Las tensiones en los pactos

Los acuerdos de PP y Vox en Aragón: La fractura está en el norte

Lorena Orduna, entre Ricardo Oliván y José Luis Rubió, en la presentación de los presupuestos.

Lorena Orduna, entre Ricardo Oliván y José Luis Rubió, en la presentación de los presupuestos. / AYUNTAMIENTO DE HUESCA

Sergio H. Valgañón

Sergio H. Valgañón

Para hacer bien el amor hay que venir al sur y para discutir entre los partidos de derechas, a Huesca. Vox y PP escenificaron ayer la ruptura casi total que vive su pacto en el Ayuntamiento de Huesca, con la ultraderecha abandonando el pleno criticando el nuevo reglamento, que limita el número de mociones, y afeando al equipo de la popular Lorena Orduna su «manifiesta falta de trabajo».

El abandono de la sesión por parte de Vox tan solo es la última gota, el punto y aparte –estamos en la semana– de la relación con el PP de Orduna. Desde hace tiempo, con elevadas tensiones desde el inicio de la legislatura, Huesca se ha convertido en el punto más caliente de una relación que conservadores y ultraderecha han sabido mantener a buen nivel en todos los rincones de Aragón.

Desde que se exigiera el fin de Periferias o desde la presentación en familia de los presupuestos de la ciudad, Vox y PP no han vuelto a presumir de una sintonía que parece totalmente rota. Los populares llegaron a retirar el título de «socio preferente» a la ultraderecha, argumentando que muchas propuestas y mociones podrían salir con el apoyo del PSOE y de Antonio Laborda, ese no adscrito que puede ser la muleta que calme el ritmo de la faena a Orduna.

Señalan fuentes de la ultraderecha en la provincia de Huesca a Ricardo Oliván, mano derecha de la alcaldesa en el ayuntamiento y portavoz del consistorio oscense. Él fue el promotor de ese nuevo reglamento que saca de quicio a Vox porque, según ellos, «no deja trabajar y paraliza el ayuntamiento». Habrá recurso judicial que exigirá en las medidas cautelares que se deje de aplicar, para que vuelvan las listas de siete o diez mociones que José Luis Rubió y Susana Mágan han llegado a llevar a los plenos.

Mientras que fuentes del consistorio oscense no entienden la actuación de Vox en el pleno de ayer y esperan que todo se reconduzca para que la normalidad regrese al ayuntamiento, la ultraderecha se siente algo traicionada. «La colaboración debe ser mutua», aseveran desde Vox, donde no esconden que existe una buena relación con el tercero en discordia, el PSOE, con el que han sacado algunas mociones de gestión para la ciudad.

Territorio

En el Pignatelli, las salidas de tono del vicepresidente Alejandro Nolasco han obligado al presidente Jorge Azcón a defenderlo, ante los medios de comunicación y en el pleno, no sin distanciarse de los postulados más polémicos de Vox. Trasvase, inmigración o Ramadán, por ejemplo. Pero, al menos, la consigna es clara en el Gobierno de Aragón: los dos hablan y el PP lidera un proyecto que por ahora lleva la línea que marca Azcón y su núcleo duro. Inalterable.

En Zaragoza, la relación entre el Gobierno de la ciudad y el grupo parlamentario de la ultraderecha es fluida. Se conocen como socio preferente y no tienen problema en debatir aquellos puntos en los que están obligados a entenderse. La alcaldesa Natalia Chueca no ha escondido nunca en qué apartados ha tenido que ceder ante los liderados por Julio Calvo. Los presupuestos se presentaron en rueda de prensa conjunta y llegaron con recortes en las ayudas a cooperación y a la cultura. El último episodio, la desaparición de «la violencia de género» del vocabulario del consistorio. «No se preocupe, que los pactos que tenemos son para cumplirlos», aseguró entonces Chueca, para no enfadar a los ultraderechistas.

El conflicto se sujeta, hasta la fecha, en la capital del Alto Aragón. El entorno de Orduna ya ha mostrado en las últimas semanas cierto hartazgo ante la forma de actuar del grupo municipal de Vox y los pasillos de la casa consistorial afirman que hace tiempo que no se llevan bien y que el equipo de Gobierno mira mucho a Laborda o se refugia en el voto de calidad de la alcaldesa.

En la bancada de Vox, paciencia y convicción de que se va por el buen camino. La tensión seguirá acumulándose en las próximas semanas, ya que presentarán ante los medios esas propuestas plenarias que deberán dosificar si el reglamento no se cambia. Vox en Huesca ha tomado el papel de acicate del consistorio, de probar la tensión de la cuerda y jugar a ver cuánto tarda en romperse. El ovillo es muy grande y recorre todo el territorio: «Huesca puede poner en peligro los pactos de gobernabilidad en Aragón».

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