ADIÓS AL CARBÓN EN ANDORRA

'Yo trabajé en la térmica de Andorra': "Hoy casi dan ganas de llorar"

Trabajadores jubilados y jóvenes que se buscan un futuro tras el cierre de la central térmica hablan a EL PERIÓDICO DE ARAGÓN minutos después de ver caer la monumental chimenea de la central

José Vaquero, operario de la central, y Antonio, vigilante, ambos jubilados, posan delante minutos después de la demolición de la chimenea.

José Vaquero, operario de la central, y Antonio, vigilante, ambos jubilados, posan delante minutos después de la demolición de la chimenea. / Jaime Galindo.

La central térmica de Andorra ya es historia. La chimenea se ha hecho añicos este jueves, pero ni las 25.000 toneladas de escombro pueden sepultar los recuerdos de quienes trabajaron en la central. Como tantos otros andorranos, José Vaquero, Antonio y Basi Foz se han encaramado a una de las lomas que bordean la carretera A-1407 para comprobar con sus propios ojos que la demolición no era producto de su imaginación. De este día se acordarán durante años incluso los más jóvenes. Permítase el secreto: los hubo que se escaparon de clase para ver caer la enorme mole de hormigón que presidía la villa minera.

"Casi dan ganas de llorar. Hemos trabajado aquí toda la vida. Ves la chimenea caer y son los 40 años que estuvimos allí cayendo de un plumazo". Antonio entró a trabajar en la central con 25 años y era vigilante. Ahora tiene 65, y aunque se prejubiló en 2019, su vida ha sido la central. Bien lo sabe Basi Foz, la mujer de José Vaquero, operario, que vivía de los caprichosos horarios a los que obliga la producción de energía. "Chico, un día te llamaba a media tarde y decía que no venía a cenar, que había que hacer mantenimiento", recuerda Foz, aunque no se olvida de los buenos momentos. "También es verdad que otro día llamaban al punto de la mañana para que fuéramos todos a almorzar. Había buenos ratos", rememora.

Entre tantos recuerdos que este jueves se han convertido en escombro, Vaquero recuerda la inauguración en 1981, a la que asistió el Rey emérito, y cientos de anécdotas, como cuando un operario se descolgaba por el tope de la chimenea para pintar de rojo y blanco las llamativas líneas de la torre.

Tres de estos cuatro jóvenes andorranos han trabajado en la central térmica de Andorra. Las incógnitas sobre su futuro siguen perturbando su vida.

Tres de estos cuatro jóvenes andorranos han trabajado en la central térmica de Andorra. Las incógnitas sobre su futuro siguen perturbando su vida. / Jaime Galindo.

Sin embargo, para los jóvenes las lágrimas no son por los recuerdos del pasado, sino por las incógnitas de su futuro. Luis Olleta, Carlos Omedes, Tomás Mestre y Adrián Jover, todos treintañeros, quieren quedarse en Andorra. Vivir en la localidad donde nacieron. Pero llevan más de dos años dando tumbos, sacándose las castañas del fuego "para no dejar a la familia". "Nunca tendrían que haber parado la central hasta que esos nuevos proyectos que prometen fueran reales. En junio de 2020 nos mandaron al paro y desde entonces imagínate", explicaba Olleta, de 38 años, que era empleado de Maessa, una subcontrata de Endesa que realizaba las labores de mantenimiento en la central. Ahora, junto a Omedes y Mestre, opera en los trabajos de desmantelamiento. "Se ha dicho ya: hay muchas promesas, pero nada real", concluye Olleta.

Es el sentir de los últimos que vivieron del carbón en la villa minera. Este jueves han visto caer la chimenea de la térmica con un futuro que no terminan de ver claro. Son las incógnitas sobre su futuro laboral las que más trastornan la vida de estos jóvenes. "No me gustaría dejar el pueblo. Tenemos aquí a la familia y prefiero hacer el esfuerzo de a hacer los 80 kilómetros a Alcañiz y volver de noche. Es lo que llevo haciendo cinco años, pero llegará un momento en el que habrá que marcharse a Zaragoza, a Castellón o adonde sea", lamenta Carlos Omedes.

Ahí deberá entrar el proyecto de Endesa para explotar el Nudo Mudéjar y generar con fuentes renovables la energía que antes tenía producía la central. La compañía eléctrica se ha comprometido a recuperar casi por completo los 580 empleos fijos que tenía la térmica cuando fue clausurada en junio de 2020. Y aunque el proyecto fue seleccionado en el primer concurso de Transición Justa de España (habrá 22 más) e incluye un plan de acompañamiento para la revitalización industrial del entorno, los afectados por el cierre de la central dudan todavía del plan.