Educación

El ‘pequeño poder’ de las aulas de Torrero: cuando los alumnos eligen a qué destinar el dinero

El colegio Domingo Miral de este barrio zaragozano aplica desde hace tres cursos el modelo de los presupuestos participativos para que sus alumnos elijan algunas partidas económicas del centro

Una mesa electoral de los presupuestos participativos del colegio.

Una mesa electoral de los presupuestos participativos del colegio. / SERVICIO ESPECIAL

Demos, es decir, pueblo en español, y kratos, poder. Ese es el significado etimológico, derivado del griego antiguo, de la palabra democracia. Algo que de vez en cuando, y más en los tiempos actuales, conviene recordar. Como también es recomendable que si se busca una sociedad igualitaria y que crea en este sistema, es bueno conocer sus virtudes y limitaciones desde temprana edad. Esto es lo que hace, ya desde hace tres cursos, el colegio Domingo Miral, del barrio zaragozano de Torrero, donde sus alumnos deciden dónde destinar aproximadamente el 10% del presupuesto de este centro educativo de manera colectiva.

La idea se inspira en los presupuestos participativos que el gobierno municipal de Zaragoza en Común llevó a la ciudad durante su mandato y que se mantiene en la junta municipal del distrito. La diferencia, que los participantes no son los ciudadanos mayores de edad y con derecho a voto, sino los estudiantes de primero a sexto de Primaria del colegio.

El director del centro, Jorge Moliner, explica que aplicar este modelo supone «un cambio de paradigma» en relación con la forma de entender la participación del alumnado. «No tienen que ser, simplemente, receptores de conocimientos, sino que lo importante es que les ayude a ser protagonistas», indica. Un protagonismo que se verá reflejado «en la participación y, sobre todo, en la toma de decisiones».

Urnas y votos

El proceso cuenta con muchos de los ingredientes de unos comicios: urnas, votos, jornadas electorales y procesos informativos. Pero, antes de llegar a ahí, el colegio desarrolla varias fases. Todo comienza con los dos representantes de cada aula, alumnos que trasladan y defienden lo decidido por todos. Lo hacen en el conocido como consejo de representantes, que se reúne mensualmente y que reflexiona sobre el centro. «Ven cosas a mejorar, hablan de las actividades complementarias que hacemos, nos traen propuestas que implantamos o no… y es el eje a través del cual gira toda la participación del alumnado», describe Moliner.

En este consejo también participan él y la secretaria del colegio, que es, además, la encargada de mostrarles el plano económico con los que podrán confeccionar los futuros presupuestos participativos. Para ello, deberán tener en cuenta que las propuestas respondan «a una necesidad del centro» o a algo que lo mejore. Son también los representantes los que validarán si las propuestas de la clase cumplen con esos requisitos.

El siguiente paso es el de la publicidad: «Durante dos semanas se publicitan las propuestas que se van a votar», señala Moliner, quien matiza que estas se anuncian en carteles en el propio centro y se mandan a las casas para que las familias también sean partícipes.

142 votantes

Por último, llega el día de la votación, con la que se desarrolla una auténtica jornada electoral. En ella, los representantes ocupan el personal de la mesa y el censo se corresponde con los listados de las clases, que irán tachando conforme los estudiantes depositan su voto en las urnas.

¿El resultado? Propuestas que ya se han hecho realidad, como las mesas multijuego que salieron vencedoras en la primera entrega. Pero, más allá del ámbito lúdico, los alumnos muestran preocupación por otras cuestiones, como pone de manifiesto que también se hayan instalado espejos en los baños o que las porterías del recreo cuenten con protectores acolchados para evitar daños. Este curso ya ha tenido su jornada electoral y la propuesta elegida por los 142 votantes, con 45 sufragios a favor, ha sido la creación de un espacio educativo de croma y cine.

Con todo ello, además de acercar la democracia y la participación al aula, los estudiantes trabajan otras competencias, como por ejemplo, la digital o la matemática. Una idea de éxito surgida en Torrero, cuyo pequeño poder ya se ha extendido a otros centros educativos que lo replican, el Gaspar Remiro, de Épila, y el Antonio Beltrán, en Zaragoza.

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