Políticas sociales

De la calle también se sale: "Nadie está exento"

El último censo del ayuntamiento y Cruz Roja registró a 166 personas que viven a la intemperie en Zaragoza, urbe que arroja la menor tasa de personas sin hogar de las grandes ciudades del país

Voluntarios y trabajadores realizan el censo de personas sin hogar de Zarargoza, el pasado mes de noviembre.

Voluntarios y trabajadores realizan el censo de personas sin hogar de Zarargoza, el pasado mes de noviembre. / JAIME GALINDO

«Nadie está exento». Son palabras de Carlos, un hombre de 59 años, músico de conservatorio y con un recorrido profesional en el que, además de tocar en orquestas, también se desempeñó en el matadero de Oscar Mayer y en Mercazaragoza. Ganó dinero y cualquiera en su situación podría pensar que tenía la vida solucionada. Sin embargo, su historia dota por completo de sentido a ese nadie está exento que pronuncia. Ese recorrido también demuestra que de la calle se puede salir, como pudo hacer él, tras verse nueve meses viviendo en un cajero. «Tenía 56 años y jamás pensé que me vería en la calle», recalca.

En el último censo que realizó Cruz Roja y el Ayuntamiento de Zaragoza en la capital aragonesa se contabilizaron 166 personas viviendo en sus plazas y calles, lo que lleva a que ostente la tasa más baja de sinhogarismo de las grandes ciudades del país, del 0,24%, por debajo de otras urbes como Córdoba (1,44%), Barcelona (0,85%) o Madrid (0,67%). Buenos datos que, no obstante, siguen indicando que esta realidad persiste en Zaragoza, donde el consistorio desarrolla con el plan de Primera Oportunidad varias acciones dirigidas a este colectivo.

Pero, volviendo a la historia de Carlos, su origen se encuentra en un pueblo de Huesca. De la capital altoraragonesa se trasladó a orillas del Ebro para licenciarse en el conservatorio y trabajar como músico, oficio que realizó durante 26 años. Sin embargo, la llegada de las discomóviles hizo que las actuaciones de su orquesta bajaran drásticamente y que se disolviera. Al mes, ya trabajaba en Oscar Mayer, donde estuvo hasta su cierre. Mercazaragoza, pero ya autónomo, fue el siguiente paso. Allí sufrió un accidente laboral que lo tuvo de baja 26 meses. En ese periodo experimentó tres operaciones, agotó sus ahorros y, finalmente, se vio desahuciado de su casa y durmiendo en un cajero. 

«Con 56 años tenía la vida resuelta y un accidente laboral me llevó a la calle», afirma Carlos

«Yo esto lo soluciono en un mes», pensó, cuando se vio en esta situación. Sin embargo, fueron nueve los meses que pasó en el habitáculo. En ese periplo vivió todo tipo de situaciones, conoció a «muy buena» y «muy mala» gente e incluso se planteó el suicidio como una salida. También conoció el trabajo que realiza el Centro Social San Antonio, que le facilitó comida y estuvo pendiente de él, y compatibilizó pequeños trabajos con periodos de inactividad laboral, en los que no paró de buscar empleo. 

Resumiendo mucho el periplo de Carlos, porque su historia da para muchísimo más, el pasado mes de mayo accedió a un puesto en un almacén de pinturas de Cuarte. Tiene contrato para ocho meses y confía en que este sea su último trabajo, antes de poder jubilarse. «Con 56 años tenía la vida resuelta y un accidente laboral me llevó a la calle», insiste sobre un recorrido que, ahora, todo apunta a que tendrá un buen final.

La de Basilio es otra historia de una persona que se ha visto avocado a vivir en la calle. Este andaluz suma casi un cuarto de siglo como persona sin hogar y ahora se encuentra en el albergue municipal de Zaragoza. «Ya que tengo una oportunidad, a ver si puedo salir bien», dice.

Buenos consejos

En este centro está en un módulo residencial y participa en varias actividades, como cursos de pintura o las reuniones en las que los usuarios cuentan sus historias. «Yo he tenido mucha fe por la ayuda, por la asistencia. Siempre me ha dado buenos consejos», afirma, en referencia a los trabajadores del albergue. «Quiero un día que pase el dejar el albergue, estar bien, venir aquí y decirles: mira. Y no caer más», desea, porque el cariño que profesa a estos profesionales resulta evidente: «Si no es por ellos, yo podría estar muerto», destaca. «Si uno quiere cambiar, cambia. Yo no quiero volver a esa vida», concluye este usuario del centro. Allí desempeña sus funciones la trabajadora social Belén Sanz. Sobre los servicios que ofrece el albergue y el Plan de Primera Oportunidad que desarrolla el ayuntamiento, una iniciativa pionera en el plano nacional, explica que es un trabajo integral «centrado en la persona». «Lo que pretendemos es poder dar pasos poco a poco para su recuperación, tanto de la dignidad como la posibilidad de una integración en la sociedad real», profundiza. 

«Si uno quiere cambiar, cambia. Yo no quiero volver a esa vida», asevera Basilio

Este plan tiene como uno de sus pilares fundamentales la vivienda, es decir, que se pueda tener «una estabilidad habitacional» para que las personas puedan rehacer su vida. Ahora mismo, el consistorio cuenta con un dispositivo de 60 viviendas, de las que 38 son de gestión directa y el resto, conveniadas con entidades. El año pasado, estas soluciones habitacionales las utilizaron 148 personas.

Otro de sus pilares son los talleres que permiten desarrollar capacidades y mejorar su autoestima y sus hábitos. En 2023, fueron 105 usuarios los que participaron en estas iniciativas. Dentro de este campo se encuadra el proyecto de teatro Caídos del Zielo, dirigido a personas en riesgo de exclusión social y sin hogar. 

Hace una semana que el programa estrenó su obra María Luisa y Luis María en el Teatro del Mercado. «Es una maravilla, la verdad», afirma Fernando, uno de sus participantes. Este hombre, natural de Sabiñánigo, se vio obligado a vivir un año en la calle después de quedarse sin trabajo. Ahora es independiente y reside en una habitación. «En el grupo que estamos hay mucha gente que se ha visto en situación de calle y les ayuda muchísimo», señala sobre este programa social y artístico. Acerca de la representación, por cierto, recalca: «Salió la obra perfecta». 

En ella también participó Juany que, aunque no ha llegado a vivir nunca en la calle, ha sido durante varios años voluntaria en el comedor de El Carmen. «Espero que la experiencia siga muchísimos años más», concluye. 

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