La opinión de Sergio Pérez

El 'feeling' de Sanllehí, Cordero y Escribá

La sintonía que el director general tenga con Cordero, Cordero con su superior y ambos con Escribá, cada cual en su esfera, sabiendo quién es quién y cuál es el rol de cada uno, será fundamental y decisiva en el futuro

Raúl Sanllehí responde a una pregunta en la presentación de Juan Carlos Cordero como director deportivo.

Raúl Sanllehí responde a una pregunta en la presentación de Juan Carlos Cordero como director deportivo. / ANDREEA VORNICU

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Rebobinemos unos meses atrás. El Real Zaragoza cambia de propiedad y Raúl Sanllehí se instala en la ciudad como hombre fuerte del nuevo grupo inversor. Como era completamente esperable por el particular cariz de la operación y por cómo y quiénes la pilotaron, el director general mantiene la estructura interna de la Sociedad Anónima sin cambios de calado más allá de los inevitables. A ras de césped, Sanllehí toma dos decisiones relevantes: renueva a Miguel Torrecilla y apuesta por Juan Carlos Carcedo.

Al primero le amplía el contrato por un año al frente de la dirección deportiva como punto de apoyo para que su aterrizaje en este mundo nuevo fuese más suave, creyendo que su conocimiento del mercado español y de la Liga iban a ser un activo a favor. Al poco, con la caída de las primeras hojas del otoño, la confianza del club en Torrecilla desaparece de manera absoluta. El ejecutivo salmantino tuvo fecha de caducidad mucho antes que Juan Carlos Carcedo, aunque al final se fueron juntos: el 6 de noviembre.

Con el entrenador, el Real Zaragoza más internacional buscaba modernizarse. Un técnico más hecho a estos tiempos, al uso de la tecnología y con conocimientos tácticos más actualizados, capaz de meter al equipo en otra dimensión. El elegido fue Carcedo, al que Sanllehí conocía de su época del Arsenal, donde el riojano fue ayudante de Unai Emery. La apuesta también salió mal. Los resultados fueron inapelables y los jueces que dictaron sentencia.

El feeling con Torrecilla se rompió muy pronto. Algo más tarde con Carcedo, al que la plaza le engulló como a un pez chico. De ahí que la SAD virara el rumbo de manera radical con su sustituto. Fran Escribá es un pez gordo, capaz de manejar un equipo de este tamaño y un club con este entorno y con una afición tan numerosa. En el lugar de Torrecilla, Sanllehí, hombre de fuertes convicciones, de ideas firmes y muy poco influenciable, puso el ojo en Juan Carlos Cordero. Le costó un par de meses hasta que culminó la operación salida del Tenerife, pero lo firmó.

Así quedó conformado el triunvirato que va a dirigir los destinos deportivos del Real Zaragoza en la segunda temporada de la nueva propiedad, con permiso de las sinergias y de sus importantes asesores. La sintonía entre Sanllehí, Torrecilla y Carcedo se quebró rápidamente y sus consecuencias han saltado a la vista. El feeling que el director general tenga con Cordero, Cordero con su superior y ambos con Escribá, cada cual en su esfera, sabiendo quién es quién y cuál es el rol de cada uno, será fundamental y decisivo en el futuro. Al inicio de esta campaña que consume sus últimas jornadas, los vínculos más básicos dentro de la estructura del club saltaron por los aires. En la solidez de la unión que los actuales protagonistas mantengan en adelante estarán muchas de las posibilidades de éxito en la temporada que viene, la undécima seguida en Segunda.