La actualidad del Real Zaragoza

Real Zaragoza: 14 años de vergüenza

El equipo aragonés lleva desde comienzos de 2008 en Segunda o luchando por no descender

La afición, en la movilización contra la directiva del club celebrada esta temporada antes del partido frente al Valladolid.

La afición, en la movilización contra la directiva del club celebrada esta temporada antes del partido frente al Valladolid. / ANGEL DE CASTRO

Jorge Oto

Jorge Oto

La temporada 2006-07 fue la última. El Real Zaragoza de los Milito, Aimar, Piqué o D’Alessandro lograba el pasaporte europeo tras finalizar la Liga en sexta posición gracias a un agónico empate en Huelva. Se cumplía el primer aniversario de Agapito Iglesias como dueño de un club plagado de estrellas y de sueños que no tardarían en convertirse en la peor de las pesadillas. Aquel Zaragoza de Víctor Fernández, con una de las mejores plantillas en la historia de la entidad pero preso de los egos, se pudrió la siguiente campaña. Hasta cuatro técnicos pasaron por el banquillo zaragocista, pero nadie pudo evitar lo que parecía imposible: el descenso más doloroso para un zaragocismo que comenzaba su vía crucis

Tras el último ascenso, bordeó tres años el descenso hasta que cayó y no volvió

Porque, desde entonces, el Zaragoza no se ha movido de un infierno abrasador. En Primera o en Segunda. Porque, en todo este tiempo, el equipo o ha estado en la categoría de plata o luchando por no descender. O en la zona roja de la tabla en Primera o abajo, donde acumula nueve temporadas consecutivas y se ha convertido ya en un clásico. De hecho, solo el Lugo y el desahuciado Alcorcón llevan más campañas seguidas en Segunda que los aragoneses.

14 años de infamia, vergüenza y mediocridad que alcanzan ahora su punto álgido, con la grave crisis deportiva de casi siempre que amenaza su existencia y una profunda y severa crisis institucional que ha provocado el levantamiento social de una afición a la que se le amontona la rabia , la desazón y el cabreo. 14 años desde que, a comienzos de 2008, todo se empezó a torcer. 14 años, casi una generación entera de sufrimiento y amargura. Una pena. La ruina.

El principio del fin

Aquel Zaragoza que bajó a Segunda en Mallorca se llevó por delante al director deportivo, Miguel Pardeza, protagonista de la única muestra de dignidad en los últimos años al presentar su dimisión por considerarse responsable de uno de los mayores desastres deportivos del club a lo largo de su historia. Agapito tiró de chequera para contratar al entrenador de moda en esos momentos, Marcelino García Toral, con el único objetivo de regresar a la élite a la Primera. El asturiano cumplió en medio de un ambiente crispado y una relación rota con la propiedad. «El ascenso con el Zaragoza fue el más difícil, el club era un caos», reconocería poco después el técnico a este diario.

Iturralde González trata de consolar a Zapater tras el descenso de la 07-08.

Iturralde González trata de consolar a Zapater tras el descenso de la 07-08. / DANI CARDONA

Marcelino duró hasta diciembre, con un Zaragoza al borde del descenso. Su relevo fue un exjugador del club, José Aurelio Gay, al que Agapito rodeó de nuevos fichajes para acometer una revolución invernal que surtió efecto. El equipo, tras pelear durante toda la temporada por no bajar, se salvó con cinco puntos de renta instalado en 14ª posición.

A peor

Pero la tónica no variaría después. De hecho, la distancia con los puestos de condena se estrecharía en las dos campañas siguientes, en las que el Zaragoza también se salvaría por los pelos, a solo dos puntos del descenso en ambas ocasiones y siempre con cambio de entrenador durante la temporada. Primero Javier Aguirre y al año siguiente Manolo Jiménez mantuvieron en Primera a un equipo que, sin embargo, ya no aguantaría en la 12-13, la única vez que se apostó por mantener al técnico a pesar de la mala dinámica y nefastos resultados. Jiménez fracasó y el Zaragoza se fue a Segunda tras acabar como colista.

Y, desde entonces, el cuadro aragonés no se ha movido de un infierno que le ha reducido a cenizas. En las nueve temporadas que acumula en Segunda, el Zaragoza (desde la 14-15 con la Fundación Zaragoza 2032 al frente) ha luchado más por no bajar que por regresar a una categoría cada vez más lejana. De hecho, el equipo apenas ha disputado tres playoff de ascenso, vendidos por el club como un logro magnífico a tenor de la precaria situación económica de la entidad. 

Y eso que solo en uno de ellos pasó de la primera eliminatoria y fue hace siete años, cuando el conjunto aragonés, entonces dirigido por Ranko Popovic elegido como sustituto de Víctor Muñoz (al que se echó por sus diferencias con un consejero), se quedó a seis minutos del ascenso en Las Palmas. Con Natxo González y Víctor Fernández, el Zaragoza cayó (ante Numancia y Elche, respectivamente a pesar de jugar la vuelta en casa) antes de llegar a la eliminatoria definitiva.

Roberto, Pinter y Álamo salen de La Romareda tras el descenso de 2013.

Roberto, Pinter y Álamo salen de La Romareda tras el descenso de 2013. / JESUS CISNEROS

Aunque, seguramente, fue con el entrenador aragonés cuando más cerca estuvo la vuelta a la élite. Solo algo extraordinario parecía impedir el ascenso en la 19-20, con un Zaragoza pletórico que llegaba a marzo en puestos de ascenso directo con cinco puntos sobre el tercero. Pero la irrupción de la pandemia acabó con todo. También con un Zaragoza que, mientras el fútbol estuvo parado, se dedicó más a luchar por subir en los despachos que a preparar la vuelta de la competición tras el largo parón de tres meses. 

Ahora, en uno de los peores momentos de su vida, el Zaragoza sigue peleando por sobrevivir. En un permanente estado de sitio, la mediocridad se ha adueñado de un equipo y de un club destrozados. Solo la gestión económica (tan buena como obligatoria para seguir respirando) mantiene las constantes vitales de una entidad que ha reducido a la mitad la indecente deuda que dejó Agapito, pero que ha aumentado hasta el infinito la que mantiene con una afición maltratada y condenada al infierno a pesar de haberse ganado el cielo.