Opinión | FUERA DE CAMPO

Del hablar y vivir para una cámara

«¡A la mierda las noticias falsas! Micro, falso. ¡Noticias reales!», decían los bellacos desde la cultura del terror, allá por 2021, antes de entrar en el Capitolio de los Estados Unidos: «Ahora nosotros somos las noticias». Estreno en Filmin, el documental Fantastic Machine de Axel Danielson y Maximilien Van Aertryck va mucho más allá de las fakes, pues aborda terrenos todavía más pantanosos de nuestra naturaleza como pequeños mortales. Recomendado para consumir en familia, este largo de no ficción habla sobre cómo nos hemos acostumbrado a ver desde los orígenes de la fotografía.

Primero fueron los trucos y después la tecnología, ambos para satisfacer nuestros deseos de ilusión. Desde Niépce, la fotografía fue el saber dibujar con la luz; los Lumière desarrollaron la cámara como instrumento científico; y Méliès apostó por crear ilusiones, manipular con el fin de entretener. «La falta de perspectiva puede distorsionar nuestra visión del mundo, y para mantener la ilusión se deben esconder ciertos elementos», subraya la pieza.

El sudor frío aparecerá pronto, cuando la cineasta Leni Riefenstahl comparte su modus operandi en sala de montaje con sus grabaciones sobre los nazis: «al editarlo adquiere la calidad semejante a la de un ballet», proclama. En contraposición, otros realizadores se afanarán en rodar y rodar los campos de exterminio para «hacer creer que el genocidio era cierto» y no hubiera duda alguna de lo sucedido.

Poco más tarde nacía la televisión como «una nueva oportunidad para unificar a la humanidad». Según Ted Turner, fundador de la CNN, «todo el mundo tiene miedo», el entretenimiento «se supone que te hace olvidar tu miserable vida», espeta. Y al otro lado del charco, en Francia 1979, el director general de su primer canal abogaba para que las mentes fueran accesibles: «Nuestra programación pretende conseguir que sus cerebros sean accesibles para mantenerlos entretenidos y desconectados. Nuestro producto es el tiempo cerebral disponible».

La revolución digital de 2000 permitió a toda la población compartir sus propias imágenes y consumir las de los otros. «Cambió la percepción del mundo y la manera de utilizar las cámaras», destacan Danielson y Van Aertryck. Comenzó el tiempo de hablar y vivir para una cámara. Hace 14 años, el periodista británico Chris Anderson presagiaba que «lo que hizo Gutenberg con la escritura se compara a lo que pueden hacer los vídeos online por la comunicación cara a cara».

«El contenido que más se difunde es el que comparte emociones, es decir, las imágenes que nos hacen sentir» y todos esos deseos profundos que provocan salir a la superficie. El desasosiego aparecerá con la imagen de un mono viendo Instagram de igual forma que nosotros: «imitar a los demás es un instinto». Las herramientas digitales buscan que mantengamos la atención el mayor tiempo posible, y el primate así lo ejecuta.

¿Cuál será el secreto de llamar la atención? «Ser sexy y hacer cosas raras», destaca la youtuber Belle Delphine, ambas dos, pues una cosa sólo no es suficiente. La masterclass que aporta el documental se completa con la retransmisión en redes de la vida en directo, más la participación siempre de espectadores como si se tratara de un calculado videojuego. Todo bien programado para atender nuestra atención, nuestra percepción sobre el mundo, sobre todo lo que nos ocupa y preocupa.

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