Opinión | el artículo del día

Odio y miedo vestidos de fobias

Tememos a todo lo que no es como nosotros, cada uno se cree el modelo y todo lo que se aparta se ve como una agresión

El 28 de octubre de 1962 el mundo presenció el fin de la crisis de los misiles en Cuba, un hecho alcanzado a través del diálogo. Pueden preguntarse: ¿a qué viene esto ahora? Pues verán, aunque esto sucedió hace más de seis décadas, resulta relevante recordar la reflexión que John F. Kennedy compartió al respecto: «Porque en un análisis final nuestro básico vínculo común es que todos habitamos este pequeño planeta, todos respiramos el mismo aire, todos deseamos lo mejor para el futuro de nuestros hijos. Y todos somos mortales». Y si estas afirmaciones tan obvias somos capaces de aceptarlas, la cuestión sería: ¿por qué hacemos selección de grupos como si fuésemos especies diferentes? Si lo pensamos bien, lo que sucede es que tenemos miedo a todo aquello que no es como nosotros, porque estamos considerando que de alguna manera cada uno se cree el modelo y todo lo que se aparta lo entendemos como una agresión.

La aporofobia, o rechazo a los pobres, la tienen aquellos con una buena capacidad económica; es lógico que sea así ya que tienen miedo a que los pobres atenten contra sus recursos y, con ese odio hacia ellos, consideran que están defendiendo su patrimonio. El miedo unido al odio es una mezcla muy peligrosa. Sobre esto hay historia y, por desgracia, siempre trágica.

Si continuamos haciendo un repaso sobre estas circunstancias que se nos producen en las personas, podremos observar cómo la xenofobia no deja de ser otra cosa que ese sentido absurdo que tenemos del dominio territorial. Las fronteras, que solo existen para explotar ese sentimiento de patriotismo, no sirven para nada que no sea generar negocio económico y poder social de unos pocos. A los ciudadanos que habitamos la península ibérica, ¿qué nos aporta esa línea imaginaria que nos separa de Portugal? El impedimento fronterizo que imposibilita la migración y hace que las personas más necesitadas sufran de la manera más cruel e injusta, solo es una muestra de nuestra capacidad de odio y miedo.

La cuestión de género también ilustra este problema. Biológicamente, la naturaleza nos ha hecho distintos –quizás no haya estado muy acertada, nos podría haber hecho hermafroditas–, pero esto no debería llevar al machismo y sus perversas derivadas. Los hombres que se perciben superiores a las mujeres a menudo lo hacen porque se sienten inseguros respecto al género femenino. Esta sensación de superioridad se manifiesta como fuerza física frente a la racionalidad. De nuevo, el odio y el miedo juegan un papel crucial. Es de esperar que futuras generaciones comprendan que todos somos iguales, sin importar el género.

No quiero dejar de mencionar otra fobia que, además, en estas fechas estamos reivindicando sus derechos: me refiero a la homofobia y aquí se me despierta una curiosa falta de entendimiento. ¿Por qué se persigue la homosexualidad o la transexualidad? ¿De qué forma afecta a quienes la atacan? Por más que lo pienso, la sexualidad y la forma de relacionarse unas personas con otras no incide para nada en el resto.

La historia ha visto a grandes líderes homosexuales: Alejandro Magno, lo reconocemos como el gran conquistador que fue, con su sentida relación con Hefestión. Pasa algo parecido con Aquiles y su relación con Patroclo; los emperadores romanos, empezando por Julio César, seguido por Marco Antonio, César Augusto y Nerón, que se casó con otro hombre, han sido homosexuales .

La persecución más oficial hacia la homosexualidad la ejerció la Iglesia católica a través de la Inquisición; los homosexuales eran quemados en la hoguera. Regímenes como el nazi y el franquista persiguieron a los homosexuales con crueldad. En la época nazi se consideró a esa condición sexual como un defecto genético y se incluyó en el Código Penal alemán; los internaron en campos de concentración y se calcula que fueron un total de 100.000. Durante la dictadura franquista, los homosexuales fueron encarcelados bajo leyes como la de Vagos y Maleantes y la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social de 1970. Continúa el odio y miedo a lo diferente.

Está claro que este tipo de fobias tiene un sentido primero de irracionalidad; la falta de cultura tiene estas derivadas y, por supuesto, no admitir la diversidad dentro de la igualdad de las personas. Espero que un día esto cambie, pues créanme que estas fobias sí que tienen cura y el tratamiento es la cultura.

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