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Crítica de Música al raso: El perro andaluz y el perro verde

La banda granadina actuó el viernes en el Jardín de Invierno del Parque Grande

Lagartija Nick en el concierto del viernes en el Jardín de Invierno del Parque Grande.

Lagartija Nick en el concierto del viernes en el Jardín de Invierno del Parque Grande. / ANDREEA VORNICU

Javier Losilla

Javier Losilla

Llegó Lagartija Nick al Jardín de invierno de la inmortal Zaragoza con Buñuel en la mochila, un cargamento de vigorosa energía y un espectáculo arrollador. Buñuel es el autor de los textos de siete de las nueve canciones que conforman El perro andaluz, el disco más reciente del combo granadino, álbum que Antonio Arias (bajo y voz), Eric Jiménez (batería), Juan Codorniu (guitarra) y Juan José Machuca (teclados) ofrecieron prácticamente completo. No es una obra fácil (meter en solfa el surrealismo amétrico de Luis Buñuel no es cosa menor) y hay que tener muchas tablas para llevarla al directo, dejando de lado algunos detalles de la grabación, pero echando mano de otros recursos expresivos para el perro ladre.

Lagartija lo consiguió, resolviendo a Buñuel con mucho tino (y eso que aún les falta rodaje a esas canciones), sin tomar del calandino el nombre el vano, justo lo contrario de lo que viene a ser costumbre malsana por estas tierras que ahora gobernará el virrey Azcón. Buñuel vivo, de viva voz también (para eso está la técnica) trasladado en ocasiones a las alturas oscenses, pues la música que Lagartija ha puesto a Olor de santidad está inspirada en el himno de la Virgen de Casbas.

Pero como no solo de Buñuel vive Lagartija, Arias y sus pillastres echaron mano de tres canciones de Omega, el inmarcesible álbum que grabó con Enrique Morente a mediados de los años 90: Niña ahogada en un pozo, Vuelta de paseo y Ciudad sin sueño. Cierto es que en esas piezas, acostumbrados como estamos a escucharlo, se echa en falta a Morente como voz principal (oímos al cantaor en una de ellas), pero conviene resaltar el trabajo del grupo para dar un giro a esas composiciones y que la ausencia morentiana se note menos. De ahí, solo como ejemplo, el inmenso y arrebatador final de Ciudad sin sueño.

Pero hubo más, claro: una mirada a otra apuesta también arriesgada: el disco Val del Omar, del que sonaron Respiro en Nueva York y Celeste, otro de los grandes trallazos de la velada); un recuerdo para Los cielos cabizbajos, el poema sinfónico del malogrado Jesús Arias, hermano de Antonio, que Lagartija editó en 2019 (Buenos días Hirosima y Gernika); una revisión de Crimen, Sabotaje y creación, de 2017 (El teatro bajo la arena y Agonía, agonía), y más: Nuevo Harlem y Esa extraña inercia (Anfetamina), de Inercia (1992), el segundo disco de la banda. Y como complemento, unos excelentes visuales de fondo, ingeniosamente montados, con fragmentos de películas de Buñuel y otras imágenes.

"¿Le habría gustado el concierto a Buñuel?", preguntó Arias al finalizar la actuación. Sin duda. Quién mejor que el perro verde (en sentido de búsqueda y transgresión) que es Lagartija Nick para hacer cantar a El perro andaluz.  "Del coro al caño, del caño a la colina, de la colina al infierno, a la misa negra de las agonías del invierno".