SUSTO EN UN PISO DE ZARAGOZA

El cierzo salvó a Carmen

La vecina de la calle Tarragona, 26 cuyo techo se vino abajo, salvó la vida por un golpe de suerte

Hace tres años ya se sobrepuso a un atropello en la calle Santander

La bajada drástica de las temperaturas que trajo la irrupción del viento frío del norte el pasado fin de semana evitó una tragedia en el barrio de Delicias. Allí, Carmen, de 92 años, vecina del cuarto piso de la calle Tarragona, 26 se encontraba descansando en su habitación cuando el falso techo de su salón se vino abajo.

Solo el cambio del tiempo evitó que, como durante los largos y pesados días de la ola de calor, la vecina se encontrase en la estancia más amplia de la casa disfrutando del aparato de aire acondicionado.

«Estábamos contentos porque por fin se acababa el calor y le dije de irnos al pueblo, pero le dio pereza y se quedó en casa», cuenta su hijo Víctor Manuel. El domingo por la tarde le llamó a Arándiga para decirle que se había caído una placa del techo del salón después de que por la mañana hubiese oído «unos ruidillos»·. Quedaron en que no entrase al salón hasta que llegase él, pero quince minutos después a Víctor Manuel volvió a sonarle el teléfono: era su madre, que sufre de sordera, avisándole de que seguían cayéndose más partes del techo. Unos ruidos más fuertes hicieron a la mujer abandonar definitivamente el teléfono móvil ante la congoja del hijo, a 70 kilómetros de allí.

Carmen, de 92 años.

Carmen, de 92 años. / Víctor Marín

Carmen le comentó después que había presenciado «la catástrofe más grande que había visto nunca». Ante ella, el salón cubierto de escombros y la cubierta del edificio a la vista. Una vecina amiga suya trató de acceder a la vivienda con la llave que le guarda y no pudo porque los escombros habían bloqueado la puerta. Fue ella la que avisó a los bomberos para que liberasen a su amiga. «Cuando llegué, los bomberos habían asegurado toda la estancia y me encontré todo el techo en el suelo», cuenta Víctor Manuel.

Carmen, antes del derrumbe final, aún tuvo el valor o la inconsciencia de acceder al salón «para salvar una planta», según le confesó a su hijo.

«A mi madre, que se encuentra perfectamente de salud, se vale por ella misma y no quiere ayuda, le van ocurriendo cosas, pero se sobrepone a todas ellas con fortuna. Me dice que se parece a los gatos, que tiene siete vidas», comenta su hijo orgulloso. Todavía se acuerda de otro susto vivido hace tres años cuando su madre fue atropellada en la calle Santander. «Salió por encima del capó con el bolso, pero solo sufrió varias moraduras y se le rompieron las gafas», detalla.

«Oímos dos estruendos"

Los vecinos del número 26 de la calle Tarragona de Zaragoza se recuperan del susto vivido el pasado domingo cuando pasadas las 17.30 horas comenzó a hundirse el falso techo del cuarto y último piso del inmueble.

«Empezamos a oír unos ruidos y más tarde escuchamos ya un ruido fuerte y, poco después, otro un poco más intenso y entonces empezó a caerse», recuerda la vecina de escalera.

Esos estrépitos se debieron al hundimiento del falso techo de cañizo que hacía de aislante con la cubierta del edificio. Algo que, según los servicios urbanísticos más tarde allí personados, no reveló problemas graves del sistema estructural que comprometieran la integridad del edificio.

Más abajo, otra vecina que lleva poco tiempo viviendo en el edificio, no pudo ver nada pero sí oyó «dos estruendos» que la sobresaltaron a media tarde. «Fue un susto grande porque no sabíamos qué podía ser hasta que salimos a la escalera y nos dijeron lo que había ocurrido», recordó. Poco después llegaron los bomberos, que procedieron al desescombro de la vivienda para abrir el paso a la vecina, ya realojada en casa de un familiar, y asegurarse de que no fuera a haber más hundimientos.

Tras una rápida inspección, los bomberos procedieron a apuntalar una viga de la cubierta que presentaba una ligera fractura. El suelo y los muebles del salón quedaron cubiertos por los escombros del falso techo: el cañizo, el aislante térmico, una maraña de cables y tubos y una de las vigas de madera partida en dos. Solo un par de estanterías con fotos y unos pocos libros resistieron en pie al impacto. 

Las causas del incidente todavía se desconocen, aunque los arquitectos municipales, en una primera inspección, descartaron que las fuertes rachas de viento de estos días tuvieran que ver y apuntaron a una posible fatiga de los materiales por el paso del tiempo.

«A falta de la inspección que próximamente realizará una técnico del ayuntamiento, parece que o se debe al exceso de peso que soportaba el falso techo, sujeto por unas vigas de madera, o se tratará de un problema de humedad», explicó Enrique Castells (Asesoría Treinta y Tres), el administrador de la finca.