No todos los días son fiesta. La contracrónica del Real Zaragoza-Racing

La espectacular racha del Zaragoza se queda en cinco victorias consecutivas, pero al menos los aragoneses siguen invictos

La suerte que ha acompañado al equipo no apareció esta vez en un mal partido de los de Escribá

Marcos Luna trata de despejar en un balón dividido

Marcos Luna trata de despejar en un balón dividido / Jaime Galindo

Arturo Pola

Arturo Pola

En la semana más complicada para el Real Zaragoza desde que comenzó la temporada ha sido cuando ha llegado el primer tropiezo. El empate ante el Racing de Santander rompe la extraordinaria racha de cinco victorias consecutivas de los aragoneses que le ha llevado a ser líder de Segunda. Un punto en un mal encuentro de los de Escribá y en el que no mereció más, pero que deja la nota positiva de que, al menos, el equipo sigue una jornada más sin perder.

Con la intención de brindar un nuevo triunfo saltó el Zaragoza a una Romareda de nuevo con un aspecto formidable, pero desde pronto se vio que no era el día. El Racing tuvo más claro desde el principio qué era lo que tenía que hacer para sacar algo positivo de su visita al líder y entre Marc Aguado y Mouriño le pusieron en bandeja la posibilidad de adelantarse. Nunca habían estado los aragoneses por debajo en el marcador desde que comenzó la Liga. Un nuevo escenario que Valera en una acción aislada consiguió que durara poco. Su gol antes del descanso y el subidón que dio a los de Escribá, sumado al golpe para los cántabros, parecía deparar una segunda parte distinta a la primera.

Pero no, no era el día. Sí lo había sido en las cinco jornadas anteriores, en las que el Real Zaragoza se había llevado los tres puntos en cada una de ellas. En algunas mereciéndolo y en otras no, pero siempre los de Escribá habían encontrado la manera de sacar el partido adelante hasta este viernes. La dosis de fortuna que ha acompañado al cuadro zaragozano en este inicio se agotó, aunque hizo su último acto de servicio en un remate de cabeza en boca de gol de Mantilla que el palo repelió cuando Cristian estaba ya vencido y dispuesto a rescatar el balón de la red.

Una de las lecciones que puede sacar el Real Zaragoza del empate ante el Racing es que esa suerte, para que vuelva y no abandone al líder, hay que perseguirla. Al equipo aragonés le faltaron ideas ante un plantel cántabro muy bien plantado y apenas inquietó a su rival durante los segundos 45 minutos. Ninguna ocasión tuvieron los aragoneses en el segundo acto mientras la grada se impacientaba por primera vez en el curso. Sin embargo, La Romareda entendió que era en ese momento cuando más le necesita su equipo y trató de, viendo que los futbolistas solos no podían, trató de ganar el partido por su cuenta.

Los ánimos no cesaron, pero ni siquiera llegó el esperado arreón final en el que los locales arrinconaran a un Racing que, visto que no había conseguido ganar, comenzó a perder tiempo para por lo menos no perder. En absurdas trifulcas y en protestas que no iban a ningún sitio se enzarzó el Zaragoza hasta que el partido murió certificando que, por primera vez en seis ocasiones, los de Escribá no iban a sumar los tres puntos. Un tropiezo que algún día tenía que llegar y que no puede empañar de ninguna manera el sobresaliente arranque liguero de un equipo que, ocurra lo que ocurra en los partidos del resto de la jornada, seguirá una semana más en una situación privilegiada en la tabla clasificatoria.

No es lo de este viernes más que el fin de una racha que iba a acabar terminando. No siempre se puede jugar bien y no siempre se puede ganar, pero el empate ante el Racing le debe servir al Real Zaragoza como toque de atención. Muchas victorias acaban llegando por insistencia, pero a los de Escribá les faltó ese empuje necesario para que la suerte tuviera la oportunidad de aparecer.