, sino que el hecho de sentarse a negociar, acercar posturas, ceder y estrecharse la mano adquiere una relevancia nada desdeñable en el momento político actual y especialmente para una de las partes.
Alberto Núñez Feijóo ha dado un golpe sobre la mesa. Silencioso y discreto pero contundente. Sin sobreactuaciones ni aspavientos, las cualidades que lleva demostrando desde que llegó a Madrid directamente por la AP-6. A veces más centrado, otras más escorado a la derecha, pero siempre sosegado, algo que sigue desconcertando y poniendo nerviosos a algunos compañeros de partido.
Desde que llegó a la presidencia ha aguantado salidas de tono y actos organizados por Ayuso exclusivamente para evidenciar su popularidad y presionar a Génova. La presidenta madrileña aparece y desaparece en los medios, marca la estrategia nacional del PP e influye en la agenda nacional cuando le da la gana pasando por encima de la dirección. La cacicada de condecorar al presidente argentino parece haber sido la gota que ha colmado el vaso de paciencia de Feijóo. Tanto como para pactar con Pedro Sánchez la renovación del CGPJ 24 horas después.
Hacerlo era una obligación constitucional después de la anomalía democrática que suponía su bloqueo. La lealtad institucional es transversal a todas las formaciones políticas, independientemente de que estén en el gobierno o en la oposición. Los dos partidos mayoritarios de España, que representan a dos tercios de la ciudadanía, llevaban cinco años sin renovar un órgano fundamental para la justicia. Tarde o temprano tenía que ocurrir, pero Feijóo ha querido que sea justo después de la visita de Milei a la Puerta del Sol.
Si Ayuso con su reconocimiento al presidente argentino desafió a su propio presidente, este ha dado un paso al frente dejando claro a los suyos que quien toma las decisiones sobre política nacional es él. Obviando las presiones del ala más dura, del aznarismo al ayusismo, el gallego ha decidido convertirse en el líder de un partido de Estado y pactar con quien hasta ahora ha presentado como el mayor traidor de España. Por unos días ha abandonado la descalificación y el descrédito contra Pedro Sánchez para hacer política, esa que sí repercute en la vida de los españoles. Ojalá este gesto no sea el último y lleve al PP por el camino de la oposición constructiva, aunque podría quedarse en un toque de atención en clave interna. Algo parecido a un aviso para navegantes que dependerá de Ayuso que se repita.
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