Entrevista |

Laura Fernández: "Escribo para que el mundo y la realidad no se me coman"

Tras el éxito de 'La señora Potter no es exactamente Santa Claus', la escritora catalana acaba de publicar el libro de relatos 'Damas, caballeros y planetas'

Laura Fernández (Tarrasa, 1981) presentó el pasado jueves en la librería Cálamo de Zaragoza su libro de relatos ‘Damas, caballeros y planetas’.

Laura Fernández (Tarrasa, 1981) presentó el pasado jueves en la librería Cálamo de Zaragoza su libro de relatos ‘Damas, caballeros y planetas’. / Jaime Galindo

Rubén López

Rubén López

Tras su reconocida novela 'La señora Potter no es exactamente Santa Claus', la escritora Laura Fernández (Tarrasa, 1981) vuelve con 'Damas, caballeros y planetas', un libro de relatos que propone un nuevo viaje a su singular universo. Detectives mutantes, limoneros que quieren ser investigadores, aburridos dinosaurios oficinistas, reporteros fantasmas convertidos en estrellas del periodismo, mujeres que se enamoran de sus cafeteras, alienígenas y terrícolas en insólita convivencia intergaláctica... Los protagonistas de estos cuentos invitan a recorrer un mundo minuciosamente construido que nace tanto de la imaginación como de la capacidad para observar la realidad y reinventarla en forma de ficción. Un estilo inconfundible que bebe de la ciencia ficción, la novela detectivesca, el terror y la cultura popular norteamericana.

Los 17 relatos, escritos durante los últimos 15 años, van precedidos de una breve introducción. 

Sí. Soy muy fan de Stephen King y como él hace siempre, quería que hubiera una explicación previa contando de dónde viene ese relato. Porque cada cuento, como él dice, tiene una vida secreta. He incluido esa nota autobiográfica en la que hago una especie de psicoanálisis de qué intento decirme con ese cuento y el momento en que lo escribí.

¿Hacer esa reelectura le ha permitido redescubrir a la Laura Fernández de esos años?

Me ha permitido descubrir qué me decía a mí misma y lo diferente que es escribir un cuento a una novela. Escribir una novela es como estar durante mucho tiempo en una travesía en la que vas acumulando todo lo que te pasa en ese tiempo y lo vas intentando solucionar. Los cuentos solo atrapan una foto de algo que me precupa en ese momento y yo lo transformo en estas cosas galácticas. Desde el principio quise que esos relatos pasaran en otros planetas para vernos desde fuera. Esa idea de ver nuestro comportamiento humano en seres no humanos y ver lo ridículos, engreídos y absurdos que somos desde fuera. 

¿Cómo nacen sus relatos?

Pienso un título y una primera frase y el cuento nace siempre de ahí. Los personajes surgen de los nombres que se me aparecen o se me ocurren y empiezan a crecer. Me lanzo todo el rato a abismos para ver cómo salgo de ahí. Y eso me permite conocerme mejor y ver cómo ha evolucionado mi forma de escribir.

¿Para eso escribe? ¿Para conocerse mejor y explicarse el mundo?

Yo escribo sobre todo para divertirme y para que el mundo y la realidad no se me coman. Antes siempre decía, ‘no me gusta la realiad y por eso me invento otros mundos’. Pero lo que no me gusta es la realidad que hemos decidido que exista, la que nos han impuesto. Ahora mismo estamos aquí sentados, pero también dando vueltas a toda velocidad por el espacio. Y eso también es la realidad. Desde lejos ni siquiera existimos, no importamos nada y nos damos una grandilocuencia impresionante. Escribo como forma de rebeldía para derrotar el antropocentrismo, esa idea del ser humano como algo que importa mucho cuando no importamos nada. Si fuéramos más conscientes de eso seríamos más felices. Los libros y la escritura me han enseñado que puedo moldear la realidad de la manera que yo quiero que sea.  

"Me di cuenta de que todos los autores que admiraba intentaban hacer novelas cervantinas"

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¿El arte como evasión de la realidad?

Claro, y le ocurre a todo el mundo. Cuando sales del cine y has visto una peli que te ha encantado, durante un rato sigues dentro de ella y te enmascara esa idea de la realidad dura y fea que hemos creado como convención. A mí eso me ocurre sobre todo con los libros. Son mi mayor refugio. Y con la escritura aún es más poderoso. Porque, como es mi caso, te pueden gustar las pelis de Tarantino, pero luego te vas a casa y el día siguiente no lo tienes para que te haga otra. Cuando tú eres el que puede hacer eso es increíble, porque de alguna forma desapareces del mundo. Después, dejas de escribir, te pones otra vez el cuerpo y sales a la calle. Sí, hay un poco de eso, de abandono de la realidad.

En su libro asegura que la incomodidad ante el mundo es una de las razones que le hace ser escritora. 

Totalmente. Esa incomodidad tiene que ver con no encontrar un lugar en ese mundo que ha sido arquetípicamente creado para la masa. Y yo creo que nadie lo encuentra, lo que pasa que el artista tiene herramientas o se las ha creado para eliminar esa incomodidad para sí mismo. 

Y ahora que tras siete novelas ya es profesionalmente una escritora, ¿se siente menos fuera de lugar en el mundo o eso solo le ocurre cuando está escribiendo?

Sí, me siento menos fuera de lugar y menos incómoda, porque, de alguna manera, soy aceptada. Es como ‘esta persona es rara y escribe libros raros pero no la voy a juzgar porque es así’ (ríe).

¿Y le inquieta que eso, el estar menos incómoda ante el mundo, le reste capacidad creativa?

Lo lógico sería pensar que si estoy más cómoda no necesito escribir. Lo que ocurre es que en mi caso la escritura va muy ligada al placer, y eso no va a desaparecer nunca. Me lo paso muy bien escribiendo y lo que más me gusta es lo imprevisible, cuando no sabes hacia dónde se dirige la historia y tomas el camino más inesperado.

"La literatura española debería ser impredecible, como lo es la latinoamericana"

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¿Dedicó mucho tiempo a crear su universo formal y estilístico?

No, fue una ruptura radical. Desde los doce años quise ser escritora y escribía mis novelas y me resultaba muy difícil ser seria. Leía novelas realistas e intentaba imitarlas, pero no entendía nada... Todo cambió cuando leí 'Duluth', de Gore Vidal. Yo intenté hacer la misma novela a mi manera y el resultado fue 'Bienvenidos a Welcome', que es casi idéntica. Eso, unido a 'Pregúntale al polvo' de John Fante y el descubrimiento de su álter ego (Arturo Bandini), provocó un cortocircuito dentro de mí y empecé a escribir con todo lo que había ido acumulando. 

Nunca ha escondido sus referentes...

Para nada. Philip K. Dick, Douglas Adams, Stephen King, Kurt Vonnegut, David Foster Wallace... No me fio de la gente que esconde cartas. La literatura se vive de forma apasionada o no se vive. 

¿Ningún autor español?

Cervantes, por supuesto. Pero me di cuenta después. Caí en la cuenta de que todos los escritores que admiraba intentaban hacer novelas cervantinas. Se quedaron con la parte posmoderna del 'Quijote', la ficción dentro de la ficción, de la persona enferma de literatura, de la estructura formal... Yo había incorporado eso a partir de ellos, pero venía de una novela española y, claro, aluciné. Y luego me pregunté qué había pasado después con la literatura española. No digo que no haya habido novelas ambiciosas. Ahí están Fernández Mallo, Manuel Vilas, 'El día del Watusi' de Francisco Casavella, 'Si te dicen que caí' de Juan Marsé... Pero en general ha sido una cosa como temerosa, domesticada, predecible.

¿Y de dónde cree que procede ese miedo?

Pues no lo sé, pero habría que honrar todo el rato al Quijote y ser ambicioso como fue Cervantes. La literatura española debería ser un animal salvaje impredecible. Y creo que lo es siempre que le dejan serlo. Por eso también hay una responsabilidad de los editores, en no premiar lo predecible. Y más teniendo el ejemplo de la literatura latinoamericana, que es algo impredecible y muy vivo. En la nuestra, vas a la librería y echas a correr.