BALONMANO

El balonmano aragonés despide a Fernando Bolea: "Siempre tenía una sonrisa en la boca"

Félix Brocate, concejal de deportes y exárbitro internacional de balonmano, Juan Carlos Caamaño, presidente de la federación aragonesa, y los exjugadores Amadeo Sorli y Pablo Hernández glosan la figura y la extraordinaria talla humana de Fernando Bolea, fallecido este jueves a los 59 años

Fernando Bolea, flanqueado por Juan Carlos Caamaño (izquierda) y Paco Blázquez (derecha) en un homenaje de la Federación Española.

Fernando Bolea, flanqueado por Juan Carlos Caamaño (izquierda) y Paco Blázquez (derecha) en un homenaje de la Federación Española. / RFEBM

Fernando Bolea se ha ido demasiado pronto. Con 59 años el deporte aragonés ha perdido a uno de sus referentes históricos, un deportista de un currículum mayúsculo, campeón de Europa, olímpico en Barcelona, un entrenador especialista en ascender a la Asobal y una persona extraordinaria que dejó huella allí donde estuvo. Quienes mejor le conocieron, quienes compartieron vestuario, penas y alegrías con él, coinciden en su bondad y en su carácter optimista: «Siempre tenía una sonrisa en la boca».

Una prueba de la huella que dejó es cómo el mundo del balonmano se unió para ayudarle en su enfermedad. «Hicimos un grupo de apoyo y Thomas Svensson, por ejemplo, Alfred Gislasson, seleccionador islandés, un jugadorazo, ahí han estado. En los momentos malos. Cuando te vas todo el mundo se suma, no, en los momentos malos ha tenido a toda la gente al lado, jugadores, árbitros, hemos estado porque era un gran tipo», explica Félix Brocate. «Como la mayoría no hemos podido ir porque ha sido en Valladolid, nos hemos organizado para enviarle una corona de flores. Incluso gente que no han sido compañeros suyos, estoy en otros grupos de equipos de balonmano y todo el mundo habla muy bien de él», corrobora Pablo Hernández.

Una de las personas que más lo ha conocido, tratado y acompañado hasta el último momento es Félix Brocate. El concejal de deportes de Zaragoza le arbitró desde niño y ha estado en permanente contacto con su esposa, Cristina. «Le arbitré desde infantil y en el primer partido internacional que pité, en el preolímpico de Figueras, un España-Hungría en 1992. Y luego he estado con él en la enfermedad», señala el excolegiado internacional. 

Fernando Bolea, durante un partido con la camiseta de Corazonistas.

Fernando Bolea, durante un partido con la camiseta de Corazonistas. / FARBM

«Como jugador no voy a descubrir nada, era un extremo muy fino y muy inteligente jugando, conviví con él dos años en el vestuario. A nivel personal tengo una relación de amistad muy íntima con la familia y todo lo que pudimos ayudar, con el homenaje, la distinción de la Federación Española, en todo lo que hemos podido el balonmano aragonés ha aportado su granito de arena», indica Juan Carlos Caamaño, presidente de la federación aragonesa.

Bolea jugó en el Valladolid, el Bidasoa, el Octavio, en Alemania... y en Zaragoza era un referente para los más jóvenes. «Era corazonista como él, cuando era niño todo el mundo te hablaba de Fernando Bolea. Al final pude jugar contra él y se lo dije, ‘fíjate Fernando, toda la vida hablándome de ti y al final somos contrarios’. Todo el mundo lo tenía como referente en el cole, en el club, en la ciudad y creo que en toda España», recuerda Pablo Hernández. «Vino en la época del Garbel, ocupaba el mismo puesto que yo en el extremo izquierdo y cuando me enteré de su fichaje para mí fue un bombazo porque era un referente, lo había visto jugar con la selección y tenía un póster en mi cuarto con el Bidasoa campeón de Europa. Fue un sorpresón, intenté aprender lo máximo de él como jugador pero era difícil porque él lo difícil lo hacía fácil, así que no era nada sencillo imitarle», indica Amadeo Sorli.

Lanzando desde el extremo con la camiseta del Garbel en un partido frente al Ademar de León en 2000.

Lanzando desde el extremo con la camiseta del Garbel en un partido frente al Ademar de León en 2000. / ÁNGEL DE CASTRO

Bolea estaba en el Hamelin alemán pero en 1999 regresó a Zaragoza. «Fui quien le llamó para que volviera, estaba en Alemania con Gislasson. Hablé con Carlos García (presidente del Garbel) y le dije, ‘hay que traer a Bolea’. Le llamé y me dijo, ‘voy para allá’. Sin más. Carlos me pregunta, ‘pero cuánto va a cobrar’. Pues no lo hemos hablado. Vino sin saber lo que iba a cobrar. Lo que quería era volver a su casa», rememora Brocate.

Regreso, ascenso y adiós

«No lo vi nunca enfadado, ni en las situaciones más complicadas. Perdimos no sé si ocho o nueve partidos por un gol, que decíamos a ver cuándo se acaba esto, y Fernando siempre estaba con la sonrisa, con la broma, siempre rodeado de la gente joven. También hay que decirlo, para echarse su cigarrito de vez en cuando… Cuando hacíamos la pretemporada en el parque se escondía en una caseta y me decía, ‘Juan Carlos, tú no has visto nada’ y se echaba su cigarrico», añade Juan Carlos Caamaño, delegado del Garbel de 1999 a 2001.

La sonrisa de Fernando es lo que todos recuerdan. «Con la diferencia de edad y veteranía era una persona muy agradable, siempre lo recuerdo con una sonrisa. En los viajes intentaba sentarme cerca de él porque siempre tenía alguna batallita que contar, de cuando viajaba por Europa con el Bidasoa, cuando estuvo en Alemania. Estar con él era muy fácil tanto dentro como fuera de la pista», indica Sorli, capitán del BM Aragón. 

En la ducha del vestuario del Príncipe Felipe tras ascender a la Asobal en 2005.

En la ducha del vestuario del Príncipe Felipe tras ascender a la Asobal en 2005. / ÁNGEL DE CASTRO

Tanto Sorli como Pablo Hernández fueron pupilos suyos en el CAI Aragón que regresó a la Asobal en 2005. «Es de los mejores entrenadores que he tenido. Lo he dicho siempre, no es porque haya muerto, su forma de ser me gustaba mucho, que fuera casi un compañero más que un entrenador, que eso a veces es muy de agradecer. Tengo muy buenos recuerdos de los años que estuve con él porque sabía sacar lo mejor de cada jugador sin cosas raras, intentando ser un compañero y al final lo conseguía porque al final ascendimos», señala el exportero, hoy presidente del BM Zaragoza.

Tras el ascenso, sin embargo, el club decidió que no continuara. Contrató a Veroljub Kosovac como entrenador y ofreció a Fernando Bolea el puesto de director deportivo, pero lo rechazó porque no creía en esa figura. «Pasó momentos muy duros. Estuvo llevando pizzas a Madrid todas las madrugadas durante dos años. Ese es Fernando Bolea, sin rechistar, sin pedir ayuda a nadie, sin decir oye, como he sido olímpico, colocadme. Creo que salía a las cinco de la mañana, dejaba las pizzas y volvía», recuerda Brocate.

«Creo que lo hemos maltratado un poquito porque él podía haber sido el entrenador del equipo que ascendió él, una temporadita podía haber estado. Son decisiones que afectan, estoy convencido de que tanto tropezón en la vida pasa factura. Porque a él lo que lo hubiera gustado es entrenar en Asobal al equipo de su tierra», reflexiona el concejal, que destaca también su talla deportiva.

Ni una tarjeta

«Cuando se marchó de Zaragoza al Michelín Valladolid le arbitré en Asobal y allí estaban encantadísimos con él porque era buen jugador pero, sobre todo, buen tipo, que ayudaba mucho en el vestuario. Es que era un genio. Hay un Bidasoa-Atlético de Madrid que pité yo. En el minuto uno se lesiona Bogdan Wenta, central del Bidasoa. Se rompe un dedo. Y Juantxo Villarreal le dice a Fernando, sal de central. Y es un partido para enmarcar. Lo guardo porque es para enseñárselo a las nuevas generaciones. Era un líder humilde. Y cuando empezaba igual, era muy humilde, un jugador de equipo. Nunca le pude sacar ni una tarjeta amarilla», señala.

Tras dejar Zaragoza se marchó al Guadalajara, al que ascendió desde Primera Nacional hasta Asobal, estuvo en Italia y volvió a Irún para devolver al equipo en la máxima categoría. «Le llamábamos el ascensor porque no hacía más que ascender», recuerda Caamaño. Y en los últimos años, una cruel enfermedad se lo ha ido llevando poco a poco. 

«Era generoso en todos los sentidos, hacía banco, vestuario, la gente lo adoraba. Y se nos ha ido sin una mala cara. Vino al homenaje de Asobal en Zaragoza, al de la FARBM, vino feliz, sin una mala cara. Un tipo feliz. No había bailado nunca, no le gustaba, y en sus últimos días solo bailaba en la residencia con Cristina. Fernando no se separaba de Cristina ni un minuto, ha sido una pareja que se han querido de una manera brutal», indica Brocate. A Fernando Bolea, en realidad, le quería todo el mundo. En vida se convirtió en toda una leyenda del deporte aragonés. Ahora ya es eterno.