FESTIVAL EN EL CAMINO DE SANTIAGO

La crítica de Javier Losilla: Idoipe y Freeman, la memoria del porvenir

Idoipe y Freeman mostraron el viernes en Santa Cruz de la Serós un gozoso paradigma de la cultura pirenaica del siglo XXI

Santa Cruz de la Serós acogió este viernes la actuación de Idoipe y Freeman.

Santa Cruz de la Serós acogió este viernes la actuación de Idoipe y Freeman. / FESTIVAL EN EL CAMINO DE SANTIAGO

Javier Losilla

Javier Losilla

Dejemos claro que un festival de música antigua como En el Camino de Santiago interviene en cada edición sobre la memoria y el patrimonio. En el primer caso, interpretando músicas de hace siglos; en el segundo, programando los conciertos en edificios históricos como catedrales, iglesias, colegiatas y ciudadelas. Pero intervenir sobre la memoria no es hacer arqueología sino recrear el pasado para comprender mejor el presente, acción que en el caso de En el Camino de Santiago forma parte de su ADN como evento cultural. Escribo esta crónica unas horas antes de que la formación francesa Le Concert de L’Hostel Dieu presente en la Ciudadela de Jaca su espectáculo FugaCités, un encuentro entre la música barroca y las culturas urbanas, y al día siguiente de que Idoipe y Freeman hayan mostrado en Santa Cruz de la Serós un gozoso paradigma de la cultura pirenaica del siglo XXI.

Pese a la reticencia de algunos críticos, una de las manifestaciones musicales más revulsivas de lo popular en la actualidad es la que muestra la conexión entre el folclore y la música antigua con las artes sonoras contemporáneas. Y en ese plantel de creadores y creadoras de la nueva memoria se inscribe el zaragozano Idoipe, quien reformula las tradiciones aragonesas con electrónica y pespuntes guitarreros. Idoipe, que comenzó como dj y quería ser músico electrónico, entendió que cada generación crea sus propias melodías para el baile, para la fiesta, para la celebración y para las despedidas, y que, en el fondo, a músicas distantes entre sí por centurias no las separa tanto el tiempo como el modelo de ejecución.

Así las cosas, las recreaciones del acervo aragonés que realiza el zaragozano no son fruto de una modernidad de pega, sino de la búsqueda de patrones que encajen para obtener un resultado que tenga un pie en el pasado y otro en el futuro. Lo demostró el viernes por la noche, en Santa Cruz, subiendo el termómetro emocional mientras descendía el de la temperatura. Apoyado por arquitecturas de luz proyectadas sobre la cabecera (el exterior del testero) de la iglesia románica, fue lanzando una serie de piezas que van  más allá de lo musical, pues recogen los sonidos de la naturaleza, los cantos y expresiones habladas de las gentes de los lugares visitados, su energía…

Tañen furo (suenan fuerte) se llama su propuesta, con piezas como O sol espunta, Solombra, Las espigas oro, Eran ellas, Encara, Lo mon, Cerzo Lento, Alacay, Aguas claras, Laten y la que da nombre al proyecto. Cuatro de esas canciones pertenecen a la banda sonora del  excelente documental homónimo, realizado por Freeman (el creador audiovisual Javier Jiménez) sobre el trabajo de campo llevado a cabo por Idoipe.

Fue en la parte final del concierto cuando sonaron tres de esas composiciones mientras una muestra del documental mapeaba con trabajada precisión el exterior de la iglesia creando un sugerente pachtwork de imágenes y elementos arquitectónicos. Mencionaba al inicio de esta crónica el concepto de intervención; pues bien: la del sábado en el festival En el Camino de Santiago fue espléndida: música y patrimonio hermosamente vivos construyendo la memoria del porvenir.