Opinión | con sentido/sin sentido

Allons enfants…

El pasado domingo hubo una nueva toma de la Bastilla que dejó en evidencia el centro centrado de Macron. La inquietante sentencia del Apocalipsis («a los tibios los vomitaré de mi boca») se hace realidad en tiempos de crisis. El pueblo soberano ha escogido a la extrema derecha 3.0 como opción preferente, especialmente en las zonas rurales y de clase trabajadora. Como en 1936, ante la amenaza fascista se ha improvisado un nuevo Front Populaire, pero la izquierda debería plantearse por qué se ha llegado hasta aquí. La desconexión con los actuales sansculottes es palmaria, quizá porque la perciben como gauche divine alejada de sus problemáticas cotidianas. El discurso woke, hijo de los estudios culturales anglosajones y sus constructos de identidades culturales, colectivas, sexuales o animalistas, les suena a chino a los paysants rurales. Y la clase trabajadora, amenazada por una emigración que percibe como competencia, así como relaciona la globalización con la progresiva pérdida de poder adquisitivo, tampoco es muy fan de los bizantinismos zurdos. Es la juventud urbana la que mejor entiende (y vota) esas propuestas progresistas renovadas en frentes como la economía alternativa humanista, la ecología o las reivindicaciones LGBTIQ+. El RN ha hecho su trabajo «moderando» su discurso (ni son ya anti UE) y presentando la piel de cordero del joven Bardella. Macron está quemado, porque una mayoría intuye o certifica que representa a ese neoliberalismo causante de todos esos males económicos y sociales. El Frente Popular del 36 fue arruinado por una alianza de fascistas y liberales autoritarios con la complacencia de los socialistas, esperemos que no ocurra ahora lo mismo... Mucha gente ha perdido el miedo a Le Pen, porque actúa sin careta al servicio de los de siempre y con un canto de sirena que arrulla a un peuple très désespéré. Solo queda confiar en la liberté, egalité et fraternité.