Nació como una apuesta personal del entonces ministro del PP, Francisco Álvarez Cascos y su amigo, el presidente de la DPH, Rodolfo Aínsa. Era el año 2000. Siete años después, el socialista Víctor Morlán, que no creyó en el proyecto, lo inauguraba. Pronto se le intentó dar una salida a una infraestructura poco viable. Para una población de influencia de menos de cien mil habitantes, y a menos de 70 kilómetros de una infraestructura mayor, se intentó que el reclamo del esquí atrayera a turistas. Los datos son elocuentes: 197 personas en 10 vuelos durante la última campaña de invierno. Álvarez-Cascos llegó a defender su uso como aeropuerto internacional. Diez años después, ni siquiera permanece la vieja tradición (de más de 40 años) de ser una instalación para instruir a pilotos. La empresa Top Fly, también ha abandonado por la crisis y actualmente solo llega a este aeropuerto un avión, fletado por la empresa pública Aramón, y que transporta a pasajeros británicos. A pesar del fiasco, las instituciones seguirán buscando estrategias de rentabilidad para una infraestructura en la que se han invertido casi 60 millones de euros.