Escribá, Mollejo y el calvo de la lotería sin premio

A Burgos fue Fran Escribá en el momento más frío de la temporada y puso al más caliente sobre el campo. Víctor Mollejo resucitó al Real Zaragoza con su gol y su temperamento y lo metió durante casi una hora en playoff hasta que Matos congeló los ánimos y mantuvo el estado de depresión una semana más: el equipo ha sumado 6 de los últimos 24 puntos. Sigue noveno

Francés y Bakis felicitan a Mollejo por su gol en El Plantío.

Francés y Bakis felicitan a Mollejo por su gol en El Plantío. / CARLOS GIL-ROIG

Sergio Pérez

Sergio Pérez

A Burgos fue Fran Escribá en el momento más frío de la temporada, cinco puntos de los últimos 21, una victoria en siete jornadas y el runrún clásico de estas situaciones de crisis rondándole. El antídoto del entrenador fue volver a su sistema de cabecera, el 4-4-2, dejar los sustos de Poussin en fuera de juego, recuperar a Francés y a Bakis y poner al más caliente sobre el campo. Víctor Mollejo le dio temperatura al Real Zaragoza con un gol de los suyos, de buen golpeo y buena brújula, y le dio temperatura a la noche castellana. El gol de Matos en el descuento la congeló y prolongó el estado de depresión otra semana más.

El equipo estuvo casi una hora de vuelta en zona de playoff, pero nuevamente terminó fuera de ella. Se había metido ahí de la mano del jugador con más condiciones de desfibrilador de la plantilla. Todo energía, fogosidad, ardor en cada acción y carácter, a veces en su justa medida y otras desmedida. Eso y un cierto instinto para el gol, de delantero sin excesiva relación con la suerte suprema pero conocedor de los caminos que acercan hasta ella y, sobre todo, con el deseo siempre de recorrerlos.

En el primer acercamiento del Real Zaragoza, en una jugada preciosa con mucho toque y un centro milimétrico de Valera desde la derecha del ataque, Mollejo advirtió de su presencia con un cabezazo que atrapó Caro. En la segunda, le puso la firma a una gran jugada colectiva con la zurda metiendo para adentro lo que Iván Azón había intentado en dos ocasiones sin fortuna ni tino. Primero vimos el rayo, un contragolpe fugaz, y luego escuchamos el trueno, el 0-1.

Mollejo lo celebró con su nervio habitual, con el corazón... y con la cabeza. Fue su tercer tanto de la temporada en poco más de 300 minutos. Un dato relevante. Todos habían servido para ganar (Cartagena y Andorra) hasta que el Burgos enfrió los ánimos en una jugada nacida en un simple saque de banda con el final del encuentro en el horizonte. Antes de ese minuto fatídico, el Zaragoza había podido marcar alguno más, pero a Bakis le ha mirado un tuerto. Luego, el árbitro resbaló en una acción que pudo ser clave.

El equipo había hecho lo suficiente para merecer el triunfo, pero malgastó otra ventaja. De todos modos, a partir de un momento dado, el mensaje que flotó en el aire fue algo conservador. Escribá había jugado al número adecuado, el calvo de la lotería le vino a ver pero Matos, y cierta pulsión por guardar la viña y rehuir el balón en demasía, le arrebataron el premio.