Opinión | SALÓN DORADO

Claridad

Este país no puede ser el cortijo de un presidente engreído y caprichoso que toma decisiones trascendentales sin contar con nadie

Anda el patio político muy revuelto y convulsionado por la sorprendente «carta a la ciudadanía» que el pasado miércoles hizo pública el señor Pedro Sánchez. En ella, se concede a sí mismo un periodo de reflexión personal de cinco días, hasta el lunes, durante el cual ha cancelado todos los actos de su agenda oficial.

No puede ser. Este país no puede ser el cortijo de un presidente engreído y caprichoso que toma decisiones trascendentales sin contar con nadie, ni siquiera con sus más cercanos colaboradores. Lo hizo en el vergonzoso caso de la política tradicional española con respecto al Sáhara Occidental, al incumplir la ley que obliga a que cualquier cambio en política internacional se realice «previa deliberación del Consejo de Ministros», lo que Sánchez se pasó por el arco del triunfo. Tras ese giro copernicano y ese ninguneo a todos y cada uno de sus ministros, a las Cortes Generales y al pueblo español no pasó nada, y ni uno sólo de los miembros del consejo ministerial dimitió pese a la humillación a la que los sometió su presidente.

Algo similar ocurrió cuando una vez declarada la pandemia cerró el Congreso de los Diputados y el Senado, donde NO reside la soberanía popular, de la que sólo es propietaria el pueblo español del que emanan todas las instituciones del Estado –diputados y senadores no son propietarios sino meros representantes (Artículo 1.2 de la Constitución)–, impidiendo que se expresara la voluntad y la soberanía del pueblo. Tampoco pasó nada, pese a que los tribunales declararon inconstitucionales todos aquellos decretos por coartar derechos y libertades fundamentales.

También se ciscó Sánchez en todo este país cuando decidió hace unas pocas semanas seguir gobernando sin contar con presupuestos generales para 2024, pese a que él mismo dijo hace un tiempo «que no se puede gobernar sin presupuestos».

Cualquier persona con alguna sensibilidad entenderá que los ataques, insultos y acusaciones a un miembro de su familia, en este caso a la esposa del señor Sánchez, pueden provocar un notable malestar en el presidente, pese a ser un tipo frío como un carámbano de hielo groenlandés, pero eso no es óbice para que se le consienta, y el primero en no aceptarlo debería ser su partido, tener en vilo durante una semana a toda España.

Un presidente honesto y serio dimite si él o personas de su entorno han cometido irregularidades y aclara lo que está pasado; o interpone una querella criminal si cree que lo están difamando. Lo demás es un cuento, una burla y una estafa.