Ante el negacionismo, ciencia y empatía

Helena Vizcay

«¿Calor? ¡Estamos en verano!». «Siempre ha habido cambios climáticos. Es un ciclo natural». «Los ricos y los poderosos son los responsables. Lo que yo haga no tiene impacto». Al leer estas frases, nos viene a la mente algún conocido que recurre a ellas para justificar su inacción o desidia ante uno de los mayores desafíos de la humanidad: la emergencia climática.

La disidencia en este tema adquiere un eco desproporcionado bajo el anonimato que ofrecen las redes sociales, y que se ampara en un amplio rango de argumentos, que van desde el negacionismo más recalcitrante («el cambio climático es una conspiración») a posturas retardistas, que aceptan los preceptos de la ciencia, pero aplazan la acción para mitigar y adaptarnos a esta crisis.

Ambas posturas, negacionismo y retardismo, sorprenden en nuestro país, uno de los más amenazados por esta emergencia. De hecho, la predicción de la Aemet para este verano es clara: hay gran probabilidad de que sea más cálido y seco de lo normal. Un vaticinio que ya no sorprende, al seguir la tendencia de los últimos años, y que se confirma también en el ámbito global. Según los datos de Copernicus, el pasado mayo fue el más caluroso jamás registrado a nivel mundial, y el duodécimo mes seguido que marca este récord, una racha nunca antes vista. No podemos acostumbrarnos a vivir en un planeta cada vez más extremo. 

Si nos centramos en nuestro territorio, nos encontramos con que el campo aragonés se está viendo muy afectado por estas consecuencias. Solo el año pasado, la sequía disparó los daños, lo que implicó más de 88 millones de euros en indemnizaciones. Esta crisis no solo tiene consecuencias sobre el medio ambiente, sino que está íntimamente relacionada con la seguridad alimentaria, la salud y la economía.

Y sí, incluso en este contexto, sigue habiendo voces que niegan la ciencia y la evidencia. ¿Qué hacemos? ¿Les respondemos? ¿Haciéndolo podemos aplacar la sinrazón de sus mensajes o contribuimos a darles más pábulo? Si contestamos, ¿cómo lo hacemos?

En Ecodes nos lo preguntamos con frecuencia. Para poner un poco de luz sobre estas incógnitas, hemos desarrollado un informe, junto con el profesor Rogelio Fernández-Reyes. El debate y el diálogo pueden cumplir una función vital en la respuesta que la sociedad dé a la emergencia climática, con una correspondiente aceleración en las medidas. Para ello, hemos estudiado qué discursos y estrategias se esconden tras las argumentaciones negacionistas y retardistas, con el objetivo de disponer de herramientas efectivas para contrarrestarlas.

Además de recurrir a fuentes expertas y rigurosas, de evitar la polarizante dicotomía de buenos y malos y de recordar que la desinformación se debe al interés -entre otras medidas-, es recomendable conectar desde la emoción. Más allá de la ciencia y la legislación, los valores y la identidad juegan un papel crucial en la comunicación climática. Ante el negacionismo y la crispación, respondamos con hechos y evidencia, pero también con esperanza y empatía.