Opinión | EDITORIAL

9J, unas elecciones cruciales

Los electores de los 27 países miembros de la Unión Europea elegirán entre los días 6 y 9 de junio a los 720 diputados del Parlamento Europeo, dotando a esta institución de una nueva composición que reflejará la correlación de fuerzas en el conjunto de la UE y en cada uno de los estados miembros. Esos datos ayudarán a saber de qué modo se podrá hacer frente a los riesgos a los que se enfrenta el continente. Porque, a una guerra en Ucrania, que se prolonga ya por dos años, y otra en Gaza, con las tensiones geopolíticas que generan el apoyo o las críticas a Israel, se suma el ascenso de la extrema derecha, que puede convertirse en hegemónica en algunos de los principales países, como Alemania y Francia. Son factores que, unidos a otros como la necesidad de acabar con la dependencia energética de la Unión, convierten estas elecciones en cruciales para el futuro de la paz y el bienestar de los europeos.

No está claro, sin embargo, si muchos de los que estamos llamados a votar dentro de tres semanas somos realmente conscientes de la trascendencia de lo que está en juego. El presidente francés, Emmanuel Macron, alertó recientemente de que «Europa puede morir» si no se replantean sus modelos económico y de defensa. Pero sumidos en el confort que aún ofrece la UE a la mayoría de sus ciudadanos, muchos ignoran ese riesgo. Son estos unos comicios en los que la tentación de emitir un voto de castigo a los gobiernos nacionales, que no caerán por ello, es grande, y en los que se da escasa importancia al hecho de que es en Bruselas donde se deciden cuestiones que afectan a los intereses y a la convivencia de los 448 millones de habitantes de la Unión.

Uno de los peligros que se baraja para el inmediato futuro es, de hecho, que el Partido Popular Europeo, que según los sondeos será la fuerza más votada, se incline por forjar un pacto con la extrema derecha, cuya representación crecerá. Esa tendencia respondería más a una lógica interna de cada Estado que al interés común, pero afectaría de manera muy negativa a este último. Lo más probable, no obstante, es que se mantenga el pacto entre populares y socialistas, que llevan dirigiendo la UE desde su fundación, con el apoyo de los liberales de Renovar Europa y los verdes. Si fuera así, la alemana Ursula von Der Leyen podría repetir como presidenta de la Comisión Europea, aunque candidatos de otros grupos aspiran también a ocupar ese puesto.

Ese pacto transversal sería, sin duda, la mejor opción. Pero la amenaza de la ultraderecha está ahí y su influencia podría suponer un giro hacia posiciones intransigentes en cuestiones esenciales como la inmigración, que exacerbaría la xenofobia e iría contra los intereses de una Europa envejecida que necesita millones de trabajadores inmigrantes para mantener su economía y su estado de bienestar. Su influencia, si no se ataja a tiempo, podría provocar también retrocesos en derechos civiles y sociales, y serían impensables políticas como las adoptadas para hacer frente a la crisis del covid 19. Esas medidas, complementadas con los fondos Next Generation, han permitido a los países capear la crisis y, junto con avances como los del medio ambiente, aunque tibios, constituyen el balance más positivo de la legislatura que ahora concluye.

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