El crecimiento de la capital aragonesa

El barrio más ‘gallo’ del corral de Zaragoza

Ubicada en el centro histórico de la ciudad, esta zona de la capital aragonesa cuenta con una historia cargada de personalidad que mantiene muy viva en tiempos presentes

La torre de la iglesia de La Magdalena, vista desde la calle Mayor. | LAURA TRIVES

La torre de la iglesia de La Magdalena, vista desde la calle Mayor. | LAURA TRIVES / MARCOS DIAZ

«¿Quién manda en un corral?», pregunta Carlos Calvo. «¿Y cuál es el emblema de la Magdalena?», vuelve a interrogar este vecino del barrio. La respuesta, aunque no la dice, es clara: El gallo. Con ese ejercicio de mayéutica responde a si teme que, en algún momento, su barrio de toda la vida pudiera llegar a perder su identidad. Lo hace, por cierto, en la terraza del zaragozano bar El Gallinero y muy cerca de Quiteria Martín, tienda mítica que regenta desde hace décadas y cuyo negocio fundó su abuela hace ya más de un siglo.

Con esas pocas palabras, además de referirse a la personalidad de un barrio históricamente reivindicativo, también alude a toda la simbología presente en la Magdalena, desde la forma que corona la torre de la iglesia, una absoluta joya mudéjar, al nombre de una calle y de varios bares como el Gallizo o el propio Gallo. Incluso el mismo barrio fue y es conocido, aunque ahora quizás ya no tanto como en tiempos pasados, como la parroquia del Gallo

El IES Pedro de Luna, donde se encontraba la universidad, desde el Coso bajo. | LAURA TRIVES

El IES Pedro de Luna, donde se encontraba la universidad, desde el Coso bajo. | LAURA TRIVES / MARCOS DIAZ

Calvo, además de dirigir su tienda, también escribe en la revista satírica El Pollo Urbano y conoce a la perfección la zona. Sobre ella habla mientras toma una cerveza a la hora del vermú. Lo hace en uno de esos contados días de primavera en los que da gusto estar fuera de casa en Zaragoza, sin que el cierzo estropee el asueto ni el sol abrase, carente de piedad, al transeúnte. Así lo atestiguan las mesas de los bares de la calle Cortesías, llenas todas de gentes que disfrutan de su copas, croquetas y vinagrillos.

En su exposición, echa la vista atrás y recuerda cómo la Magdalena ha ido evolucionando con el tiempo, de aquellos momentos en los años 80 en los que la llamaban «el Bronx de Zaragoza» y «no venía ni Dios». «La Magdalena era un barrio conflictivo», recuerda sobre una época distinta a la actual, en la que «la cicatriz era San Vicente de Paúl», y a otras anteriores, como durante la Segunda República y la posguerra, cuando era un barrio «como el Gancho, de obreros, bien guapo, en el centro de la ciudad».

La calle San Vicente de Paúl. | LAURA TRIVES

La calle San Vicente de Paúl. | LAURA TRIVES / MARCOS DIAZ

«Esto fue un desastre y nos empeñamos en revitalizar el barrio. Y poco a poco se empezaron a venir asociaciones; es el que más tiene de toda Zaragoza», cuenta este vecino de la Magdalena, a la que regresó con 30 años de París, donde trabajaba, para continuar con el legado de su abuela, Quiteria Martín, cuyo nombre prestó al negocio. «Me dije: la tienda tiene que continuar», afirma. Su abuela fue «la primera mujer que tuvo un contrato de trabajo en Aragón» y abrió en 1921 este establecimiento que, además de la tienda que permanece en la calle Mayor, contaba con muchas otras por toda la ciudad y la fábrica se ubicaba, cómo no, en la calle del Gallo. «De ahí salían todos los caramelos y las golosinas para todo Aragón», destaca.

El 'pichi'

De regreso al presente, y a la pregunta acerca de cómo ve ahora el barrio, su respuesta es clara: «Está cojonudo». «La Magdalena será como el barrio más pichi de Madrid», avanza este agitador cultural, en cuya trayectoria también atesora proyectos en el mundo del cine, las letras y otras artes.

Tras dejar el Gallinero, el paseo sigue hasta el Tablón, en la esquina de las calles San Vicente de Paúl y San Jorge. Está a muy pocos metros de la casa de los Morlanes, sede de la Filmoteca de Zaragoza y magnífico ejemplo de arquitectura renacentista, y el seminario de San Carlos.

La calle San Agustín, con el Centro de Historias, al fondo. | LAURA TRIVES

La calle San Agustín, con el Centro de Historias, al fondo. | LAURA TRIVES / MARCOS DIAZ

Este pequeño tránsito de un bar a otro es uno de los muchos que se pueden hacer en la Magdalena, pues el barrio ofrece una de las zonas de tapeo más carismáticas de la ciudad. «Aquí tenemos uno de los bares más antiguos de Zaragoza, Casa Paricio, que va a cumplir 100 años», explica José Manuel Santo Tomás, miembro de la asociación vecinal Calle y Libertad. Unos negocios, añade, que en muchos casos «llevan toda la vida y le dan una personalidad al barrio».

«Aquí los bares creo que están bastante integrados, cierran pronto, ofrecen tapeo, música en vivo … es una actividad que está bastante bien integrada y que hemos conseguido que no sea molesta para el vecindario», relata el portavoz de esta asociación de la Magdalena, a donde llegó ya hace tres décadas.

Más allá de la actualidad, Santo Tomás hace un repaso a la historia de un barrio cuya entidad como tal se forja en el Medievo, aunque matiza que ya se pueden encontrar vestigios de la época romana. «La actual estructura responde, más o menos, a la Edad Media. De hecho, hay claramente una zona musulmana, lo que se llamaba la morería, que estaría en la parte de la calle San Agustín y alrededores, y una zona cristiana, que estaría alrededor de la plaza de la Magdalena, explica. Además, la judería «estaría en el Coso», aproximadamente a la altura del número 130.

Bares en la calle Cortesías, con la tienda Quiteria Martín, al fondo. | LAURA TRIVES

Bares en la calle Cortesías, con la tienda Quiteria Martín, al fondo. | LAURA TRIVES / MARCOS DIAZ

Esta estructura medieval resultó «muy alterada por la guerra de la Independencia, porque en esta zona los Sitios de Zaragoza fueron especialmente crudos y la fisionomía del barrio, sobre todo, la parte del antiguo convento de San Agustín -actual Centro de Historias-, quedó muy alterada», destaca.

En su relato, este vecino se refiere a «otro hito muy triste», la pérdida de la universidad, en la calle de idéntico nombre y que fue derribada en los años 70. «Hay gente del barrio que todavía conserva alguno de los libros, porque tiraron la universidad con parte de la biblioteca dentro y, entre los escombros, se quedaron», recuerda.

Con el tiempo, describe un entorno que «ha ido evolucionando» y que, tradicionalmente, ha acogido sedes de partidos políticos y sindicatos. «Nos consta que aquí hubo mucha actividad anarcosindicalista en los años 20 y 30, siempre ha sido una zona de manifestaciones y activa», subraya.

Ahora, y desde las últimas décadas, también acoge talleres de artistas «que han reflejado muy bien la realidad del barrio, como Val Ortego o José Luis Gamboa». En la música tampoco se queda atrás, con locales donde disfrutar de directos como El Crápula.

La torre de la iglesia de La Magdalena, vista desde la calle Mayor. | LAURA TRIVES

La torre de la iglesia de La Magdalena, vista desde la calle Mayor. | LAURA TRIVES / MARCOS DIAZ

Necesidades

Por cierto, La Magdalena también mantiene un vínculo muy potente con el flamenco y ahí se ubicaba la peña Unión Flamenca. Además, han sido vecinos célebres artistas como El Tejuela, legendario cantaor que murió en 2019.

Acerca de las necesidades actuales, Santo Tomás considera que resulta necesaria «vivienda pública asequible y en alquiler» y que se intervenga en los edificios y solares abandonados que se pueden encontrar por sus calles. También, mejorar las condiciones y las conexiones con las riberas del parque Bruil . «Tenemos un espacio verde que está bastante dejado», recalca.

Para terminar ya, y preguntado por cómo definiría la Magdalena, concluye: «Es un barrio vivo, habitado y habitable y con una alta calidad de vida, en contra de muchos tópicos».

Monasterio de las canonesas de la Resurección del Santo Sepulcro. | ÁNGEL DE CASTRO

Monasterio de las canonesas de la Resurección del Santo Sepulcro. | ÁNGEL DE CASTRO / MARCOS DIAZ

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