Manel Fernández llevaba, hasta el pasado mes de marzo, 24 años trabajando como camarero en la cafetería del edificio universitario Torres Quevedo, en el campus Río Ebro de Zaragoza. La crisis sanitaria desatada por el coronavirus y el estado de alarma que decretó el cierre y el cese de todas las actividades marcó un antes y un después en su vida. «Desde entonces estamos en erte y sin previsión de cuándo vamos a volver», confiesa.

En aquel fatídico mes de marzo las facultades cerraron, la Universidad de Zaragoza se apagó al igual que lo hizo el país, y en la vuelta a la normalidad las cafeterías y comedores del campus no han vuelto a ser lo que eran. Tal y como contó ayer este diario, la institución ha rebajado al 50% el canon de las licitaciones de estos servicios para dar facilidades a las empresas. Muchas no han podido prorrogar sus contratos y, en otros casos, los concursos han quedado desiertos. Se deben volver a licitar.

Ninguna entidad quiere ponerse al frente de las cafeterías universitarias por la incertidumbre sanitaria y porque, económicamente, la situación ha cambiado. No consideran que sean negocios rentables, al menos con los requisitos que plantea el campus público. Más allá de la perspectiva empresarial, la situación deriva en la pérdida de empleo de más de cien personas. «Las empresas quieren volver, pero quizás debería establecerse un coste cero o un precio simbólico por parte de la universidad al menos hasta que todo esto pase y la situación mejore. Se está dejando de dar un servicio que es fundamental para muchos alumnos», cuenta Fernández.

«Si la situación se retoma, aunque sea con menos empleados dado que las comidas han bajado considerablemente, también supondría sacarnos del erte, el Gobierno se ahorraría un pago de 15.000 euros y las empresas volverían a trabajar», añade. «Vivimos con incertidumbre y lo peor de todo es que pasado un tiempo perdemos derechos», aventura.

En su caso, en el edificio Torres Quevedo daban a diario más de 300 comidas que ahora, dada la situación, podrían ser unas 40. «En Ingenierías las clases son online, pero las prácticas no. Podría haber trabajo para cubrir los gastos, pero obviamente no podrían ser jornadas como antes. De ahí que estaría bien si todas las partes fueran flexibles», señala.

Manel Fernández, que tiene «muchas ganas de volver», también alude a la relación personal y a la vida «social» que se genera en las cafeterías universitarias. «Llevo en ellas toda la vida y me da pena la situación porque he crecido con muchos chavales. Son punto de reunión y distensión, las cafeterías son necesarias. La gente nos escribe para ver cuándo volvemos, porque hay una relación más personal que laboral, y es una pena no saber cuándo será», dice.

Un servicio «indispensable»

En el campus Río Ebro hay cuatro espacios de este tipo «y todos estaban funcionando muy bien», cuenta. Además, al tratarse de una zona alejada de la ciudad «las cafeterías todavía son más indispensables» porque muchos alumnos y profesores se quedan a comer. «Abríamos de 8.00 a 20.00 horas. Por la mañana se notaba el pico a la hora del café, mientras que entre las 13.00 y las 16.00 dábamos más de 300 comidas. También por la tarde se servían bastantes cafés», explica Fernández, que trabajaba con cuatro compañeros más en el Torres Quevedo.

«Creo que sería bueno para todos llegar a un punto en común. Los estudiantes van a clase, la universidad está abierta, a pleno funcionamiento, y nosotros seguimos cerrados pese a dar un servicio muy demandado», remata.

Según el contrato de servicios al que ha tenido acceso este diario, la cafetería del Torres Quevedo, que se corresponde con el lote 4, se ha licitado este año por 7.500 euros el curso. Muy próximo a este edificio está el Ada Byron, que ha salido por 2.500 euros y no se ha presentado nadie. Y así ha sucedido en varios, según fuentes del campus público.

En todas las cafeterías se ha reducido el canon al 50% y se hará lo mismo en las de cinco espacios universitarios de la capital donde las empresas decidieron no prorrogar su contrato y ahora la Universidad de Zaragoza volverá a licitar. Son Matemáticas, Derecho, Veterinaria, edificio Betancourt y Paraninfo