La 42ª jornada de Segunda

Adiós con todo el corazón

Zapater se lo dijo a Óliver, su hijo: "Papá nunca se va a ir del Zaragoza". Se despidió del zaragocismo con un homenaje emotivo y brillante para que nazca la leyenda

Zapater es manteado por sus compañeros al final del homenaje tras el partido.

Zapater es manteado por sus compañeros al final del homenaje tras el partido. / ANGEL DE CASTRO

S . Valero

Se lo dijo a Óliver, su hijo, cuando le expresó que no quería que se fuera del Real Zaragoza. «Papá nunca se va a ir del Zaragoza», le contestó Alberto. Las leyendas nunca se van, quedan en la memoria y en el corazón. Y ahí va a quedar siempre Zapater. «Me habéis hecho sentirme feliz con todas las letras», dijo el capitán cuando se dirigió a la grada, en la que nadie se movió al acabar el partido. La ocasión lo merecía.

Junto a sus dos hijos. Óliver y Alejandra, María, su mujer, y su hermano Rubén, Zapater recibió el brazalete de capitán de manos de Víctor Muñoz, el técnico que le hizo debutar y con el que se fundió en un largo abrazo, un ramo de flores de dos alevines porque él mejor que nadie representa a la cantera y la camiseta firmada por la plantilla antes de que el jugador hablara y asegurara que «todos los zaragocistas formáis parte de mí» y se acordara, sin poder evitar llorar, de su padre, Pablo, el que llevaba a su hermano y a él a La Romareda y que les inculcó su zaragocismo.

Zapater: «Óliver, cuando te explico lo que es el Zaragoza es porque lo que se vive aquí no se vive en otros equipos. Esto es el Real Zaragoza y esto es La Romareda»

«Óliver, cuando te explico lo que es el Zaragoza es porque lo que se vive aquí no se vive en otros equipos. Esto es el Real Zaragoza y esto es La Romareda», añadió. Su discurso estuvo plagado de emoción, se arrancó con el himno, mientras La Romareda no dejaba de corear al capitán, al mito. Habló desde el corazón, como siempre, rodeado de sus compañeros y del cuerpo técnico, de exentrenadores (Víctor, JIM, Natxo), excompañeros como Cani, Celades o César o leyendas como Nayim o Cedrún. Junto al presidente, Jorge Mas y el director general, Raúl Sanllehí, con la insignia de oro y brillantes, más que merecida, en la manos, y con emoción, mucha emoción, a raudales en un homenaje bien organizado y a la altura del mito.

Pasión y entrega

Porque fue el adiós merecido, el soñado, por mucho que no fuera el momento deseado por Alberto para decir adiós. Fue un adiós de corazón y con el corazón, con el gran valor que siempre mostró el gran capitán, desde ayer eterno capitán, el jugador que podía no ser el mejor en muchas cosas, pero siempre fue el número uno en entrega y en pasión, en dedicación y esfuerzo. Por eso la grada, el zaragocismo, siempre lo vio como un ídolo, una referencia labrada desde los 12 años, construida en 422 partidos y 12 temporadas. Y La Romareda le rindió homenaje como solo se le debe tributar a los grandes.

En la mejor entrada del curso, 23.624 zaragocistas para despedir a su ídolo, el homenaje rayó la perfección, emotivo y lleno de sentimiento

Engalanada para la ocasión, con la mejor entrada del curso, 23.624 zaragocistas para despedir a su ídolo, el homenaje rayó la perfección. O dio con ella, para que todo el corazón de león derrochado en su esfuerzo y generosidad sobre el terreno de juego tuviera correspondencia con el sentimiento de una grada que ama a Alberto, porque a Alberto, persona, capitán y futbolista, solo se le puede querer. Y el zaragocismo se lo dejó muy claro.

Ya al salir al calentamiento Zapater se llevó una ovación que se repitió al retirarse del mismo para que el primer momento emocionante de la noche llegara al saltar los dos equipos al césped. Zapa lo hizo con sus dos hijos cogidos de sus manos, testigos de excepción de un enorme mosaico en el Fondo Norte de 6.000 piezas y la leyenda Eterno Capitán mientras el resto del estadio mostraba sus bufandas y se cantaba el himno. Sí, una despedida soñada por ese niño de Ejea que cumplió el sueño de hacerse enorme en el equipo de su vida... y de su corazón.

Víctor Muñoz, el técnico que le hizo debutar le entrega el brazalete de capitán.

Víctor Muñoz, el técnico que le hizo debutar le entrega el brazalete de capitán. / ANGEL DE CASTRO

Fue el primer ‘Zapater, te quiero de la tarde’, le seguirían otros, muchos, y retumbó su nombre por megafonía cuando el speaker así lo requirió tras cantar la alineación. El gesto con el también veterano Carlos Ruiz, que se va del Tenerife y con el que se intercambió la camiseta, fue el último detalle antes de empezar un partido en el que Zapa se ubicó donde siempre y con su último compañero habitual de fatigas, una medular con Francho que esta temporada ha sostenido al equipo en los peores momentos, mostrando un nivel que bien valía un último baile que el club le negó en forma de no ofrecerle la renovación.

El minuto 21

Comenzó con las botas de su debut y rotas a los 11 minutos, las cambió por las actuales a una velocidad casi supersónica para que en el 21, su dorsal más habitual tras comenzar su etapa en el Zaragoza con el 26, se escuchara alto y claro el ‘Zapater te quiero’ con aplausos de la grada, un minuto entero que reflejó otra vez, una vez más, el cariño de su gente, tornado en protestas por su amarilla al cometer falta sobre Teto. El homenaje estaba ahí, pero el partido también. Y Zapater no iba a ahorrarse una muestra de intensidad para empujar al Zaragoza hacia una victoria, en su caso la última, apagada por el gol de Mo Dauda, justo antes de su salida.

Y el triunfo parecía tomar forma al comienzo de la segunda parte en un fallo de Soriano y en su mal despeje para que Mollejo fuera el autor y esperara al abrazo de Zapater antes que al de ningún otro compañero. El capitán, ejemplo siempre de compañerismo, también se abrazó con el meta rival tras su error. El transcurrir de los minutos llevó a otras reediciones del ‘Zapater, te quiero’ y a que la grada también señalara a Bebé, que le robó con fútbol algo de protagonismo, hasta que pasada la hora de juego su disparo desde la frontal dio en León. La Romareda aplaudió con rabia, porque una despedida con gol hubiera sido el adiós perfecto, si es que existe, claro. Pareció su momento en el 81, pero Escribá aún le dio unos minutos más, para que hasta tuviera una falta directa que atrapó Soriano sin apuros.

El último sorbo llegó en el 91. El adiós, el último instante, el cartel con su número y el de Alarcón y La Romareda que se puso en pie, nadie se quedó sentado mientras las palmas no cesaban

El empate de Mo Dauda fue el preludio de la despedida. Los momentos no se eligen muchas veces, pero en este caso daba igual. Llegó en el 91, el último sorbo, el adiós, el último instante, el cartel con su número y el de Alarcón y La Romareda que se puso en pie, nadie se quedó sentado mientras las palmas no cesaban. Más de un minuto de sentida ovación mientras Zapa corrió a darle el brazalete a Cristian, que coge su testigo icónico en el grupo para retirarse acompañando esos aplausos de la grada con los suyos.

Y ya por último, el homenaje en sí, la camiseta gigante con el ‘GRA21AS CAPITÁN’, el pasillo, la Supercopa, su único título de zaragocista, el aplauso unánime, los cánticos sin cesar mezclados con sus palabras y los aplausos. Todo merecido, vuelta de honor incluida con sus compañeros. «Gracias», dijo Alberto. Todo el zaragocismo se las dio esta noche mágica.