Proceso histórico en EEUU

El juicio a Trump encara la recta final: ¿qué ha pasado y qué puede pasar?

El martes defensa y fiscalía presentan sus argumentos finales. El miércoles, tras las últimas instrucciones del juez, el jurado empezará las deliberaciones que deben llevar a un veredicto unánime

El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump.

El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump. / EP

Idoya Noain

Este martes, un día después de la fiesta de Memorial, que homenajea a los militares de Estados Unidos muertos en servicio, entra definitivamente en su recta final el juicio a Donald Trump originado en el pago de 130.000 dólares antes de las elecciones de 2016 para silenciar a la estrella del porno Stormy Daniels y su historia sobre un supuesto encuentro sexual entre ambos una década antes.

Lo hace con la presentación de los alegatos finales de la defensa y la fiscalía, tras lo que el jurado, después de recibir previsiblemente a partir del miércoles las últimas instrucciones del juez Juan Merchan, iniciará sus deliberaciones.

En manos de esos siete hombres y cinco mujeres neoyorquinos quedará alcanzar un veredicto unánime para determinar si Trump, el primer expresidente imputado por lo penal en la historia de EEUU, es culpable o inocente de los 34 cargos que se le han imputado.

La trascendencia de esa decisión en lo legal y en lo político, con un encausado que es también el candidato de facto de los republicanos para medirse en las elecciones presidenciales del 5 de noviembre con Joe Biden, es tan extraordinaria como lo ha sido todo este proceso legal.

Estas son cinco claves de lo que ha pasado hasta ahora y lo que puede pasar.

1. El caso de la fiscalía

A lo largo de seis semanas, por la sala 1530 del Tribunal Supremo del condado de Nueva York han desfilado 22 testigos. 20 de ellos han sido convocados por la oficina del ministerio público que dirige Alvin Bragg.

A través de ellos el jurado ha escuchado sobre tramas para implantar historias periodísticas favorables a Trump o para enterrar las que podían hacer daño al entonces candidato (una estrategia conocida como ’catch and kill’). Han oído sobre el pánico que sacudió a la campaña cuando antes de la elecciones se desempolvó una vieja cinta de ‘Access Hollywood’ donde Trump fanfarroneaba de abusos sexuales (el infame “puedes cogerlas por el coño”). De boca de la propia Daniels escucharon un detallado repasado de aquel encuentro sexual. Y a través de testimonios de contables, editores o antiguos ayudantes de Trump también se les ha presentado el retrato de un hombre que microgestiona, que como empresario ha mirado cada centavo, sin cuya autorización nada se hacía o se hace

Ese fue el marco con que la fiscalía llegó a la pieza fundamental de su narrativa y de su caso: Michael Cohen, el hombre que fue durante más de una década abogado y muñidor de Trump y fue quien pagó a Daniels y luego recibió 420.000 dólares como reembolso distorsionado en los registros contables como unos demostradamente falsos “gastos legales”. 

Solo Cohen señala directamente a la responsabilidad de Trump en la autorización de ese pago y a la hora de dar luz verde a la trama de ocultación documental. Y ambas cosas tenían intención de una interferencia electoral según las afirmaciones de Cohen y la base argumental con que la fiscalía ha elevado la gravedad de meros delitos leves contables.

2. El caso de la defensa

El esfuerzo de los abogados de Trump, que decidió no testificar en su propia defensa, ha sido tratar de desarticular todo el relato de la fiscalía, especialmente intentando minar la credibilidad de Daniels y, sobre todo, de Cohen.

A lo largo de sus tres días de contrainterrogatorio al antiguo abogado, un asalto implacable ante el que el habitualmente volcánico Cohen mantuvo una compostura inusual en él, lograron que admitiera que robó de la Organización Trump o que tuviera que recorrer su historial reconocido de mentiras bajo juramento. Lo pintaron como alguien que actuaba por libre para tratar de escalar en el universo Trump y que se mueve por un deseo de venganza después de sentirse abandonado por quien fue su jefe una vez llegó a la Casa Blanca y cuando él fue investigado e imputado (y condenado).

3. El quid legal

Se puede anticipar que los dos relatos contrapuestos volverán a escucharse en los alegatos finales, el mensaje definitivo con que defensa y fiscalía dejan el caso en manos del jurado. En esos argumentos, no obstante, cobrará significativa importancia algo legalmente mucho más complejo: la forma en que la fiscalía ha agravado los delitos imputados a Trump, que la defensa rechaza.

Para tejer su caso el ministerio público asegura que con sus delitos contables Trump violó la ley electoral estatal 17-152, que permite perseguir en Nueva York cualquier conspiración “para promocionar o evitar una elección (...) por medios ilegales”. Afirman que con ello realizó una violación de una ley federal de financiación de campaña. Y aunque la fiscalía no necesita probar que el acusado cometió ese delito subyacente, sí necesita al menos que el jurado esté convencido de que existía como intención.

Ese laberíntico ovillo hace que cobren especial importancia las instrucciones que el juez Merchan dará el miércoles al jurado antes de que empiecen las deliberaciones.

4. La gran incógnita

La decisión del jurado podría llegar en horas o postergarse días. A lo largo de las seis semanas se han mostrado tan atentos a los procedimientos como inescrutables. Solo ellos saben qué credibilidad dan a los testigos, cómo les ha afectado la presencia diaria de Trump, la superpoblada comitiva que le acompañaba o su actitud durante el juicio, en el que ha pasado largos ratos con los ojos cerrados y aparente somnolencia.

Aunque hay dos abogados entre los 12 miembros del jurado, las deliberaciones pueden verse dificultadas por las complejidades de la arquitectura legal de la imputación y a nadie le sorprendería que envíen consultas muy técnicas sobre las leyes durante sus deliberaciones.

Si no alcanzan un veredicto por unanimidad Merchan declarará el juicio nulo, tras lo que la fiscalía podría iniciar uno nuevo. Si declaran a Trump culpable, quedará en manos del magistrado dictar una sentencia, que podría alcanzar hasta los cuatro años de cárcel, aunque la edad de Trump (77 años), su falta de historial criminal y las extraordinarias circunstancias políticas ponen en cuestión que acabara en prisión.

Un veredicto de culpabilidad, además, sería inmediatamente apelado, un proceso que podría dejar en suspenso la aplicación de las penas mientras se resuelve ese recurso. Y prácticamente nadie cree que Trump vaya a pisar la cárcel antes de los comicios de noviembre, algo aún más remoto pensando en las otras tres causas penales que enfrenta, en las que se postergan y retrasan los juicios

5. Más allá del tribunal

Mediáticamente y para Trump y su campaña el juicio es, como desde que se inició hace siete semanas, el centro del universo político en EEUU. La cobertura es intensa. El acusado, que hace a diario declaraciones a las puertas de la sala y usa el proceso para recaudar fondos y afianzar el respaldo entre sus bases, ha logrado que decenas de destacados republicanos protagonicen un peregrinaje diario para acompañarle que demuestra su control del partido.

Fuera del tribunal en el bajo Manhattan, no obstante, el impacto del juicio es mucho más relativo. En una encuesta reciente de Yahoo y YouGov solo un 16% de los estadounidenses dijeron estar siguiéndolo “muy de cerca” y la palabra a la que más acudían los sondeados para explicar qué les provoca el juicio es “aburrimiento”. Y es que, como suele suceder con todo lo que rodea a Trump, hay dos bandos polarizados en los que las ideas y opiniones sobre él están asentadas y resultan prácticamente inamovibles pase lo que pase, incluso un juicio histórico.

“Su historial de impunidad ha creado una especie de fatalismo entre sus opositores y una sobredimensionada confianza entre los que le apoyan”, escribía recientemente en 'The New York Times' Michelle Goldberg. Y la columnista tenía su propia sentencia: que Trump reciba su merecido, su hora de la verdad y de la rendición de cuentas, no está en realidad en manos del jurado de Nueva York; "estará en noviembre en manos de los votantes".