Opinión | EL TRIÁNGULO

Sopa de miso

Hace años que dejamos de escuchar, resultaba imposible, ya que el ruido y el colorido de los fuegos artificiales es sumamente más atractivo

Terminar de leer un libro que te gusta provoca un inmenso placer por lo que deja y perdura en tu ser y en tu alma y también una zozobra cuando lees la última palabra y sabes que quizá tardes semanas, meses en encontrar algo que te inquiete de esa manera o te provoque ese lento y acelerado caminar por las páginas y sus historias. Ayer mismo terminé Sopa de miso de Ryu Murakami, que no de Haruki Murakami, otro de los grandes, y todavía en mi mente retumban momentos, latidos, aromas y la sangre alrededor de las ciento ocho campanadas con las que se da la bienvenida al año nuevo allí en Japón en una forma de decir adiós a los malos instintos, que al igual que en cualquier lugar del planeta unos proceden de los sentimientos y otros de los pensamientos, porque ambos forman parte del ser humano, algo así como los órganos vitales, y así mientras los que proceden de los pensamientos pueden desaparecer si alguien viene y te cuenta la verdad y la escuchas informado y atentamente, los que proceden de los sentimientos se agarran con fuerza y resulta infinitamente más complicado alejarlos de nosotros. No sé por qué Sopa de miso, que para nada habla de política, sino de la vida y de las razones por las que vivir en ocasiones se convierte en un tránsito insoportable, me ha hecho reflexionar sobre las cosas que pasan aquí, en Europa y en España, y que en principio poco o nada tiene que ver con un sopa preparada a base de caldo dashi y pasta de miso.

Han pasado varios días desde que conocimos los resultados de las elecciones europeas con todas las cosas que de ellas se han derivado y sobre las que tanto se ha hablado y escrito y pienso que en estas elecciones hubo votos del sentimiento y otros del pensamiento y creo que los del sentimiento vencieron de una forma clara en un intento de explicarnos que ni siquiera las ciento ocho campanadas podrán alejar las cosas que pudieron hacernos mejores, porque hace años que dejamos de escuchar, resultaba imposible hacerlo, ya que el ruido y el colorido de los fuegos artificiales es sumamente más atractivo y ejerce sobre nuestras miradas, sobre nuestros sueños y sobre nuestras mentes un activo propósito de futuro donde todo tiene cabida dentro del sentimiento y cada día más lejos del pensamiento.

Frank le dijo a Kenji: «No te voy a matar, tampoco a tu novia Jun. Seguramente eres mi único amigo». Y Kenji lo creyó. Poco más podía hacer.

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