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La crítica de Javier Losilla: Pavana para una reina difunta

El espectáculo 'Juana', interpetado por la bailarina La Ribot y la orquesta OCAZ Enigma, desembarcó en la noche del jueves en el Museo de Zaragoza

La Ribot, en el espectáculo del pasado jueves en el Museo de Zaragoza.

La Ribot, en el espectáculo del pasado jueves en el Museo de Zaragoza. / MIGUEL ANGEL GRACIA

Javier Losilla

Javier Losilla

Al final del espectáculo Juana, cuando la bailarina y coreógrafa La Ribot representa el deceso de Juana I de Castilla (¿la muerte real, la muerte en vida?) y el negro tiñe su cuerpo como la noche negra, los músicos se van acercando al cadáver extrayendo oscuras y breves notas de sus instrumentos, y el coro rodea a la reina mientras canta el texto de la pieza Mille regretz), de Josquin des Prés, uno de los compositores más sobresalientes del Renacimiento europeo: "Mil pesares por abandonaros y por alejar vuestro rostro amoroso, siento tanto duelo y pena dolorosa, que se me verá en breve acabar mis días". ¡Qué gran paradoja! Mille regretz era una de las piezas favoritas de Carlos V, hijo de Juana I de Castilla, uno de los responsables, junto con su abuelo, Fernando el Católico, de la reclusión en el caserón-palacio-cárcel de Tordesillas, durante 46 años, de su madre la reina.

Pero, ¿de qué va todo este lío de reinas, danzas, músicas y demás? Pues va del espectáculo Juana, producido por el Gobierno de Aragón (el que está en funciones) dentro del festival Múver. Juana, estrenado el jueves en el patio del Museo de Zaragoza, ofrece en una hora una apuesta inspirada en la vida de Juana I de Castilla, mal apodada La Loca, encerrada (enterrada en vida) para evitar que gobernase. Juana, creación de nueva planta, tiene no obstante un antecedente en que se inspira: la pieza El triste que nunca os vido, creada en 1992 por La Ribot. La coreógrafa y bailarina; la OCAZ Enigma, dirigida por Asier Puga; el actor Juan Loriente y el coro Schola Cantorum Paradisi Portae pusieron brillantemente en pie el espectáculo que nos ocupa, armado musicalmente por el compositor Iñaki Estrada, con los pespuntes electrónicos de Álvaro Martín y la dramaturgia de Jaime Conde.

Pero vayamos por partes, como diría el descuartizador de Boston (¿hubo un descuartizador en Boston?): Iñaki Estrada ha partido del libro de canciones que le regalaron a Juana I de Castilla el día de su boda con el bobo de Felipe el Hermoso, un compendio de las músicas que triunfaban en las Cortes Europeas (la reina era gran aficionada a la música y la danza), y ha usado partituras de compositores como el mencionado Josquin des Prés, Pierre de la Rue, Alexander Agricola y Johannes Ockeghem. El resultado es fascinante. Ahí está el espíritu del Renacimiento, más allá de las estupendas polifonías interpretadas por Schola Cantorum Paradisi Portae; y es que el trayecto sonoro traspasa la época, utiliza instrumentos contemporáneos (los muy bien manejados por los músicos de Enigma) y configura una pieza de gran calado, excitantes atmósferas y detalles que van desde la música concreta a los guiños a compositores como el italiano Luciano Berio (1925-2023), uno de los grandes de la vanguardia sonora europea, y el vasco Ramón Lazkano (1968).

Pero hay más: si la música modal renacentista encaja muy bien en los patrones de la contemporánea y del jazz, por ejemplo, también enlaza sin chirriar con la electrónica; el puntilloso tecno, concretamente, creado para ocasión por Álvaro Martín, responsable también de otros ruidos sintéticos. Así, la música de los instrumentos de Enigma, el tec

Se representará en Madrid y París

Música para el espíritu y para la danza de La Ribot, una Juana perseguida por sus propios fantasmas, por la dureza de la reclusión, por la muerte de su esposo y por la lucidez de la quisieron apartarla. Al comienzo del espectáculo La Ribot, en un espacio escénico pensado para romper la convección (músicos y cantores en el centro del patio del museo, el público rodeándolos, con posibilidad de moverse como quisiera), apareció con una indumentaria que simulaba una medusa. Todo un símbolo de ir a contracorriente; también de amor, adaptación, equilibrio y confianza en las propias emociones y en la capacidad de supervivencia. Junto con el actor Juan Loriente nos introdujo en el círculo vicioso de una falsa libertad, de un escapismo que no quiere serlo, de un mundo detenido mientras ella gira sin pausa. Y en un momento de la representación, se invita a los espectadores a que, a través de sus móviles, escaneando un código QR, accedan a un vídeo en el que La Ribot / Reina crea con su cuerpo sin ropa tanto una reflexión sobre su condición de mujer en cautiverio, como el despojo de la indumentaria flamenca (de Flandes, se entiende) para asumir su desnudez de reina castellana sin reino.

La Ribot y Asier Puga son, además de sus respectivos papeles en la propuesta, los directores artísticos de Juana. Ambos y resto del equipo proporcionaron una noche mágica en el Museo de Zaragoza, en el Múver. La magia de una pasión que ni el poder más déspota puede adormecer. Amor constante más allá de la muerte. Que tomen nota los nuevos inquisidores. Por cierto: está previsto que Juana se muestre en escenarios de Madrid, París y Ginebra.