Opinión | EL TRIÁNGULO

Vivir solos

No somos mejores ni peores, simplemente somos el resultado del tiempo que nos ha tocado vivir y somos una ecuación imperfecta

En el año 2039 en Aragón un 37,32% de los hogares estará habitado por una persona, algo impensable hace algo más de cuarenta años cuando las casas eran espacios donde convivían hasta cuatro generaciones. En mi casa, por ejemplo, durante bastantes años vivimos la bisabuela, la abuela, mi padre y mi madre, mis hermanas y yo y ese mismo era el esquema que se repetía en casi todas las casas de mis compañeras de colegio y realmente no conocía a nadie que viviera solo, porque los hijos se iban de las casas de sus padres y madres cuando comenzaban su vida en pareja y los abuelos, entonces no les llamábamos ni viejos ni ancianos, vivían con sus familiares, si bien ya empezaban a aparecer las residencias que tantos quebraderos han ocasionado a tantas familias cuando en determinadas ocasiones es la solución, la única solución. Pero en las décadas de los setenta y ochenta las familias en general eran muy reticentes a llevar a sus abuelos a esos lugares que empezaban a ser habituales en las ciudades.

Pero la sociedad cambia y con ella cambia la vida y hoy en día apenas hay familias numerosas y las personas mayores prefieren vivir en sus casas donde albergan y cobijan todos sus recuerdos, antes que hacerlo en las de sus hijos. Incluso la gran mayoría prefiere la residencia y sobre todo la opción de una persona interna, porque abandonar su hogar provocaría dolores de cabeza en las casas de sus hijos donde realmente no iban a ser bien recibidos porque la vida y la propia sociedad nos ha hecho egoístas y tenemos hombres y mujeres que conquistan el corazón de nuestros mayores al saber escuchar sus historias, al atenderlos y cuidar su mirada fugaz y alejada, porque necesitan nuestro dinero para vestir unos sueños que les esperan al otro lado del Atlántico.

No somos mejores ni peores, simplemente somos el resultado del tiempo que nos ha tocado vivir y somos una ecuación imperfecta cuando la vida se alarga y la soledad se estira en tantas casas done los recuerdos son añoranzas y el futuro navega por un río dolorido sin apenas corriente y escrito a retazos, porque el pulso no sostiene la escritura y la escritura se esfumó con el último rayo del sol. La vejez, sin duda, es turbia y sin embargo es el cobijo de todas las vidas, es una luz tenue en el recibidor y es el faro que nos ampara cuando todo se desabriga en plena tormenta y dura noche.