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El corazón del Gancho

El desaparecido convento de Santo Domingo, en el barrio de San Pablo de Zaragoza, llegó a ser el corazón del reino de Aragón.

Imagen Antiguo refectorio del convento de Santo Domingo y actual biblioteca del CDAMAZ de Zaragoza

Imagen Antiguo refectorio del convento de Santo Domingo y actual biblioteca del CDAMAZ de Zaragoza

Este convento no solo fue testigo de la vida monástica de la ciudad durante muchos siglos, sino que también lo fue de muchos acontecimientos importantes para el reino de Aragón. El cenobio pertenecía a la Orden de Predicadores, fundada en el siglo XIII por el castellano Domingo de Guzmán. Este clérigo que vivió a caballo entre los siglos XII y XIII se dio cuenta de la enorme necesidad que existía de dar una formación suficiente a los eclesiásticos para que estos vivieran según las normas de la Iglesia, predicaran con el ejemplo, y además pudieran hablar de las sagradas escrituras a los fieles con conocimiento de causa. Y es que muchas de las personas que ingresaban en los monasterios y conventos lo hacían más por escapar de las penalidades de la vida que les había tocado y asegurarse el sustento que por verdadera vocación. Esto, a la larga, provocaba que muchos monjes y sacerdotes se relajaran en el cumplimiento de las reglas a las que estaban sometidos, y según gente como el propio Guzmán, acababan provocando que muchos cristianos criticaran e incluso se separaran de la Iglesia ante la vida disoluta de la que disfrutaban muchos clérigos, como habían hecho los famosos cátaros.

Así, la Orden de los Predicadores nació para dar esa formación necesaria y se acabó extendiendo por buena parte de la cristiandad. En ese proceso de expansión, a mediados del siglo XIII y durante el reinado de Jaime I el Conquistador, se fundó el Convento de Santo Domingo de Zaragoza en un barrio como el de San Pablo, el cual se había creado apenas unas décadas antes y que se convirtió en primera instancia en el lugar de residencia de muchos comerciantes, pues así estaban cerca de la nueva plaza donde se organizaba el gran mercado de la ciudad y que se ubicaba precisamente donde mucho más tarde se levantó el Mercado Central.

El convento fue creciendo y ampliándose a lo largo de los siglos, siendo uno de los más ricos de todo el reino. Dada su importancia y su tamaño, en su refectorio se llegaron a reunir las Cortes privativas del reino de Aragón, siendo seguramente la más importante la convocatoria del año 1348. Unos meses antes, el rey Pedro IV el Ceremonioso había nombrado a Constanza, por entonces su única hija, como heredera al trono. Pero lo había hecho unilateralmente, sin recibir la aprobación de los cuatro brazos de las Cortes tal y como dictaba el Privilegio concedido por la monarquía a la Unión de Nobles allá por el año 1287. Aquello llevó al estallido de una guerra civil en Aragón conocida como la Guerra de la Unión, y en la que a pesar de la grave amenaza que supuso, finalmente el monarca salió ganador gracias a la victoria de sus tropas en la Batalla de Épila.

Pedro IV estaba listo para sacar rédito de la victoria y convocó de inmediato a las Cortes, donde aprovechó para derogar aquellos privilegios que limitaban tanto el poder de la monarquía. Las fuentes cuentan que en el refectorio del convento de Santo Domingo, el monarca escenificó la derogación del Privilegio de la Unión quemando las copias que existían dejando las mínimas para ser guardadas en los archivos y lanzándolas al fuego. Él mismo lo hizo con una de esas copias ante todos los presentes, pero parece que en el proceso se cortó la mano con su propio puñal, diciendo a continuación que «privilegio que tanta sangre ha costado, justo es que con sangre real se borre».

Con el paso de los siglos el convento fue languideciendo, especialmente cuando quedó abandonado ya bien avanzado el siglo XIX con las diferentes desamortizaciones que se hicieron en España con los bienes eclesiásticos, especialmente con las tierras de labranza. De todo ese gran complejo monástico hoy apenas queda nada. Se situaba en lo que hoy son la Casa de Amparo, el antiguo instituto Luis Buñuel, y el Centro de Documentación del Agua y el Medio Ambiente. En este último se aprecian los restos de lo que fue su refectorio, hoy reutilizado como una preciosa biblioteca, además de poder verse también parte de las antiguas bodegas del convento. Un lugar de obligada visita para cualquier amante de la historia.

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