EL TRIÁNGULO

Una tregua, por favor

Carmen Lumbierres

Carmen Lumbierres

No sé nada de fútbol, no conozco en profundidad el plan de reforma de la Romareda, me cuesta incluso entender el fervor de la afición y la ciudad por el equipo, por este o por cualquier otro. Pero me resulta más incomprensible que siendo tan importante para tanta gente sea un proyecto encallado en el tiempo, y que en los reiterados fracasos la oposición los viva como un triunfo. No estoy jugando a la equidistancia, no lo he hecho nunca desde esta tribuna, pero es agotador observar cómo las victorias y los fracasos se resuelven de una manera tan endogámica que los aleja más de la sociedad civil. Tras las elecciones, con las nuevas mayorías en las instituciones, estas primeras semanas están llenas de declaraciones sobre las discrepancias en los cambios organizativos, periodicidad de comisiones, plenos, composición por los miembros elegidos, y mientras tanto las listas de espera siguen, los tipos de interés han decidido hacernos la vida más difícil todos los meses, y las cuestiones organizativas de las instituciones nos pillan entre lejos y el infinito. Lo mismo que las consultas improductivas a presidentes autonómicos en la ronda previa de la investidura de presidente de gobierno, una parte más de la política creativa que se aparta del mandato constitucional. ¿A qué estamos jugando? Dan ganas a veces de gritar. Podemos ponernos todos en su sitio, los que gobiernan a desarrollar su proyecto de territorio y dejar de evaluar a los gobiernos salientes que ya lo hicimos los ciudadanos en las urnas, y la oposición a dejar de valorar lo vigente bajo el criterio de que lo óptimo sucedió en su gestión.

Empecemos a rodar bajo criterios distintos, o a alguien le sorprende la ayuda del PP a la educación concertada, marca ideológica de la casa y promesa electoral, que fue comprada como mayoritaria por los votantes. No existe un único modo de enfrentar los asuntos públicos, y según la decisión se prioriza a unos sobre otros, en una gestión de los medios escasos que es la política. Ahí juega su papel la ideología, que siguen bien viva y con nuevas ramificaciones populistas. Las adaptaciones a los cambios institucionales cuestan a todos, pero pasemos página y cuando se acaben las manifestaciones por un gobierno que ni siquiera es embrión porque hay otro esperando su turno de la calle al estrado, dejemos de marear por una amnistía que no ha llegado y cerremos el ciclo de la renovación electoral, estamos aquí, esperando a que nos miren. No aplaudan los fracasos de los demás, es una mala enseñanza para el resto y no se aplaudan sus propias ocurrencias, no las pillamos, se lo prometo.

Suscríbete para seguir leyendo