Con los bizcochos, remojados en una mezcla hecha con seis cucharadas de whisky y dos de agua, se forran las paredes y el fondo de una flanera o un molde desmontable.
El chocolate troceado se funde poniéndolo al baño María junto con el resto del whisky y la mantequilla.
Aparte, se trabajan las yemas de huevo con el azúcar hasta conseguir una crema, a la que se añade el chocolate templado.
Se mezcla todo bien y, por último, se incorporan las claras montadas a punto de nieve.
Este preparado se vierte en el molde y se introduce en la nevera durante unas horas. Después, se desmolda la charlota y se sirve adornada con nata montada y virutas de chocolate.