Opinión | ENTENDER+ CON LA HISTORIA

Miguel Fleta, la ópera y el cine

El artista oscense fue uno de los mejores tenores de la historia

El tenor aragonés Miguel Fleta en una imagen de archivo.

El tenor aragonés Miguel Fleta en una imagen de archivo. / EL PERIÓDICO

La figura del aragonés Miguel Burró Fleta es muy conocida y no es para menos, ya que al fin y al cabo su memoria permanece indeleble para los amantes de la ópera al haberse convertido en la década de 1920, hace ya un siglo, en uno de los mejores tenores de la historia a nivel mundial.

Miguel nació el 1 de diciembre del año 1897 en la localidad oscense de Albalate de Cinca fruto del matrimonio entre María Fleta Esparraguerri y Vicente Burró Gayán, siendo el pequeño de una familia de 14 hermanos.

Desde jovencito comenzó a mostrar que tenía unas grandes aptitudes para el canto, cuya primera instrucción musical corrió a cuenta de su padre hasta que llegó el año 1917, en el que Miguel destacó en un certamen de jota celebrado en Villanueva de Gállego. Esa fue la confirmación de que su futuro estaba en el mundo de la música, por lo que enseguida se marchó a Barcelona para poder recibir una formación mucho más profesional, en esta ocasión con la profesora belga Luisa Pierrick, con la que acabaría teniendo una relación sentimental.

Miguel Fleta en los EEUU. Biblioteca del Congreso de Estados Unidos

Miguel Fleta en los EEUU. Biblioteca del Congreso de Estados Unidos / EL PERIÓDICO

Su ascenso hasta los altares de la ópera fue meteórico gracias a las técnicas adquiridas, pero sobre todo por sus cualidades innatas que le convertían en el tenor perfecto. Por fin llegó a finales del año 1919 su debut en un gran escenario como el Teatro Comunale Giuseppe Verdi de la ciudad italiana de Trieste en la ópera Francesca da Rimini. Desde ese momento su carrera fue imparable en los años siguientes actuando en los mejores teatros del mundo como en la Scala de Milán, el Teatro Real de Madrid o incluso el Metropolitan Opera House de una Nueva York que vivía el desenfreno de los felices años 20. Su éxito era tal que incluso el compositor italiano Giacomo Puccini compuso su última gran obra (la cual no pudo completar del todo por su fallecimiento), la famosa ópera Turandot, pensando siempre en el tenor aragonés para que este hiciera el papel de Calaf, uno de los protagonistas de aquella exótica obra ambientada en el Pekín de los emperadores chinos y ahora convertida en banda sonora para anuncios de perfumes.

Durante esa década de 1920 Miguel siguió con sus giras mundiales que le llevaron por Europa, por toda América e incluso hasta un Japón que se había occidentalizado a marchas forzadas en las décadas anteriores perdiendo así parte de su esencia a cambio de evitar el ser sometido a las potencias europeas, tal y como había ocurrido en otros lugares en aquella época de pleno apogeo del imperialismo occidental. Todo ese éxito le llevó a que un día como hoy, 8 de junio pero de hace 99 años, Miguel Fleta hiciera también sus primeros pinitos como actor en esa industria del cine aún naciente pero ya plenamente consagrado, todavía mudo pero a punto de ver irrumpir el cine sonoro. En este caso fue una película con motivos propagandísticos, tanto para el propio Fleta como para publicitar la inauguración del Teatro Olimpia de Huesca, inaugurado en esos mismos días. Aquella película, titulada Miguel Fleta en los jardines del chalet de los señores Pie-Sopena, con ocasión de la inauguración del Teatro Olimpia, fue dirigida por el director barcelonés Antonio de Padua Tramullas, quien llevaba ya muchos años afincado en Zaragoza y desarrolló numerosos proyectos cinematográficos, especialmente dirigidos al mundo agrario aragonés.

Flores en la tumba de Fleta en Todos los Santos.

Flores en la tumba de Fleta en Todos los Santos. / Jaime Galindo

Pero semejante agenda que llevó en aquellos años de éxito, mal gestionada, acabó pasando factura a la potencia de voz de Miguel, quien en los últimos años de esa década que había sido mágica para él en lo profesional empezó a sufrir problemas con su voz que le llevaron incluso a tener que cancelar conciertos y giras. Su voz, aunque acabaría recuperándose, nunca volvió a ser la misma, lo que no evitó que continuara con su carrera profesional, más centrado ya en esos años en España y en la zarzuela. Unos años en los que conoció a José Antonio Primo de Rivera, el fundador de Falange que siempre trataba de convencer a las figuras destacadas de diferentes campos de la cultura para atraerlos hacia la ideología fascista, proveniente de la Italia de Mussolini, y que acabó convenciendo al cantante aragonés. Este acabó falleciendo todavía muy joven, en el año 1938, en A Coruña, pero habiendo dejado una huella indeleble en la historia de la ópera.

Sin embargo, la tradición musical de Miguel no quedó allí, pues la continuarían sus hijas Elia y Paloma, conocidas por formar un dúo español de música ligera y jazz llamado Las Hermanas Fleta, aportando una gran novedad a una música española de la década de 1950 que durante la dictadura franquista todavía estaba muy enfocada a la copla, dando así nuevos aires al panorama musical en un país que necesitaba alegría durante esa larga y dura postguerra.

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