FUERA DE CAMPO

Días de vedette cuántica y cine

Carlos Gurpegui

Carlos Gurpegui

La disfrutamos ayer noche en La 2 de TVE. Días de Cine acaba de celebrar su undécima gala, y con ello inaugura el ciclo de premios de 2024 que hasta los Goya pasarán por los Feroz, Gaudí y Medallas CEC, entre otras citas en el calendario del celuloide cañí. Orquestada por el único, apasionado, sensible y erudito cinéfilo Gerardo Sánchez, él y su soberbio equipo aportan coralidad, sinceridad y frescura, lucidez y espíritu crítico, y sobre todo amor a cada uno de los contenidos que el gran programa de la televisión pública nos pone en valor. Quizá ésta sea la piedra filosofal que requieren las citas: menos postureo y más pastoreo por los campos del séptimo arte, terrenos del conocimiento y del disfrute estético y emocional.

Y es que ya lo advierte Víctor Erice: el cine es una vuelta al primer sentimiento. En Cerrar los ojos construye un ensayo íntimo sobre el paso del tiempo, la memoria, el poder de la mirada y el poderoso influjo del cine, con un reparto magnífico que pone en bondad a un grande de nuestra cinematografía: Mario Pardo. En Días de Cine recogió el premio El Resplandor, reflejo de su humanidad y belleza, como las palabras con las que nos obsequió, desde la pureza y el flashback a la niñez, siempre en busca de la verdad, esa quimera casi imposible que anhelan los artesanos más nobles desde cualquiera de las artes.

Una analepsis como la que el todopoderoso, eterno y brillante Pedro Mari Sánchez nos regaló con la canción que interpreta en Alguien que cuide de mí, Soy la vedette, matizando en su directo el «dicen que probable». «¿Metemos la física cuántica aquí? ¿Soy la vedette cuántica?», ironizó certero Sánchez. Lo hizo al recoger su merecido premio Elegidos para la Gloria. Si España fuera Hollywood, ambos genios, Mario y Pedro, tendrían su porrón de Oscar. Y así, gracias a la magia de Gerardo, el patio de butacas se transformó en un cuarto de estar de familiares y amigos, al calor de un cine de quilates que busca nuevas vías, y que nunca hace pacto con lo previsible.

Quizá deberíamos arrancar de nuestras sensaciones el sentido mercantilista que damos siempre al decir estamos ante la mejor de las películas. Porque cuántas miradas humildes han hecho que celebremos cintas que sabemos que no son buenas pero que nos encantan, y que volveríamos a ver más de una vez. En estos momentos de tantas historias colocadas en la transmedia de cine y series, quizá deberían sobresalir aquellos títulos que nos han hecho pensar y adoptar una mirada diferente sobre el mundo. Dejarnos seducir por los nuevos talentos que cada vez hacen óperas primas tan audaces como inquietantes, de lo que se hizo eco y bien esta gran gala. Poner el foco en la sorpresa, en lo que nos llega a los ojos, a las tripas y, a veces, al intelecto al raciocinio o, como dice la RAE, a la potencia cognoscitiva racional del alma humana. Así es el cine, esto y mucho más. Mil gracias, Días de Cine, por estar siempre ahí.

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