Opinión | SALA DE MÁQUINAS

Incoherencia de Estado

El Partido Socialista Obrero Español presume mucho de «coherencia» y «sentido de Estado», pero en materia de autonomías y de ese Estado autonómico que tanto dice comprender y defender, no es exactamente así.

Con la hemeroteca delante, y a la vista de muchas de sus contradictorias decisiones, se podría argumentar que el PSOE nunca ha entendido el Estado de las Autonomías ni lo ha sabido orquestar de una manera justa, cohesionada y «coherente», según a menudo les gusta a sus líderes repetir. Si así ha venido ocurriendo –y mucho me lo temo–, esto es, si el PSOE ha sido injusto con las autonomías españolas, se debe fundamentalmente, creo, a que el modelo de un Estado de las Autonomías nunca estuvo en su ADN, que es puramente federal. El PSOE tuvo, ha tenido y tiene que adaptarse de manera demasiado forzada a un modelo que le resulta ajeno y a sus «peculiaridades».

Los socialistas las llaman ahora «singularidades».

El primer ataque al Estado de las Autonomías consagrado en la Constitución de 1978 lo perpetró Felipe González, cómplice de Adolfo Suárez cuando éste, en un desdichado error, dividió España en «dos velocidades» competenciales, en dos clases de autonomías, reforzando a las «nacionalidades» y marginando a las «regiones».

Los socialistas aragoneses de los años ochenta no sólo, traicionando la voluntad del pueblo aragonés, aceptaron acatar la «vía lenta», el precario artículo 143, sino que se negaron a aceptar la definición de «nacionalidad histórica» para Aragón, llegando incluso a tratar de eliminar el nombre de la Diputación General de Aragón. Su mediocre actitud empobreció Aragón y mutiló la lucha por la autonomía plena.

Y, sin embargo, y asimismo en los ochenta, mientras el PSOE cortaba las alas a Aragón, sus Gobiernos centrales impulsaban con generosas financiaciones y prebendas identitarias los autogobiernos de Cataluña, País Vasco, Valencia o Andalucía. Contra esos millones de euros graciosamente concedidos por Felipe González, Aragón quedó muy atrás.

De nuevo volvería Aragón a retroceder en proporcionalidad inversora y política cuando otro presidente socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, se descolgó proclamando que Cataluña era «una nación», y aprestándose a financiarla como a tal.

Ahora, Pedro Sánchez se dispone a tratar a la comunidad vecina como un Estado asociado al español. ¿Llamaríamos a esto «coherencia»?

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