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Magnicidios en España

¿Cuáles son los asesinatos de líderes más famosos en la historia del país?

Recreación del asesinato de Cánovas del Castillo en 1897.

Recreación del asesinato de Cánovas del Castillo en 1897. / SERGIO Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

El intento de asesinato estos últimos días de Robert Fico, primer ministro de Eslovaquia, ha vuelto a despertar ese fantasma del magnicidio, probablemente la peor pesadilla ya no de gobernantes o personalidades, que también, sino sobre todo de aquellas personas que se dedican exclusivamente a su seguridad, algo tremendamente difícil en esta sociedad de masas en la que vivimos. De hecho, no son pocos los presidentes de gobierno e incluso jefes de Estado que fueron asesinados por una u otra causa, y si no que se lo pregunten a los emperadores de la Antigua Roma, por poner un ejemplo. Incluso en el reino de los visigodos convertirse en rey era una magnífica forma de casi garantizar el no llegar a viejo y sufrir una abrupta muerte, y no precisamente por causas naturales.

Pero como ya sabemos no hay que irse tan lejos en el tiempo para ver algunos casos de magnicidios, pudiendo hablar perfectamente de diferentes casos en España, especialmente a partir del siglo XIX para acotar así un espacio cronológico más asumible y cercano a nuestra sociedad y nuestros tiempos. Es cierto que en España, al menos que se sepa, no ha habido magnicidios contra jefes de Estado, aunque sin duda ha habido planes para intentarlo, sean conocidos o no. Uno de ellos nos lleva al rey Fernando VII de Borbón. Este subió al trono en marzo de 1808 derrocando a su propio padre Carlos IV aprovechando el motín que se desató en Aranjuez, pero al poco tiempo le tocó ser desposeído del trono por Napoleón Bonaparte y acabar como su prisionero en Francia en una jaula de oro. Pero cuando las cosas se fueron torciendo en España y Europa para el emperador francés, este acordó la paz con Fernando a cambio de devolverle su trono. Al poco de regresar al país, Fernando vio que contaba con los apoyos suficientes como para intentar acabar de raíz con la revolución que se estaba dando en España y con aquella Constitución creada en Cádiz por las Cortes en 1812 que limitaba su poder y el de la monarquía como institución. Así, muy pronto inició la represión contra los liberales y regresó al absolutismo tradicional.

Desde 1814 hubo muchos pronunciamientos y golpes militares para conseguir obligar al rey a aceptar la vigencia de la Constitución, pero hubo algún plan mucho más radical que buscaba directamente acabar con la vida del monarca. Ahí está la llamada Conspiración del Triángulo, un plan dirigido por el abogado valenciano Vicente Richart que quería secuestrar al rey en una de sus frecuentes visitar a un burdel para después asesinarle en el año 1816. Sin embargo, el plan fue descubierto, los conspiradores detenidos y ejecutados ese mismo año. Más tarde, el bisnieto de Fernando VII, Alfonso XIII, también sufrió varios intentos de asesinato, siendo quizás el más sonado el que intentó perpetrar el anarquista Mateo Morral lanzando una bomba orsini contra el carruaje en el que iban el monarca y su esposa Victoria Eugenia el mismo día de su boda.

Retrato de Juan Soldevila como cardenal, por Gabriel Palenica.

Retrato de Juan Soldevila como cardenal, por Gabriel Palenica. / El Periódico de Aragón

Como comentaba, quizás no hayan sufrido magnicidios reyes y reinas en España, pero es muy diferente en el caso de los presidentes del gobierno. El primer gran magnicidio moderno se produjo en los últimos días del año 1870. Dos años antes, la Revolución Gloriosa había derrocado a la reina Isabel II de Borbón y al régimen isabelino, y de las elecciones celebradas en 1869, las primeras por sufragio universal masculino en la historia del país, salió una mayoría monárquica. Había pues que buscar a un nuevo rey de entre las diferentes dinastías que reinaban en Europa, una tarea que recayó principalmente en la figura del general Juan Prim. Finalmente fue el italiano Amadeo de Saboya quien aceptó, algo que después aprobaron las Cortes. Y justo ya cuando se había enviado a una delegación para recoger al nuevo monarca y llevarlo a España, Juan Prim, el principal valedor del italiano, fue víctima de un atentado en la calle del turco de Madrid el 27 de diciembre de 1870. Todavía sigue sin esclarecerse quién estuvo detrás del atentado, pero fue el primer gran magnicidio moderno de España y un golpe que el rey Amadeo nunca pudo superar al haber perdido antes de llegar al país a su máximo y casi único valedor.

También hicieron correr sangre los atentados anarquistas y la consiguiente represión. Este movimiento político tuvo una enorme incidencia y seguimiento en algunas partes de España, especialmente en Andalucía, en Barcelona y también en Zaragoza, donde en 1923 asesinaron al arzobispo y cardenal Juan Soldevila. Y es que igual que en muchos otros lugares de Europa, en España hubo atentados anarquistas contra diferentes autoridades de gobierno, de la Iglesia o de la burguesía.

Estado en el que quedó el coche de Carrero Blanco tras el atentado.

Estado en el que quedó el coche de Carrero Blanco tras el atentado. / EL PERIÓDICO

Así por ejemplo fue víctima de aquellos ataques Antonio Cánovas del Castillo, uno de los principales responsables de la restauración de los Borbones en España con Alfonso XII a partir de 1875, así como del nuevo sistema político instaurado en el país basado en el turnismo político de dos grandes partidos para asegurar así la estabilidad. Cánovas se encontraba el 8 de agosto de 1897 en un balneario cuando el anarquista italiano Angiolillo, quien se hacía pasar por periodista, asesinó con su revolver al político malagueño.

El siguiente presidente del gobierno asesinado en España fue José Canalejas Méndez, que fue tiroteado por el anarquista Manuel Pardiñas el 12 de noviembre de 1912 mientras miraba el escaparate de una librería en Madrid. De ahí vamos a Eduardo Dato Iradier, asesinado siendo presidente el 8 de marzo de 1921 en Madrid cuando unos pistoleros anarquistas atacaron desde una moto con sidecar el vehículo del presidente. Y ya el último caso, ampliamente conocido y el más reciente, fue el de Luis Carrero Blanco, presidente del gobierno de la dictadura franquista que fue asesinado por un atentado perpetrado por ETA el 20 de diciembre de 1973.

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